Durante milenios, el desconocimiento respecto al mundo microscópico que nos rodea y cómo se desarrollan las enfermedades hizo que la civilización se agarrase al misticismo para darle sentido. De la misma forma que la furia de los dioses explicaban las tormentas, a menudo las enfermedades infecciosas también se transformaban en mito. Para muestra, cómo la tetanospasmina dio origen a la idea de las posesiones demoníacas.
Conocida comúnmente como tétanos, es común que buena parte de la población sepa que puede contraerse al realizarte un corte o pincharte con algún hierro oxidado, pero tanto su alcance como los síntomas que provoca quedan en un terreno que, gracias a las vacunas y su efectividad, hemos terminado olvidando con el tiempo. Conocerlas es la mejor forma de entender por qué esta infección se ató a posesiones de seres malignos desde el año 1500 a.C.
La relación entre las posesiones y el tétanos
Cuando hablamos de tétanos nos referimos a una bacteria capaz de producir unas neurotoxinas que atacan directamente a las neuronas motoras. Cuando entran en el cuerpo, comúnmente por cortes, pero también por quemaduras, mordiscos de animales o incluso golpes, las tetanospasminas empiezan a manipular el cuerpo provocando convulsiones y rigidez muscular.
Lo que empieza estirando la cara, dando lugar con ello a una especie de perturbadora sonrisa forzada, termina con el cuerpo viéndose tensionado de tal forma que se arquea hacia atrás para dejar al enfermo apoyándose sobre los talones y la cabeza. Entre esa contorsión que deja el cuerpo doblado como un arco y la grotesca mueca, es hasta comprensible que las culturas antiguas se agarraran a la idea de una posesión demoníaca para darle explicación.
Lo llevan haciendo, como mínimo, desde el año 1500 a.C., donde un papiro explica cómo una persona que se había golpeado la cabeza había terminado mostrando una inusual rigidez en el cuello y en la boca. Una vez infectado el cuerpo, no había vuelta atrás, lo que motivó aún más leyendas sobre la enfermedad hasta atarla a escenarios lo más oscuros posibles.
Hubo que esperar hasta 1924 para dar con la primera vacuna del tétanos, una toxina inactiva que ayuda al sistema inmunitario a prepararse para la enfermedad y que, por la dureza de sus síntomas y la dificultad para erradicar la enfermedad, se combina con otras vacunas a los 2, 4 y 11 meses. Gracias a ella, el cuerpo puede actuar contra la toxina evitando los síntomas más graves hasta que desaparezca.
Imagen | Echosystem en Midjourney
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