Raquel Cervantes
Editora - StreamersEn 1934, Walt Disney tuvo un sueño: cambiar el mundo de la animación. Llevaba desde los años 20 trabajando para compañías como Kansas City Film Ad Company o Laugh-O-Gram Films, pero siempre quiso crear su propia compañía. Los primeros intentos no salieron bien y no fue hasta 1928 que alcanzó el reconocimiento con el lanzamiento de Steamboat Willie, dando a conocer al mundo al famoso Mickey Mouse. Sin duda, ese fue un gran hito, pero tan solo sería el inicio de una gran carrera, ya que lejos de conformarse, decidió crear la primera película animada de la historia. Esa no fue otra que Blancanieves y los siete enanitos que, a sus 88 años de edad, sigue siendo todo un icono plagado de detalles, magia y esfuerzo que la sitúan a la cabeza de la animación, incluso a día de hoy.
Un sueño muy arriesgado
Hablar de Blancanieves y los siete enanitos conlleva hacerlo de la propia figura de Walt Disney. Aunque a día la hoy la compañía esté en manos de grandes ejecutivos y sea todo un gigante del entretenimiento, no era así en 1923 cuando el que fuera conductor de ambulancias durante La Primera Guerra Mundial decidió fundarla.
Junto a su hermano Roy, Walt comenzó con proyectos pequeños que combinaban de una forma atrevida animación con realidad. Así nació ese primer proyecto de Alicia en el País de las Maravillas que poca gente conoce, pero que sirvió al creativo para abrirse paso en la industria.
El éxito de los cortos de animación, con la creación de Oswald, Mickie y las Silly Symphonies, permitió que la compañía creciera tanto como para que, en 1934, el director se planteara crear la primera película animada de la historia. No le sobraba el dinero, pero si la ambición, por lo que no dudo en hipotecar su propia casa para ir detrás de una ambición.
Blancanieves y los siete enanitos fue una producción desorbitada: 1.5 millones de dólares de presupuesto (muchísimo para la época), más de 750 artistas y 2 millones de bocetos y dibujos, de los cuales llegarían 250.000 al metraje final.
Walt se inspiró en su propia infancia, en la actuación de Blancanieves de Marguerite Clark que presenció en 1916 para su primera cinta. Este era de la idea de que un largometraje era lo necesario tanto para expandir la empresa como para calmar sus ansias narrativas.
Tras tres años de producción, en 1937 vio la luz la película. Lo que se había calificado como la "La locura de Disney" se convirtió en parte de la historia. El 21 de diciembre en el Carthay Circle Theatre de Los Ángeles, personalidades como Chaplin o Shirley Temple, fueron parte de la audiencia que se puso en pie para una ovación de varios minutos.
Según los datos de fuentes como The Walt Disney Family Museum o Box Office Mojo, esta obtuvo una recaudación de más de 8 millones de dólares; una cifra que, ajustando la inflación, la convierte en una de las películas más taquilleras de la historia.
Tal éxito no solo se debió a la emotividad y la belleza de la propia cinta, sino también al uso de técnicas pioneras que transformarían la forma de crear animación. Se utilizó la cámara multiplano para dotar de profundidad a las escenas, se crearon más de 1.5000 tonalidades específicas y fue el primer largometraje animado producido íntegramente en Technicolor. Los archivos de Walt Disney Animation Studios también revelan que el departamento de "Ink & Paint" utilizó maquillaje real, como colorete, para dotar a Blancanieves de un aspecto más pulido.
Este logro técnico no pasó desapercibido para los académicos del momento. Tanto es así, que en 1939 la Academia de Hollywood le entregó a Walt Disney un premio único en la ceremonia de los Oscar: una estatuilla que venía acompañada de siete mini-estatuillas que emulaban a los mismísimos enanitos. Recordemos que no fue hasta el año 2002 cuando Shrek se alzó con el primer Oscar a Mejor Animación.
El éxito de Blacanieves y los siete enanitos fue solo el principio. A partir de ese momento, la compañía daría paso a una trayectoria llena de altibajos. Se lanzaron obras como Pinocho, Dumbo o Bambi, pero también cortos de animación ligados a La Segunda Guerra Mundial, como Victory Throught Power. Luego le seguirían algunos clásicos como La Cenicienta y también grandes desastres como Taron y el caldero mágico. Nada de eso hubiera sido posible sin la ambición del creativo que se mantuvo hasta la década de los años 60 activo e incluso fue un paso más allá con la creación del primer parque de Disneyland.
Un retorno menos afortunado
Teniendo todos estos detalles en cuenta, el fracaso del live-action de Blancanieves tiene más peso todavía. No se trata tan solo de un remake más que ha sufrido el castigo de la audiencia, sino también de un duro varapalo para la compañía que confiaba en obtener al menos parte del éxito de la cinta original.
Las declaraciones en contra del clásico de 1937 por parte de su protagonista, Rachel Zegler, fueron tan solo parte de un conflicto mucho mayor y rodeado de polémicas. No es de extrañar que este haya sido el punto de inflexión para que la compañía se replanté cambiar de estrategia con respecto a estas adaptaciones, aunque hayan tenido que caer cabezas como Los Aristogatos. La nueva versión de Blancanieves ya es uno de los grandes fracasos de 2025.
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