Durante la mañana del pasado domingo, cuatro asaltantes entraron en el Louvre sin ser vistos y robaron ocho joyas históricas de la Corona francesa. El golpe, que podría ser el orquestado por el guión de una película de Hollywood, se ha convertido en uno de los mayores robos del siglo y el segundo más importante de la historia del museo tras el robo de la Mona Lisa que terminó catapultando al cuadro a la fama en 1911.
El Museo del Louvre tuvo que desalojar sus instalaciones poco después de darse a conocer el robo para facilitar una investigación que, anticipan, no va a ser nada fácil. Tras descubrir qué se habían llevado se habla de un robo "muy profesional" y el propio museo asegura que las piezas son de "un valor incalculable". Que lo hayan hecho en apenas 4 minutos es, probablemente, lo más sorprendente de todo.
El mayor robo del siglo
Cuando habían pasado sólo 30 minutos desde la apertura al público del museo, los ladrones se valieron de una grúa con cesta para alzarse hasta una de las ventanas del Louvre. Una vez allí, forzaron la ventana para introducirse en la Sala Apolo del museo, donde valiéndose de herramientas eléctricas cortaron las vitrinas que guardaban los objetos.
En total, sustrajeron ocho piezas de varios conjuntos de zafiros, esmeraldas y broches pertenecientes a la antigua nobleza de la Corona francesa, volvieron a bajar por la grúa y escaparon en moto. Del golpe sólo se ha encontrado la corona de la emperatriz Eugenia que, aparentemente, apareció dañada en el exterior del museo y probablemente se cayó durante la huida.
Mientras Francia se pregunta cómo es posible que alguien sea capaz de dar un golpe así a plena luz del día y con el público en su interior, el propio museo tiene la respuesta. Su sindicato de trabajadores ya ha alertado en más de una ocasión que el auge de turismo masivo al que se enfrenta está lejos de haber hecho crecer la seguridad del Louvre en consonancia.
A las obras del propio museo se suman críticas hacia la falta de seguridad, de personal y de cómo ciertas rutas y salas terminan lo suficientemente abarrotadas como para que sea imposible mantener el control de las cada vez mayores multitudes que se amontonan en el mítico museo. Ahora, esa falta de personal y seguridad promete elevar el problema varios pasos más allá.
Una oleada de robos en Francia
Francia se enfrenta desde hace meses a una oleada de robos en los que lo ocurrido en el Louvre sólo es la guinda del pastel. Sólo durante el último mes se han vivido episodios similares en el Museo Adrien-Dubouché, y en el Museo Nacional de Historia Natural, además de no pocas denuncias de residencias y palacetes privados en zonas de ricos como Niza o Saint-Tropez.
La lucha política en la que se encuentra actualmente el país no lo pone más fácil, así que el robo ha servido de mecha para que políticos de unos y otros partidos se ataquen mutuamente: "El Louvre es un símbolo mundial de nuestra cultura. Este robo, que permitió a los ladrones robar joyas de la Corona francesa, es una humillación insoportable para nuestro país. ¿Hasta dónde llegará la decadencia del estado?".
El problema es que, sin pistas a las que agarrarse que se hayan compartido por las autoridades, los expertos creen que "es poco probable que volvamos a ver esas joyas". El modus operandi de este tipo de robos han hecho cada vez más evidente que la agilidad es crucial para poder recuperarlos porque, de lo contrario, dar con las joyas será casi imposible.
Lejos de buscarse compradores para este tipo de joyas, lo que suelen hacer los ladrones experimentados con este tipo de piezas es desmontar y recortar cualquier gema incluida para que detectar su origen sea lo más difícil posible. Sea como sea, incluso si la policía consigue finalmente encontrar pistas suficientes para controlar la cadena de talleres y venta de las joyas, es muy probable que cuando lo hagan ya no se parezcan demasiado a como lucían en el Louvre dentro de sus vitrinas.
Imagen | Gregorz Lewandowski
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