Como fan absoluto de la obra de Sapkowski, la primera temporada de The Witcher me resultó algo agridulce. Pese al enorme trabajo en lo que a búsqueda de actores y plasmación del universo se refiere, los constantes saltos temporales dificultaban enormemente seguir la trama. Y si costaba para alguien que se había leído los libros, no quiero imaginarme cómo fue para los que no conocían nada de la saga. Esta segunda temporada ha aprendido de sus errores, como Geralt de Rivia.
La primera temporada terminaba con el inevitable encuentro entre Geralt y Ciri, y esta segunda temporada marca desde el principio el que será el eje central de estos dos personajes: su relación, como la de un padre con su hija. No es la única trama, y es que volvemos a tener un reparto del peso argumental entre distintos personajes, siendo Yennefer de nuevo uno de los puntos más importantes de la serie. No ahondaré mucho más en la trama, pero sí hay que destacar que la serie ha conseguido quitarse de un plumazo el grandísimo error que cometió en la primera temporada: por fin no hace falta hacer malabares mentales para entender exactamente en qué punto temporal se encuentran los personajes.
Si de algo puede acusarse a la primera parte de la serie es de no ser nada clara con los momentos en los que ocurren los sucesos, obligando al espectador a hacer un esfuerzo para entender en qué punto de la línea temporal se encuentra cada personaje.
Lo que vas a leer a continuación es un pequeño SPOILER (destripe), así que si no has visto todavía la serie te invito a que sigas al siguiente párrafo. Imagino que, sabiendo que iban a contar con una tercera temporada, han querido dejar al espectador con la miel en los labios al final de esta segunda temporada. Quizás por este final (que parece previsto desde el mismo planteamiento de la temporada) vemos como los dos últimos episodios aumentan su ritmo sensiblemente, pasando de contar cada trama con mimo y tranquilidad a una auténtica montaña rusa de acción y consecuencias en el universo de la serie.
Esto no es algo malo per se, pero sí deja una pequeña sensación de que quizás algunos de los arcos de los últimos episodios podrían haberse explicado mejor o, como mínimo, haberles dado algo más de tiempo de maduración. De cualquier forma, no es algo que empañe en absoluto la temporada, sino más bien un pequeño detalle que deja claras las intenciones de los creadores de la serie: tienen tramas para The Witcher para rato.
Y esto, en parte, se traduce en que en esta segunda temporada se han esforzado mucho en plasmar los distintos reinos del continente y sus motivaciones. Los diálogos entre personajes en muchas ocasiones nos cuentan detalles clave a este respecto, y poco a poco conocemos las motivaciones de los distintos reinos y sus agentes, en una suerte de presentación de lo que está por llegar en próximas temporadas de la serie. Los episodios, de una hora de duración, te mantienen enganchado a la pantalla hasta que aparecen los créditos finales. Netflix ha tenido claro que no iban a soltar el pie del acelerador en lo que a producción se refiere. Los escenarios, los personajes, el CGI y todos los aspectos técnicos de esta segunda temporada se han cuidado con el mismo mimo respecto a la primera. En ese sentido, se nota bastante que la plataforma de streaming ha hecho una gran apuesta por el universo de Geralt de Rivia, y el resultado final está siendo fantástico. Sí hay que dejar claro que la serie es una adaptación que intenta tener su propio estilo, sin encorsetarse en el universo de los libros y los videojuegos. Los más puristas verán esto como un punto negativo, aunque a mi humilde opinión es un acierto adaptar los hechos de forma que queden más atractivos en pantalla. Se me hace imposible reprocharle a la serie que no sepa contar una historia, porque es capaz de contarnos muchas a la vez y que ninguna pierda fuelle.
Los nuevos fichajes han sido un absoluto acierto, y es que Vesemir (Kim Bodnia) o Dijkstra (Graham McTavish) son prueba fehaciente de que los castings han funcionado a las mil maravillas. Nadie se siente fuera de lugar, ningún papel chirría y, lo más importante, los que hayan leído los libros quedarán encantados con el trabajo de los actores para traer a la vida a algunos de los personajes más icónicos de la saga.
Poco más se puede pedir a una segunda temporada que ha venido a subsanar los errores (que los tuvo) de la primera temporada. Se acabaron las confusiones temporales. Se acabó no saber en qué momento está cada quien. La segunda temporada de The Witcher ha venido a contarnos una historia. Y lo hace rematadamente bien. Si la primera temporada dejaba un sabor agridulce por su desarrollo, la segunda también lo deja, aunque por motivos distintos. Porque te deja con ganas de más, y eso, en casi cualquier situación, son buenas noticias.
La segunda temporada de The Witcher ha tomado nota de los defectos y virtudes de la primera. Esos defectos se han subsanado en gran medida, mientras que las virtudes se han reforzado todavía más. Se hace difícil pensar en un mejor resultado, y han colocado un listón muy alto de cara a la tercera temporada.
- Los nuevos personajes se introducen de forma magistral en la serie
- La duración total es de unas ocho horas
- El aspecto visual se ha mejorado respecto a la primera temporada
- La trama es mucho más sencilla que seguir
- La serie sigue siendo igual de cruda que la temporada anterior
