Crítica de la serie de The Witcher en Netflix de un fan de los juegos y los libros

Crítica de la serie de The Witcher en Netflix de un fan de los juegos y los libros
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La serie de The Witcher creada por Netflix ya está disponible. Tras su visionado, te ofrecemos nuestras impresiones finales, desde el punto de vista de un seguidor de la saga de libros de Andrzej Sapkowski y los juegos de CD Projekt RED.

Lo que Watchmen ha hecho este año con las elipsis temporales es para enmarcar. Claro, el material es bueno (ojo, spoiler de la serie de HBO en este párrafo). Lindelof no solo tiene experiencia en manejarse con el tiempo y el espacio, sino que, por si fuera poco, disponía del Dr. Manhattan, un ser que vive el tiempo simultáneamente, como la excusa perfecta para hacer malabares en la sala de montaje. Y vaya si lo hace en A God walks into Abar. No contento con ello, en Watchmen se juega siempre con el espacio y el tiempo de forma singular, con la localización de Ozymandias y gracias a esas pastillas llamadas Nostalgia para crear justificados saltos temporales como pocas veces se ha visto en un capítulo de una serie, quizá desde La Constante, en Perdidos. La mejor prueba de que brillan estas rocambolescas elipsis es que no extrañan, sino que sorprenden. Entiendo, por tanto, que muchos no lectores que se hayan acercado estas semanas a la serie con la única experiencia de los juegos (o, peor aún, únicamente de The Witcher 3: Wild Hunt) hayan quedado algo mareados con el marco temporal que se imprime a sus escenas. Por su confusión en el tiempo y el espacio, aunque todo cuadre al final de la temporada.

Veréis, el reto no era fácil para el estreno en formato serie de la saga del brujo. Siempre y cuando no quieras caer en poner en pantalla cada tres escenas un burdo mensaje con algo como “Cintra, hace 12 años”, “Aretusa, hace 50 años”, estás pidiendo un poco de fe al espectador. Creo que, al final, esa paciencia obtiene su recompensa, y cuando las piezas cuadran, la serie gana una personalidad que no habría tenido de otro modo. Pensad en el desafío que supone querer incluir en una temporada relatos de dos libros más la trama principal de una novela, incluyendo el punto de vista de tres personajes, mientras presentas un mundo de fantasía con sus propias reglas y sistemas de magia, en plena invasión. En fin, que lo raro, realmente, es que este artículo no fuera la crónica de un derrumbamiento.

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Por contra, la primera temporada de The Witcher me ha parecido muy digna, incluso desde mi punto de vista de lector de las novelas de Sapkowski y jugador de la trilogía de The Witcher. La razón principal es que lo que aporta me compensa más que lo que me chirría. Sí, tiene algunos diálogos a los que les falta chispa, en ocasiones sobreexpone mucho la información, a veces cuesta ver a Geralt y no a Henry Cavill y de primeras puedes hacerte un lío con el marco temporal. Pero, al final de los ocho capítulos, he visto buenos momentos adaptados y grandes combates, un buen desarrollo del pasado de los personajes y, sorprendentemente, temas que van más allá de los clásicos que se atribuyen a la saga y, sobre todo, a los juegos. Como ocurre con la serie, en un solo artículo me es imposible entrar en todo lujo de detalles, capítulo a capítulo, de cada relato y cada arco de personaje (si queréis más artículos sobre la serie, solo tenéis que pedirlos), pero vamos a desgranar algunos puntos que considero claves en esta primera temporada de The Witcher.

Aviso: el artículo contiene algunos spoilers de la primera temporada de la serie.

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La adaptación

Quizá el aspecto más interesante para mí es la forma que ha tenido la producción de Netflix de adaptar la saga de Geralt de Rivia. Como decía anteriormente, no es tarea fácil, ya que los libros comienzan con una serie de relatos, más o menos interconectados y que, poco a poco, culminan en una trama que será la que dé origen a la serie de novelas que comienza con La Sangre de los Elfos. Me imagino el dolor de cabeza que habrá sido querer hacer honor a estos relatos, mientras vas presentando a tres personajes y, a la vez, se va derivando en esa gran historia centrada en Ciri, la leoncilla de Cintra.

Pero ciñéndonos en la adaptación pura de los pasajes, aquí se ha optado por revolver El Último Deseo y La Espada del Destino, los dos primeros libros de los siete que conforman la saga y recrear algunos de sus grandes momentos. El Mal Menor, que da lugar al primer capítulo de la serie, es un buen ejemplo de los aciertos y errores de la serie. El capítulo tiene que resumir mucho, para poder incluir también pasajes de lo que ocurre en la invasión nilfgaardiana de Cintra, lo que divide media hora para cada acontecimiento y, por tanto, obliga a los guionistas a acelerar los temas. Por ello, aunque se repita la famosa frase de “El mal es el mal, Stregobor. Menor, mayor, mediano, es igual. No soy un santo ermitaño, no siempre he obrado bien. Pero si tengo que elegir entre un mal y otro, prefiero no elegir en absoluto” a la hora de trasladarlo al conflicto con Renfri, en el que se le pide a Geralt que deje de ser neutral, las cosas se tienen que acelerar demasiado.

El tiempo en pantalla no permite más florituras

Sencillamente, el tiempo en pantalla no permite más florituras. Para ellas, habría que alargar el número de episodios y ello podría haber resultado en otros problemas: demasiado caro o perder el hilo conductor que enganche a la gente con la historia principal. Es por ello que en ocasiones el resultado es irregular. El capítulo Cuatro marcos, inspirado en El confín del mundo, está completamente atropellado porque tiene que dar punto de vista a Yennefer, que en los libros no lo tiene. Por tanto, cuando Geralt se las ve con el silvano Torque y los elfos refugiados encabezados por Filavandrel todo va a cien por hora. Las conversaciones son vertiginosas y no hay apenas tiempo para el contexto ni para mostrar la realidad de los elfos de este mundo. Lo resuelve mejor, en mi opinión, gracias al apoyo en otras escenas, como la familia que acoge a Ciri en el campamento de cintranos y la explicación que da Istredd a Yennefer de la construcción de Aretusa.

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Entonces, ¿por qué digo que la serie tiene más aciertos que errores? Porque, tras el acto de fe, todo va encajando y el camino se disfruta. La descripción de la pelea de Blaviken es una de las más hermosas y violentas escenas de espada que he tenido el gozo de leer y está trasladada en pantalla con la misma visceralidad. Los monstruos tienen personalidad y puedes recrearte en las peculiaridades que tienen cada uno de ellos y que un brujo debe estudiar. El contexto de Nilfgaard queda bien situado, comenzando con esta primera invasión y dejando sutiles pistas por el camino. Y después, llega un punto un tanto controvertido, que yo sin duda he disfrutado como el que más: las escenas completamente nuevas.

La forma en que vive en Vengerberg como jorobada ha sido una montaña rusa para los buscadores de lore

En los libros, cuando Yennefer aparece, su presencia tiene tal fuerza que todo cambia. Los retazos de su pasado son apenas mencionados, mientras que la serie de The Witcher recrea su historia personal con todo lujo de detalles, muchos de ellos que se nota que vienen de los precisos consejos dados por la asesoría de Sapkowski. La forma en que vive en Vengerberg como jorobada y posteriormente es entrenada y aceptada en la Hermandad de los Hechiceros gracias a Tissaia de Vries ha sido una verdadera montaña rusa para los buscadores de lore como yo. Cada pequeño detalle que enriquece el estilo de vida de los hechiceros de Aretusa es de agradecer y ayuda a consolidar el sistema de magia algo difuminado del mundo de The Witcher. Lo mismo ocurre con la invasión de Cintra y la batalla del monte de Sodden, recreada con todo lujo de detalles. Este tipo de cosas me recuerdan, por establecer una analogía con nuestro mundo de los videojuegos, con lo que ocurrirá con Final Fantasy VII Remake, el cual aprovecha la ocasión para expandir la obra original y algunas tramas secundarias.

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Los personajes

Dejadme seguir con Yennefer, antes de entrar con Geralt, porque creo que la hechicera ha sido el personaje más interesante de analizar en esta primera temporada. Al no tener punto de vista en los libros, el hecho de por fin ver su historia en primera persona nos permite ahondar más en su drama personal. Y entiendo que, para mucha gente, el personaje pierda algo del misterio que le acompaña. Al fin y al cabo, la Yennefer de los libros es menos explícita, y aquí volvemos al tema de la sobreexposición. Lo que en los libros se transmite con sutileza (el hecho de que Yen es estéril y quiere tener un hijo) la serie lo dice directamente poniendo las palabras en su boca. No es elegante, sino funcional; una buena forma de definir la serie. Yen se muestra poderosa, con una capa de debilidad que, en el fondo, siempre ha tenido. Nos es más fácil verlo gracias a vivir su transformación de una hija no querida (luego vamos a esto) y jorobada que termina convirtiéndose en una de las magas más poderosas, y rebeldes, de todos los Reinos del Norte.

Yennefer sacrifica su posibilidad de ser madre por convertirse en hechicera.
Yennefer sacrifica su posibilidad de ser madre por convertirse en hechicera.


Creo que tanto la interpretación de Anya Chalotra como la forma de ver al personaje no va a dejar indiferente a nadie. Para mí, la imagen de Yennefer siempre se ha parecido más a la mostrada por CD Projekt, pero hay que reconocer crea un retrato singular. Se ha optado por mostrar una Yen más frágil descubriendo su pasado, lo cual contrasta con la fortaleza y la frialdad que muestra en los libros. El resultado choca bastante, pero si quieres mostrar los orígenes de la hechicera, no hay mejor forma que a través de sus debilidades. Esto también genera un contraste interesante cuando la contemplamos más adelante embriagada de poder. La elección de esta forma de ver a Yennefer, en mi opinión, es válida, para comprender mejor su conflicto personal con el hecho de ser estéril y su futura relación con Ciri.

Geralt, interpretado por Henry Cavill, me costó más . Siempre que veía el tráiler o las primeras imágenes de la serie, no podía dejar de ver al actor de Superman debajo de la peluca. Y con la serie vista, me sigue pasando de vez en cuando. Sin embargo, logra convencerme gracias a la voz que ha dispuesto para Geralt de Rivia, que es clavada a la de los videojuegos, lo cual logra convencer por la asociación. Al parecer, Cavill cambió el registro de su voz en mitad del rodaje y, pese a pedir disculpas por probar algo nuevo a esas alturas, el resultado convenció tanto al equipo que se decidió seguir con el la nueva tonalidad para toda la temporada (imagino que doblando algunas escenas). Ahora bien, mientras que el físico de Cavill también convence (y tiene a más de uno suspirando por redes sociales), creo que la peluca podría estar más conseguida en algunas escenas. Cuando tiene el pelo sucio o mojado parece más auténtica que cuando está limpio, algo que se nota en las raíces.

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Los showrunners se las han ingeniado para añadir unas cuantas escenas extra en las que podemos ver realmente el poder que tiene Cirilla

La actuación es correcta. Contenida, incluso. Interpretar a personajes neutros que no dejan siempre aflorar sus emociones no es fácil. Lo tendrá más fácil (o más desafiante) en la segunda temporada, cuando comparta escenas con Ciri. Mientras, su brujo es taimado y destaca sobre todo en las escenas de acción con una forma de luchar muy particular. En las novelas siempre nos imaginamos las bellas piruetas como un baile mortal, por lo que a menudo se nos olvida las partes donde se relata lo sucio del combate. La producción de Netflix se ha centrado más en ello, con una forma de coger la espada muy peculiar, en ocasiones, como si fuera una daga y sin dudar en agarrar el arma del filo si hace falta. Es difícil que a estas alturas sorprendan los buenos combates con armas blancas y The Witcher, en eso, lo ha conseguido. Queda, sin embargo, mucho por ver, y aquí se pide más fe al espectador. Se ha optado, inteligentemente, por apoyarse en ese relato de Camino sin Retorno en el que se nos muestra a la madre de Geralt y sus orígenes, pero apenas han explicado cómo funcionan los elixires o las mutaciones y, sobre todo, cómo se crean los brujos. Todavía hay mucho que ver.

Freya Allan logra transmitir bien el personaje de la leoncilla de Cintra, tanto físicamente como esa mezcla de niña indefensa, con un gran poder en su interior.
Freya Allan logra transmitir bien el personaje de la leoncilla de Cintra, tanto físicamente como esa mezcla de niña indefensa, con un gran poder en su interior.

Ciri tiene mucha relevancia en esta primera temporada. Su historia se entremezcla en prácticamente todos los capítulos y, dado que tiene menos presencia en los relatos, abarca también el tercer libro de la saga, La Sangre de los Elfos. Freya Allan logra transmitir bien el personaje de la leoncilla de Cintra, tanto físicamente como esa mezcla de niña indefensa, con un gran poder en su interior. Puede que su personaje parezca algo mayor que en los libros y, según termine la serie, lo será más, pero creo que funcionará mejor en pantalla de esta manera. Es difícil hablar de Ciri, pese a su importancia, hasta que sus conflictos no empiecen a aflorar. En esta primera temporada, no deja de ser el clásico personaje que al que se le oculta información y cuyo objetivo es encontrar a Geralt de Rivia, pero los showrunners se las han ingeniado para añadir unas cuantas escenas extra en las que podemos ver realmente el poder que tiene Cirilla.

Hay muchos personajes que tienen gran protagonismo, más incluso que en los libros. La reina Calanthe ocupa muchos momentos en pantalla y creo que la serie hace bien en dejar claras las diferencias (incluso físicas) entre la reina de Cintra y su hija Pavetta o su nieta Ciri. Jaskier no me convencía por su aspecto al principio, pero logra marcar la vis cómica que la serie necesitaba y nos ha regalado una tonadilla imposible de quitarnos de la cabeza: “Toss a coin to your Witcher, oh valley of plenty. Oh valley of plentyyyyy”. Istredd tiene también más protagonismo en la serie y cumple bien su función de ser la primera persona en amar a Yennefer antes de su cambio físico. Tissaia interpreta bien su papel de rectora de Aretusa, pero se me quedan algo flojas tanto Triss Merigold como Fringilla Vigo. Triss se aprovecha poco, le falta algo más de fortaleza a su personaje, aunque me gusta que hayan respetado su historia, sobre todo en la lucha del monte de Sodden. Fringilla, sin embargo, no me ha transmitido la astucia y frialdad que imaginaba en los libros.

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Los temas de The Witcher

Si preguntas cuáles son los temas en los que se centran los libros de Geralt de Rivia o la propia serie, lo más probable es que todos dijéramos los mismos. Por un lado, ese mal menor, esa neutralidad del brujo y la fina línea que divide el bien y el mal donde todo es gris. También esa conclusión evidente de que no hay peor monstruo que el hombre, que viene marcada incluso por el hecho de que ambos aparecieron a la vez en la Conjunción de las Esferas. Por último, el destino y las ironías que produce intentar luchar contra lo que, aparentemente, ya está escrito. Pero por más que lo pienso, creo que la saga va derivando de sus relatos a la serie de novelas en otro distinto. Es precisamente en el que se ha querido centrar más la serie y entiendo perfectamente los motivos: la paternidad y maternidad. La relación entre Geralt, Yennefer y Ciri.

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Tenemos a dos personajes, Geralt y Yennefer, que en ningún momento se querrían ver como padres.
Tenemos a dos personajes, Geralt y Yennefer, que en ningún momento se querrían ver como padres.


Os decía antes que Yennefer era una hija no querida, y de eso va la serie. Del eterno conflicto entre los pecados de los padres y la voluntad de no querer transmitirlos a tu descendencia. El tema se repite una y otra vez. Vemos a Renfri como una hija maldita. A la estrige, convertida en monstruo por otra maldición producto de un amor prohibido. Un rey Foltest dividido entre el amor y la vergüenza. Por todo ello me parece acertado ver el pasado de Yennefer, vendida a los experimentos de las brujas por cuatro marcos. Aquí cobra sentido la inclusión del pasado de Geralt de Camino sin Retorno, dado en adopción a los brujos cuando era pequeño por su propia madre, que resulta ser una hechicera. La propia Ciri es producto de otro amor prohibido, pero predestinado.

Como resultado, tenemos a dos personajes, Geralt y Yennefer, que en ningún momento se querrían ver como padres. Geralt no busca a Ciri, pero por ironías del destino termina siendo su protector, incluso aunque no creo que el futuro está escrito. Yennefer sacrifica su posibilidad de ser madre por convertirse en hechicera. Un conflicto que puede resonar en nuestros días, en los que padres y madres sacrifican su paternidad/maternidad por centrarse en su trabajo. Es precisamente cuando ve a un rey organizar el asesinato de su propia hija, y una madre que no la protege, cuando Yennefer se da cuenta de no hay nada más poderoso. Desde ese momento, hará todo lo necesario para poder recuperar la capacidad de tener un hijo. Y es el destino, de nuevo, quien junta a Geralt, Yennefer y Ciri. Donde esa posibilidad de ser padre, madre e hija conectan.

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Tanto la serie como los libros se apegan a un hecho inevitable, y es que toda historia debe aferrarse a las emociones más primarias

El mundo de Geralt de Rivia está lleno de fantasía, leyendas, monstruos, personajes capaces de hacer alguna de la magia más poderosa que se ha visto en la literatura fantástica. Pero a la hora de la verdad, tanto la serie como los libros se apegan a un hecho inevitable, y es que toda historia debe aferrarse a las emociones más primarias de la condición humana. Creo que es por ello por lo que todo resuena con más fuerza. Todo lo que impulsa la trama, tanto por la parte de Geralt y Yennefer como algunos de los relatos cortos e incluso la invasión de Nilfgaard, viene promovida por las relaciones paternofiliales. Y creo que la serie hace bien en captar ese mensaje por encima del resto, porque tiene más valor y dignifica la fantasía que lo envuelve. Supongo que esa es la ironía definitiva del destino. Que todos adoremos una saga que nos evoca un mundo muy distinto al nuestro, donde todo es posible, pero el poso que nos deja nos es perfectamente conocido: el anhelo por tener una familia. Quizá, ese famoso último deseo.

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