Hay películas que se disfrutan con la cabeza, cine de ese que se escribe con mayúsculas, y películas sin complejos que saben que el corazón, de vez en cuando, también pide un espectáculo tan asombroso como intrascendente. Películas que no pretenden ser obras maestras ni revolucionar el cine, sino simplemente ofrecer un show audiovisual capaz de dejarte con la boca abierta. Son, en definitiva, un placer culpable, y un cine nesario. Un placer que sabes que no es bueno, que no es sano, que no es excesivamente inteligente, pero que te gusta, te divierte, y te engancha. Un placer que te hace sentir vivo, aunque sea solo por un rato. Rebel Moon: La Niña de Fuego es una de esas películas, claro.
La nueva creación de Zack Snyder para Netflix es una de esos films que yo habría hecho con 14 años si alguien me hubiera dado 166 millones de dólares —a repartir entre dos entregas— y me hubiera dicho: haz lo que quieras. Y lo que yo querría hacer sería una mezcla de Star Wars, Warhammer 40.000, el wéstern e incluso el anime. Una mezcla explosiva, loca, desenfrenada, que no tiene ningún sentido, pero que tiene mucho estilo. Un estilo que ya vimos en otra película de Snyder, Sucker Punch, que también se puede catalogar como un placer culpable, aunque este quizás más oscuro y más polémico. Y os aviso ya, me gustó Sucker Punch, de ahí, seguramente, que también me haya gustado esta primera entrega de Rebel Moon, a pesar de todos los peros que pueda sacarle.
Mezclando todo lo que me gusta
Si tras leer lo de Sucker Punch sigues así, seguramente nos entenderemos. Rebel Moon: La Niña de Fuego es un largometraje que no esconde sus intenciones en ningún momento: gente guapa y sudorosa haciendo acrobacias y piruetas a cámara lenta en planetas alienígenas. Y a pesar de eso te sumerge con habilidad en un universo de ciencia ficción donde hay criaturas, naves, espadas incandescentes (que no de luz), fascistas, princesas, armas láser, canallas carismáticos y androides de guerra con voz de actor británico (Anthony Hopkins). Un universo que no se molesta en explicarte nada porque tampoco hay mucho que explicar, los buenos y los malos, y que te lanza directamente a la acción porque para eso hemos venido a ver una peli de Snyder. Esto significa una montaña rusa visual, donde el mayor atractivo de la experiencia son la velocidad, las curvas de vértigo y todo lo que no tiene que ver con pensar demasiado. Porque el desarrollo argumental de esta película es más o menos el que uno puede encontrar en la parte de atrás de una caja de cereales de desayuno.
La historia es simple: Kora es una superviviente de un accidente espacial que se une a los granjeros de Veldt, una luna remota que vive de la agricultura. Cuando el Regente Balisarius, el gobernante del Mundo Madre, se entera de que los granjeros han vendido sus cosechas a los Bloodaxes, un grupo de rebeldes que luchan contra su opresión militarista, envía a su emisario, el Almirante Noble, a castigarlos y reclutarlos para su ejército. Kora y Gunnar, uno de los granjeros de Veldt, deciden resistir y reclutan a un grupo de guerreros rebeldes para defender su hogar. Entre ellos están Kai, un piloto y pistolero a sueldo; el general Titus, un comandante legendario; Némesis, una maestra espadachina; Tarak, un misterioso esclavo; y Milius, un luchador de la resistencia. Juntos deben hacer frente a un enemigo muy superior con el futuro de su planeta, y el del universo, en juego. Una historia que ya hemos visto mil veces, que no aporta nada nuevo, que está llena de clichés, de agujeros, de incoherencias, de diálogos simplones y de personajes planos. Una historia que, sin embargo, funciona increíblemente bien como espectáculo, pero narrativamente es la pifia que podría esperarse de Snyder.
No se pueden pedir peras al olmo
El cineasta estadounidense es un maestro de la imagen, de la estética, de la composición, de la fotografía, de la música, de la edición. Es un director que sabe crear escenas impactantes e inolvidables, y que no deja que la trama le moleste cuando tiene una imagen épica que poner en pantalla. Guste o no, tiene un sello personal, que ya es bastante a día de hoy. Y al menos hay que reconocerle que se atreve a experimentar y a jugar con aquello que le gusta sin medias tintas. Tan superlativo como poco sutil, es un director que tiene una legión de fans, que le apoyan, que le defienden, que le admiran. Pero también es un director que tiene muchos detractores, basta con leer algunas de las críticas de Rebel Moon.
Snyder es un director que tiene muchos defectos, y seguramente no sea el mejor director a la hora de contar una historia
Snyder es un director que tiene muchos defectos, y seguramente no sea el mejor director a la hora de contar una historia, pero pocos habrá que sepan ponerlas en pantalla con tanto amor por el espectáculo. No se preocupa demasiado en desarrollar a sus personajes o sus circunstancias más allá de unas líneas de diálogo algo roñosas. Un director que no sabe dosificar o equilibrar el ritmo narrativo: todo aquello que no pueda ser volado por los aires o utilizado para prácticas de tiro se despacha lo antes posible con un plano y contraplano, y a correr. Y no pasa nada, porque a veces ese cine, cuando está bien hecho, como es el caso, también se agradece. Recientemente hemos visto otras grandes superproducciones donde el artificio ni siquiera resultaba divertido.
Aquí toca mencionar el desaprovechado reparto, encabezado por Sofia Boutella y Ed Skrein, Kora y Almirante Atticus respectivamente. Boutella saca partido a sus dotes físicas como bailarina en un papel creado para su lucimiento como heroína del acción, mientras Skrein puede lucirse como uno de esos vilanos tan atractivos como ya a las puertas de la caricatura. Ambos actores hacen un trabajo aceptable, pero no logran destacar ni transmitir la emoción y la complejidad de sus personajes. Tampoco es que tengan mucha oportunidad, pero uno lamenta no poder ver más de otros actores tan profesionales como Jena Malone, Rupert Friend, Doona Bae, Djimon Hounsou y (claro), Anthony Hopkins.
Un Star Wars sin magia, pero con buena pegada
Dice la leyenda urbana que Rebel Moon es una película que nació como un proyecto de Star Wars, que Snyder quiso hacer hace años, pero que nunca se materializó. Tal vez sea verdad, ya que su propuesta recuerda en muchos momentos a Rogue One: Una historia de Star Wars, y tal vez por eso pasó el corte. Lo que sí es cierto es que la película se inspira claramente en la saga imaginada por George Lucas hace más de 45 años, y que cuando se aleja de ella o la reinventa, lo hace de una manera completamente consciente y contestataria. Con todo, Rebel Moon tiene muchos de los ingredientes de Star Wars, pero no tiene el alma de Star Wars. Es otra cosa que sorprendentemente ha logrado una personalidad muy definida que me ha gustado mucho. Me ha conquistado con un espíritu casi adolescente, ya que tiene ese tipo de efecto rebote en el que a los chavales, cuando llegan a cierta edad, dejan de gustar las cosas de las que antes disfrutaban y comienzan a gustar otras que son, en realidad, lo mismo, pero con más cuero negro, palabrotas y una banda sonora firmada por Tom Holkenborg.
Rebel Moon es una película que se queda en "un quiero y no puedo", porque tiene dos problemas. El primero es Zack Snyder y su afición a morder más de lo que puede masticar. Parece que si no tiene un guion ajeno que le dibuje unas líneas rojas, no es capaz de centrarse en lo que quiere contar. Creo que Snyder es un director tremendamente competente en lo suyo, pero que no sabe exprimir lo que tiene, que prefiere apabullar por acumulación que por un desarrollo satisfactorio. Un director que con Rebel Moon desperdicia el potencial de su universo. Un director que se conforma con una película espectacular, pero vacía.
El segundo problema es que Snyder sabe que cuenta con una secuela para esta película. El desarrollo del film resulta atropellado narrativamente, ya que introduce demasiadas ideas y personajes sin profundizar en ellos, dejando al espectador con la sensación de que todo es superficial y confuso. De que en realidad ha visto un tráiler muy largo de otra película aún por estrenar, como es el caso. La niña de fuego parece más preocupada por sentar las bases para la secuela que por contar una historia completa y satisfactoria. Los personajes, por tanto, quedan faltos de desarrollo, y no generan empatía ni interés.
Un universo sin complejos
Pero no todo es malo en Rebel Moon. Al contrario, hay muchas cosas buenas por las que merece la pena darle una oportunidad a la película si os gusta el cine de aventuras, la space opera y la ciencia ficción blanda. Rebel Moon es una película que tiene un diseño de producción, un arte, una estética impresionantes, soberbio. Una película que crea un universo que tiene una personalidad propia y que está lleno de buenas ideas. Algunas de ellas tienen la elegancia de la portada de un disco de Black Sabbath, ya sabéis, imágenes de morenos hombres musculados de larga melena al viento cabalgando a lomos de un grifo de plumaje negro como el ébano hacia un atardecer extraterrestre. El potencial de esta nueva mitología es enorme, e invita a ser explorado. Aunque tal vez un director que no fuera Snyder le sacaría más partido, creo que solo él tiene esa capacidad para poner algunos de estos elementos en pantalla sin sonrojarse.
Rebel Moon tiene acción, es espectacular y es divertida, pero ahí termina su mecha, a la espera de la gran traca final que a buen seguro tendremos en su continuación. Todo ello impide a Rebel Moon: La Niña de Fuego ser una película para todo el mundo. A lo mejor pide de primeras ganas de dejarse llevar a este universo sabiendo que quien conduce la nave espacial es Zack Snyder. Eso requiere darle un voto de confianza, para bien o para mal, al director de 300, El Hombre de Acero o El ejército de los muertos. Yo se lo he dado y la recompensa ha sido disfrutar de Rebel Moon: La Niña de Fuego sin complicaciones y sin arrepentimientos, asumiendo sus limitaciones y alegrándome de sus aciertos. Ahora necesito más de este universo. Me ha sabido a poco. Y eso es bueno, ¿no?
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