Markus Persson, más conocido como Notch, lo tenía todo. Como creador de Minecraft era uno de los desarrolladores más queridos, y envidiados, de la escena del videojuego independiente. Su cuenta corriente aumentaba a pasos agigantados. Era invitado a todos los grandes eventos y la prensa se deshacía en halagos hacia su obra. Ahora es un apestado, ¿qué ha pasado?
A día de hoy Notch es un apestado que ni siquiera figura referenciado en los créditos de la obra que lo llevó al estrellato. Sus antiguos compañeros han renegado de él y apenas protagoniza titulares ya en la prensa. Salvo los que tienen que ver con su acaudalado tren de vida. ¿Qué sucedió? ¿Cómo pudo tan prometedor desarrollador, autor del videojuego más vendido de la historia, caer en desgracia? La historia de Notch es digna de un gran biopic de Hollywood. De crecer en una familia desestructurada, aquejada por la pobreza y las drogas, Persson se convirtió en uno de habituales en la lista Forbes de los más ricos del planeta. Lo hizo gracias a Minecraft, por supuesto, pero también gestionando con mucha cabeza su magnum opus. Su público, los millones de incondicionales forofos de Minecraft, lo amaban con locura. O por lo menos hasta 2014, cuando empezó su calvario personal como desarrollador.
Eran malos tiempos para Notch. Su matrimonio no había funcionado. Su padre murió. El proyecto Scrolls, en el que tanto tiempo e ilusiones había invertido, fue un fracaso desde el primer día. Y su proyecto más personal, 0x10c, no consiguió llamar la atención al público como hubiera deseado. Minecraft se había convertido en un apabullante monolito que absorbía todo su tiempo y energía, por lo que decidió distanciarse públicamente de él. Hasta que a mediados de 2014 el fervor de sus fans se transmutó en odio. La razón fue la publicación de una nueva licencia de usuario final (EULA), o lo que es lo mismo, el listado de normas de uso al que se comprometen todos sus jugadores. El principal cambio afectaba a la monetización de servidores, que, en resumidas cuentas, regulaba la venta de objetos que afectasen la experiencia de juego. O como lo definió la propia Mojang, "para prevenir que los servidores de Minecraft se vuelvan 'pay-to-win'".
A mediados de 2014 el fervor de sus fans se transmutó en odio
El cambio parecía bienintencionado, pero perjudicaba de lleno a servicios como Mineplex, el cual era uno de los servidores de Minecraft más populares en funcionamiento, con cientos de miles de jugadores registrados. El nuevo EULA dividió a la comunidad e incendió las redes. El hashtag #saveminecraft concentró a todos los contrarios a aquella decisión, quienes, entre otras cosas, cargaron su resquemor contra Notch, que meses más tarde aseguró: "De alguna manera, la historia en internet se deformó de tal forma que era yo quien había decidido integrar el EULA y, de alguna forma, estaba arruinándole el juego a todo el mundo. Yo, en aquel momento, ni siquiera estaba ya involucrado en el desarrollo de Minecraft, así que la frustración que sentí ante aquello fue enorme. No podía lidiar con esos fans que se habían hecho una idea equivocada y se habían enfadado conmigo cuando yo no había hecho nada". En palabras del propio Notch, uno de los comentarios que más le dolieron fue cuando sus seguidores empezaron a afirmar "que éramos peores que Electronic Arts".
Harto de aguantar aquella situación, Notch publicó en su cuenta de Twitter, apenas un par de días tras la publicación del EULA: "¿Alguien quiere comprar mi parte de Mojang para poder seguir con mi vida?". Entonces nadie sabía muy bien si lo decía en broma o en serio. Hasta que unos meses más tarde, a mediados de septiembre, Microsoft anunciaba la compra de la propiedad intelectual de Minecraft, y su estudio Mojang, por la espectacular cifra de dos mil quinientos millones de dólares. Ese mismo día Notch abandonaba públicamente su estudio. Era un hombre multimillonario que celebró su nueva fortuna comprándose una opulenta mansión en Beverly Hills por la que habían pujado en su momento Jay-Z y Beyonce.
Aparte de disfrutar de su nueva casa, ¿qué hizo Persson a continuación? No se conocen demasiados detalles. Apenas ha tenido relación directa con ninguna iniciativa relacionada con la industria del videojuego. Lo que sí se sabe es que, libre de ataduras, Notch dio rienda suelta a sus redes sociales. Durante años, empresas como Sony y Microsoft, con quien firmó contratos para portar Minecraft a sus plataformas, le instaron a vigilar qué decía públicamente, pues sus opiniones pudieran haberse tomado como posturas oficiales. Por lo que, a partir de 2015, empezó a opinar, especialmente en Twitter, de todo aquello que le viniera en gana. Lo que dio lugar a momentos muy desagradables, en los que Notch hizo gala de comentarios misántropos, racistas, transfobos y misóginos. Ha defendido, de forma violenta, el día del orgullo heterosexual. Ha asegurado que existe una agenda contra el hombre blanco. O que la izquierda es, simple y llanamente, "malvada".
Totalmente aislado, ni siquiera puede dedicarse a desarrollar prototipos
Sus allegados empezaron a distanciarse visiblemente de él. A lo que Persson respondió lamentando su soledad en esas mismas redes sociales. No solo sus viejos compañeros; las corporaciones también tacharon al desarrollador de sus agendas. Hasta el punto que Microsoft no le invitó a la gran fiesta de aniversario que había organizado para conmemorar el décimo aniversario de Minecraft, ya que, en palabras de la propia empresa, "sus comentarios y opiniones no reflejan ni los de Microsoft ni los de Mojang y no son representativas de Minecraft". Notch ni siquiera aparece ya en las referencias en el menú del juego. Se ha convertido en un personaje incómodo para la misma comunidad que en su momento abanderó.
Dicen que el dinero no da la felicidad. El caso de Notch parece demostrar este viejo refrán. De ser el desarrollador más querido y respetado de la comunidad, Persson es hoy un apestado al que nadie quiere acercarse. Eso sí, con cientos de millones en su cuenta corriente, si es que eso puede servir de algún consuelo. Totalmente aislado, ni siquiera puede dedicarse a desarrollar pequeños prototipos, su verdadera pasión, como hacía antaño. Una historia que no solo es digna de una película de alto presupuesto, sino incluso, en mi opinión, un cuento con moraleja a modo de advertencia.
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