Pocas veces encontrarás un juego de mundo abierto con una sensación de libertad como la de Aloft. Es como Sea of Thieves, pero pilotas una isla que vuela

Un hombre sabio dijo una vez, "supervivencia, fabricación, mundo abierto y acceso anticipado: los cuatro jinetes del Apocalipsis". Habrá excepciones, pero es verdad que en Steam encontramos tanto survival que es fácil decepcionarse cuando alguno se ve mejor de lo que es en realidad. Dicho esto, ocasionalmente —en los últimos años, sobre todo— vemos juegos emergiendo de ese colectivo con ganas de hacer las cosas a su manera; de darnos un soplo de aire fresco. Es un poco el caso de Aloft.

Por si no lo conocías, Aloft llega el día 15 de enero a Steam en formato de acceso anticipado poniendo sobre la mesa una idea interesante: en lugar de explorar el mundo abierto plano al que estamos acostumbrados en básicamente todos los juegos del género, su mundo está ambientado en un archipiélago de pequeñas islas flotantes en el cielo en las que solía habitar una civilización antigua que ha desaparecido por alguna razón.

Cada una de estas islas suele proponer alguna clase de rompecabezas, sección de plataformeo o combate par darle algo de sabor al asunto; y a cambio de resolver estos problemas recogemos botín o aprendemos nuevas enseñanzas de quienes antes vivían en esos lugares. En ese sentido, a los mandos Aloft se siente más parecido a Sea of Thieves que a un survival convencional.

Tiene una pequeña fase de planificación —no puedes volar de un extremo a otro del mapa, tienes que hacer pausas— y cuando llegas a tu destino siempre tienes la cabeza en alguna actividad, por breve que sea. Este no se me antoja tan profundo como el juego de Rare, eso sí: en alguna ocasión me he encontrado con una puerta cerrada y la llave estaba casi a los pies de esta; o que purgar alguna isla de los monstruos se resuelve en pocos espadazos.

El juego gestiona el asunto del inventario y la fabricación con la misma filosofía, pero un resultado mucho más satisfactorio: Aloft es generoso a la hora de darte materiales, y las cosas que fabricas suelen ser útiles, interesantes y divertidas de usar desde el primer minuto. Las recetas más complejas a menudo se pueden hacer a partir de objetos que consigues combinando madera, piedras y cosas del estilo; lo que significa que cuando necesitas algo casi siempre puedes obtenerlo explorando un poco tus alrededores.

Volando voy, volando vengo

La mecánica estrella del programa, que es el vuelo, es uno de esos casos. Solo tienes que crear un dispositivo desde el que puedes personalizar los colores y patrones del ala delta (es más bien un exotraje), equiparlo y estás listo para ir casi tan lejos como quieras aprovechando el viento, los fenómenos atmosféricos y el impulso de tu cuerpo. No existe ninguna clase de restricción al respecto: si tienes un saliente desde el que saltar, puedes desplegar el dispositivo.

Incluso descubrir recetas tiene su aquel: en lugar de hacerte desbloquear planos o crear objetos que tal vez no necesites en ese momento, el juego te avisa cuando algún material de tu inventario se puede usar para crear algo nuevo y tienes la opción de simular el proceso de creación para desbloquear el ítem de turno sin necesidad de gastar nada (ni de añadirlo al inventario, por consiguiente).

A la larga, también puedes hacer cosas bastante locas al estilo de convertir una isla de tu elección en tu hogar, colocarle ciertos accesorios de navegación y hacer de ella un vehículo flotante que puedes trasladar libremente por el cielo en solitario o en compañía de tus amigos: tienes la posibilidad de invitarlos a la partida, o de usar el emparejamiento en línea. Y también existen un par de opciones para crear los mundos, como activar el modo creativo con todo desbloqueado y sin consumo de recursos, o el modo pacífico sin combate.

Aloft te puede entusiasmar más o menos, pero está claro que ha encontrado un punto intermedio bastante interesante entre los juegos de supervivencia tradicionales y otros más contemplativos o los 'cozy games' que tan de moda están en los últimos tiempos. Tienes elementos de exploración, de construcción e incluso de gestión de granjas, pero al final del día lo divertido es la sensación de libertad que te da. Ver cómo la hierba se mece con el viento, poder volar hacia donde quieras e incluso mover de sitio tu casa tomando el timón.

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