Si EEUU se ha convertido en el epicentro mundial de los centros de datos, en España ese controvertido honor le ha caído a Aragón. La respuesta, en cualquier caso y pese a la diferencia entre dos zonas del planeta que no podrían estar más alejadas entre sí, ha sido exactamente la misma. Las manifestaciones en contra de los cada vez más necesarios proyectos terminan chocando con los beneficios prometidos por las macrocorporaciones que tienen detrás. El caso de Villanueva de Gállego, el más reciente pero no el último, es el mejor ejemplo.
En esa incesante batalla por hacer de España un país menos centrado en un turismo cada vez más volátil y volver a recuperar el tejido productivo, Aragón ha encontrado un filón en los centros de datos. Con tamaños y tasas de consumo que equivalen e incluso superan al polígono industrial de toda la vida, estos campus tecnológicos son el almacén que mantiene internet.
La obsesión de los centros de datos con Aragón
El equivalente no es en absoluto descabellado, los centros de datos son los lugares donde se alojan los datos que sirven para empujar el avance de la IA, los que sirven para rellenar las estanterías digitales del comercio electrónico, y los que sirven como caja fuerte para las copias de seguridad en la nube de incontables empresas y usuarios. Son un paso necesario en un mundo cada vez más en volandas de la tecnología, pero no uno que llegue a coste cero.
Entre el jolgorio aupado por empresas y políticos en acuerdos multimillonarios están las quejas de los vecinos que ya saben qué supone tener un centro de datos cerca. De hecho, en Villanueva del Gállego ya viven algo similar con el centro de Amazon AWS que está en la zona, y saben muy bien cómo funciona la película tras haber visto qué ocurría cuando el agua empezaba a escasear.
Los data centers traen consigo grandes consumos de energía que dejan la red eléctrica temblando, requieren de una refrigeración constante que se multiplica en días cálidos en una zona ya de por sí con problemas de agua, suponen vivir con el zumbido constante de ventiladores y generadores y, de rebote, afean el paisaje no sólo con sus edificios y el constante tránsito de camiones que requiere su construcción, sino también con las conexiones eléctricas que se antojan imprescindibles para mantener su carga de la red.
La razón para elegir la zona es hasta comprensible. A medio camino entre dos gigantes como Barcelona y Madrid, el Gobierno de Aragón se ha puesto a disposición de grandes empresas ofreciendo un suelo mucho más barato que en otras zonas de España para la construcción, aún más suelo para crear granjas solares y eólicas que garanticen la energía necesaria y, de paso, trámites mucho más ágiles para que nadie tenga que pensarse la posibilidad más de la cuenta. Que otras como Microsoft también hayan acabado allí es parte de un efecto llamada que no tiene intención de echar el freno.
Hay mercado laboral más allá de los data centers
Ahora, siguiendo esa misma estela, la empresa estadounidense Vantage Data Centers trae otro más bajo el brazo a la misma población. Lo hace con promesas jugosas para acallar posibles críticas, apuntando a energía 100% renovable y a un ciclo de agua cerrada para la refrigeración, pero lo más importante de todo está en su inversión y empleo. 3.200 millones de euros que darán trabajo a 10.520 personas, 520 por empleos directos y otros 10.000 para una construcción que se alargará durante 10 años en cinco etapas.
Bajo esa premisa de empleos indirectos, que hoy salpican directamente a la construcción pero en otros proyectos lo han hecho hacia la hostelería, mantenimiento y demás; siempre suele haber una letra pequeña que ha motivado las quejas sobre cómo estos proyectos esconden empleos fantasma que tienen más de retórica que de hechos, pero desde luego no son cifras extrañas en relación a este tipo de anuncios. En el caso de Amazon, sin movernos de la misma población, se anunciaron 17.500 empleos anuales,
En cualquier caso, que esos 3.200 millones de euros den para 520 puestos fijos el día de mañana ya debería levantar alguna alarma. Especialmente teniendo en cuenta que hay sectores con un menor consumo energético y una media de inversión respecto a empleo mucho más alta. Las cadenas logísticas de Zaragoza, sin ir mucho más lejos, son buen ejemplo de ello.
Pero incluso apostar por otro auge tecnológico como el de las baterías de hidrógeno ofrecen un futuro más esperanzador y con menos dudas tanto a corto como a largo plazo. Ahí está como ejemplo el proyecto de origen chino en Figueruelas, también en Zaragoza y por agarrarnos a otro caso cercano, que anunciaba 4.100 millones de euros y 3.000 empleos.
Que la Unión Europea tenga intención de medir y limitar qué está ocurriendo con los centros de datos tampoco es casualidad. Ha visto como los data centers de Irlanda se comían el 22% de la electricidad media del país en apenas unos años y, frente a una demanda cada vez más creciente y el riesgo a más cuellos de botella, lo que termina encareciendo también el coste de la energía y el agua entre la población, la necesidad de mirar con lupa cada movimiento extranjero se antoja cada vez más imprescindible.
Imagen | Leonardo Rizzi
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