Entre ventiscas que son capaces de dejarnos sin pestañas y montañas heladas que parecen marco estalagmitas, existe una región donde la guerra es igual de constante que el invierno. Freljord, dentro del universo de Runeterra, no es solo un páramo congelado sino que es una tierra llena de vida y bien cargada de historia, donde los mitos caminan entre los hombres y el hielo guarda secretos que deberían haberse quedado enterrados para siempre.
Su atmósfera nos recuerda a las leyendas nórdicas más fuertes, donde los dioses eran tan peligrosos como los mortales y el fin del mundo parecía siempre a puntito de llegar. Pero también os diría que hay algo de Juego de Tronos en su diseño, con esas familias enfrentadas, alianzas frágiles, traiciones antiguas y una amenaza sobrenatural que, de despertarse, arrasaría con todo. Freljord no es solo una región con campeones jugables dentro de League of Legends sino que es un continente narrativo en sí mismo, una pieza de fantasía tan fascinante como escalofriante.
Tres reinas, tres caminos para un pueblo dividido
En el centro de la historia de Freljord hay un conflicto que lleva generaciones sin resolverse: el destino de su gente. Las principales facciones del norte están representadas por tres mujeres poderosas que, aunque comparten raíces, tienen una visión del futuro totalmente opuesto.
Ashe, la arquera de hielo, es la líder de la tribu Avarosana. Carismática, estratégica y marcada por la leyenda de su madre, intentará unir a las tribus bajo un mismo estandarte, apostando por la diplomacia y la esperanza de una Freljord pacificada. Ashe cree que los antiguos mitos pueden convertirse en una guía y no en una condena.
Después tenemos a Sejuani, la jefa indomable de la Garra Invernal. Donde Ashe ve diálogo, Sejuani ve debilidad. Para ella, la única forma de sobrevivir es a través de la conquista, de la fuerza bruta y de recuperar el orgullo salvaje de sus antepasados. Montada sobre su jabalí gigante y envuelta en una armadura, lidera a sus guerreros como si fuera una figura directamente salida de un poema escandinavo.
Ashe
Y, en la sombra, tenemos a Lissandra, la bruja del hielo. Es fría, y no solo en apariencia, sino en alma; Lissandra lidera la secta de los Hijos del Hielo, y su historia conecta con algo mucho más antiguo que cualquier reina o cualquier tribu: la de los Vigilantes. A diferencia de Ashe y Sejuani, ella no busca ni unificar ni proteger, sino guardar un terrible secreto. Su poder viene del hielo más profundo, el que es capaz de congelar no solo cuerpos, sino el tiempo y la razón.
Estas tres figuras femeninas no solo son líderes, sino que son símbolos de caminos incompatibles. El idealismo, la brutalidad y la manipulación se enfrentan una y otra vez en una guerra sin fin, que no es solo política, sino también espiritual.
Tribus, espíritus y bestias antiguas
Ya veis que Freljord no es un territorio homogéneo, sino más bien una tierra fracturada, donde cada tribu tiene su propia cultura, sus propias leyendas y su propia forma de sobrevivir al frío. Existen pueblos nómadas que veneran a espíritus animales, clanes que viven en glaciares eternos y aldeas que se rigen por antiguas runas grabadas en piedra. Y en cada rincón, algo dormido acecha desde las sombras.
Los Yetis, por ejemplo, son criaturas ancestrales, inteligentes y poderosas, que fueron guardianes del equilibrio natural. Hoy, la mayoría han desaparecido, han quedado reducidos a simples bestias salvajes o relegados al estatus de leyenda. Solo uno de ellos permanece en el campo de batalla, y ese es Willump, el compañero de Nunu.
Sejuani
También están los Ursinos, adoradores del Oso Espiritual —suena gracioso, la verdad—. Esta figura chamánica es central en muchas culturas freljordianas, representando la fuerza interior, la conexión con la naturaleza y la resistencia frente a la desesperación. Volibear, que digamos que es su encarnación viviente, no es solo un semidios, sino que es una tormenta con forma de bestia, un relámpago andante que representa la furia divina.
Los Vigilantes y el horror enterrado
Sin embargo, lo que hace verdaderamente que Freljord pase de ser una simple tierra de fantasía nórdica más a un escenario de horror cósmico es la historia de los Vigilantes del Hielo. Estas entidades, que fueron encerradas bajo el hielo eterno, fueron las primeras en traer la magia al mundo… y también las primeras en intentar destruirlo.
Lissandra, en su juventud, decidió pactar con ellos para obtener poder. A cambio, traicionó a sus hermanas y a su pueblo. Como podéis imaginar, el hielo negro que la rodea no es magia común sino la manifestación física del vacío. Lissandra congeló a los Vigilantes, sí, pero no los mató. Y así, los vigilantes, pasaron a esperar y esperar... para la eternidad.
Lissandra
Este trasfondo introduce en Freljord un elemento típicamente lovecraftiano, esa sensación de que hay algo mucho más antiguo, ajeno a la humanidad, que no puede ser comprendido y al que no podemos enfrentarnos directamente. El hielo eterno ya no es solo una metáfora del estancamiento o la dureza de la vida sino que pasa a ser, literalmente, un sello frágil que contiene al fin del mundo.
Mientras Ashe y Sejuani se baten por el controlar lo que hay arriba, Lissandra lucha por evitar que lo que está enterrado debajo despierte. Pero su silencio, sus mentiras y sus sacrificios la convierten en una figura todavía más peligrosa que aquellas contra las que combate.
Una guerra sin héroes claros
Lo más fascinante de Freljord es que no nos marca quiénes son los héroes o los villanos de forma evidente. Ashe quiere la paz, pero su cabezonería roza un poco lo ingenuo. Sejuani defiende a los suyos, pero es tan violenta que de alguna forma está perpetuando un ciclo eterno de sangre. Lissandra protege el mundo a su manera, pero sus métodos son tan poco humanos como el hielo que domina.
Ninguna tiene la razón total, todas tienen sus pequeñas victorias. Y mientras ellas luchan, sus tribus mueren, los dioses se manifiestan y los mitos se van reescribiendo en cada combate. Esta es una historia de poder pero también de pérdida... de promesas antiguas y traiciones nuevas. De un lugar donde la historia no se conserva en libros, sino en canciones, en cicatrices y en la sangre que brilla sobre la nieve.
Freljord no es simplemente una región dentro de League of Legends, sino que es una narrativa independiente, profunda y coherente que bebe de múltiples tradiciones, como el misticismo rúnico, las guerras tribales o las criaturas legendarias. Cada campeón que viene de estas tierras lleva consigo un pedazo de esa historia, un fragmento de la tragedia que supone vivir en un lugar donde el frío no es el único enemigo.
Y como en las mejores historias de fantasía, el verdadero peligro no está en la espada ni en el espadachín, sino en las decisiones que se toman frente al abismo. Freljord es esa clase de mundo: uno donde el horror puede estar bajo tus pies, donde tu mayor rival podría ser tu hermana, y donde, incluso en medio del hielo, la llama de la ambición nunca se apaga.
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