Cómo un juguete de una caja de cereales se convirtió en el primer hack de la historia y ayudó a fundar Apple

  • Las llamadas de teléfonos se realizaban mediante un sistema de sonidos

  • El juguete incluido en unos cereales convertía esa tarea en un paseo para los hackers

Capncrunch
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Además de recordarnos que deberíamos escribirlo como jaquear, la RAE dice que hackear equivale a cometer acciones delictivas contra la propiedad. Es decir, que como en el caso de piratear, no necesariamente es necesario acudir a un ordenador para realizar un hack. En cualquier caso la dualidad entre esas dos palabras nos viene de perlas porque, para el primer hackeo de la historia, hay que recurrir a un capitán de barco. En concreto, el que aparecía en unos cereales.

Mucho antes de que todos los sistemas de telefonía recurriesen a internet, las compañías de teléfono se valían de los números que marcabas en el teléfono para realizar la conexión. Pero en realidad no es que hubiese un sistema súper complejo a la hora de leer qué números marcabas. Al pulsar sobre cada número, el teléfono emitía un sonido distinto, y ese tono es el que viajaba por la conexión hasta el operador y le indicaba qué debía hacer frente a esa llamada.

Cómo un juguete hackeó el sistema de telefonía

En cierto punto de la historia, alguien descubrió que todos esos tonos se podían manipular mediante instrumentos que ofreciesen el tono adecuado y, de forma milagrosa, un técnico de las fuerzas aéreas que terminaría trabajando como programador y hacker, descubrió el instrumento perfecto para hacerlo: el silbato que regalaban en las cajas de cereales de la marca Cap’n Crunch.

Al parecer el silbato copiaba los tonos de forma perfecta sonando alrededor de los 2.600 hertzios, lo que le permitía realizar llamadas gratuitas y hackear el sistema de telefonía. Con el tiempo, el sonido se replicó de forma automatizada con unas pequeñas cajas llamadas "caja azul" que, sin necesidad de cuadrar el sonido con el silbato, permitían reproducir el tono que salía de él para engañar a las operadoras de telefonía.

Al descubrir estas cajas, Steve Jobs y Steve Wozniak crearon la suya propia de forma digital y empezaron a venderlas entre los estudiantes de su universidad. El dinero que ganaron con ello les empujó a ir más allá y poder financiar la creación de Apple, así que tal y como recordaban ambos en una entrevista, "si no hubiésemos hecho esas cajas azules, hoy Apple no existiría".

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