Un hombre que es asesinado por su propio hermano y resucitado por las nornas, las tejedoras del destino, es la clave para detener el Ragnarok. Una vez más, un juego rescata las Eddas nórdicas para un juego de acción, pero, como comprobaremos en el análisis de Fimbul, la ejecución no es demasiado sólida.
El otro día en el directo de The Messenger decía que el juego era un maestro en mantener la atención del jugador gracias a su variedad. No había una hora en el juego de Sabotage en el que no se reinventarse a sí mismo y eso es importante en una época en la que somos bombardeados con constantes propuestas que, a veces, no proponen realmente nada nuevo. Si buscas en Fimbul cuál es su esencia, qué relevancia tiene para el videojuego tanto en su forma como en lo que nos quiere contar, lo cierto es que no verás mucho que no hayas visto ya mil veces y mejor hecho.
Es quizá esa la razón por la que el juego se esconde en su particular estilo artístico de viñetas para contar la historia. Un recurso estilístico que siempre da buen resultado a estudios independientes para poder avanzar una trama sin necesidad de complejas secuencias cinemáticas. Las de Fimbul son correctas, pero lo que nos cuenta carece de la capacidad de ir más allá en lo narrativo, contándonos el eterno conflicto de la mitología nórdica entre los gigantes de Jotun y Midgard ante la inminente llegada del Ragnarok. Una historia confusa, no por lo que cuenta, sino por la forma en que es contada, que va soltando en su desarrollo personajes y situaciones en las que no tiene mucho interés en profundizar.
Lo mismo ocurre en el combate, que más allá de ciertas mecánicas de combos que pasaré a explicar a continuación, tiene un desarrollo en su acción lento, que transmite poco al mando y que termina por aburrir por su monotonía.
Profundiza poco en sus mecánicas y muestra bastantes problemas de diseño
Disponemos de un ataque ligero (aunque en español el juego le llame Ataque de Luz, esa es otra), uno pesado, la opción de bloquear, rodar y usar tres tipos de armas y un escudo. Todas las interacciones con los enemigos en los combates carecen de lo necesario para crear una buena refriega. Las acciones no se sienten contundentes. Los efectos de sonido no acompañan. Las animaciones son toscas, lentas y carecen de la capacidad de transmitir una respuesta enérgica al jugador. Pero es que Fimbul es, en definitiva, un juego amateur, creado por un estudio con talento pero que está aprendiendo las bases de la creación de un videojuego y que tiene todavía mucho que dominar.
Fimbul, un gigante lento
Hay cierta luz al final del túnel. El sistema de combos que usa el juego guarda la esencia de un buen diseño de combate mediante una mecánica que siempre hay que tener en cuenta. No son combos per se, sino que hace alusión a dar varios golpes de seguido. Cada uno de ellos proporciona un punto. A los 5 puntos, puedes realizar un ataque especial. A los 10, una ejecución. A los 20, un ataque en área. Y otro más que no diremos, que llega en los últimos compases de la aventura. La cuestión es que, si recibimos daño, perdemos puntos, y este equilibrio que se consigue es una buena idea para un juego de estas características que, bien desarrollado, podría haber puesto la obra en referencia.
Tal cual nos llega, es una idea poco desarrollada que apenas sostiene la obra en sí y que se refugia en una excesiva cantidad de oleadas de enemigos repetitivos que el juego te tira a la cara sin descanso, ante una cámara que nunca termina de encontrar su sitio. Es tan consciente de ello, en el fondo, que intenta alternar estas secuencias de acción con elementos de sigilo en un flashback donde tenemos que pasar desapercibidos de la atenta mirada de los gigantes de Jotun, mientras escapamos. Nada demasiado difícil ni demasiado original. De nuevo, Fimbul parece negarse la oportunidad de ir más allá de la presentación de sus propias mecánicas para profundizar en ellas y retar al jugador.
El único momento en el que puedes notar cierto reto, quitando un par de encuentros con unos trols, es en los compases finales de la aventura. Por pura cantidad de enemigos, tienes que medir cada enfrentamiento, mientras los combates con jefes se van acumulando. Pero el verdadero jefe final en estos momentos es la tasa de frames, que en una PlayStation 4 Pro es completamente irrisoria. Hablamos de momentos en los que el juego es directamente incontrolable.
Hay cuatro momentos donde podemos tomar decisiones en el juego, todas referidas a si matamos o no matamos a un enemigo. Tampoco es nada relevante, más allá de que en las ocasiones en que he salvado al enemigo en cuestión ha servido para lograr cierta ayuda en la batalla final. Pero para dicha batalla, el juego ya te ha perdido por el camino.
Durante todo la obra no hay apenas música. Solo una especie de tonadilla ambiental que se repite sin cesar durante prácticamente toda la partida. No hay cambios apenas en ella, no siquiera aunque pauses el juego. Los efectos de sonido del juego son tan parcos y se oyen tan bajos que lo único que te acompaña es ese murmullo sonoro durante toda la aventura. Este descuido sonoro dice mucho de lo que es Fimbul en líneas generales. Una obra introductoria de un estudio que está experimentando y que quizá en el futuro, si se centran en desarrollar y profundizar en las buenas ideas de diseño que son capaces de imaginar, logren mejores resultados que con este Fimbul. No me cabe duda de que habrán aprendido mucho de este Ragnarok.
Fimbul apenas cumple con los objetivos que se esperan en un juego de acción. Su sistema es lento, poco estimulante y no carente de bastantes fallos técnicos y de diseño por el camino. Aun así logra crear un sistema de combos interesante, pero el resultado final dista de ser una experiencia que atraiga a los jugadores. Se nota la inexperiencia del estudio, que aún debe pulir y perfilar mejor sus ideas.
- El sistema de combos es interesante
- Fallos técnicos, de cámara y de rendimiento por doquier
- Lento, con falta de ritmo y atracción en su combate
- Historia tópica y carente de interés
- Repetición constante de enemigos sin mucha estrategia
