Este viernes 12 de mayo llega a las tiendas de medio mundo The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom, un título exclusivo de Switch que está considerado como uno de los videojuegos más esperados del año y de la generación de la consola de Nintendo. Estar a pocos días de un lanzamiento de este calibre me provoca siempre un sentimiento bonito: ver a tantas personas ilusionadas con un videojuego es algo que devuelve a la luz a esta industria cada vez más rica pero igual de erosionada.
Leía en Video Games Chronicles esta mañana que ya hay gente haciendo cola fuera de las tiendas de Nueva York, algo verdaderamente sorprendente. Es una demostración de amor puro hacia una saga tan querida y, a su vez, una acción completamente absurda al existir un sistema de reservas que te asegura una copia física del título y convierte todas esas colas en innecesarias. Pero, más allá de este pequeño detalle y de todos los debates que puedan surgir en torno al consumismo exacerbado, ¿no es bonito volver a ver eso?
Recuerdo ir a la tienda con la foto de un ticket para pedir que me vendieran un juego antes de tiempo
También he podido leer en las últimas horas a buena parte de la comunidad de jugadores que espera con ganas intentar conseguir el juego antes de tiempo. Sí, se lanza el 12 de mayo, pero los comercios locales lo tienen en su almacén unos días antes, así que no pierdes nada en el intento. Me ha recordado a aquellos anhelados días de hace unos años en los que alguien te avisaba de que vendían tal juego en un sitio antes de su fecha, y tú ibas con una imagen del ticket para que te lo vendieran a ti. Si llevabas a una tienda la imagen del ticket de compra que compartía aquel generoso compañero, quien te atendía podía dar luz verde, sacar el producto del almacén y vendértelo. Era algo tremendamente común en los foros de videojuegos con cada gran lanzamiento que se aproximaba, y tenía algo de ritual que echo de menos.
La pérdida de la ceremonia
Lo cierto es que este tipo de cosas pueden seguir ocurriendo todavía hoy día, pero desde luego es algo mucho más residual. Y a ello contribuyen muchos factores, siendo el primero y el más evidente la menor existencia y el menor uso de los foros de videojuegos en general. Las redes sociales han devorado los foros tal y como los entendíamos tradicionalmente, y mantenerlos vivos es una lucha contra el tiempo que tiene el único objetivo de aplazar la derrota. Nosotros mismos hemos hecho el esfuerzo de seguir apostando por el foro de 3DJuegos pese a que nos hemos visto obligados por el maldito algoritmo de Google a desligarlo de la propia web.
De igual forma, ha aparecido Discord (puedes unirte al Discord de 3DJuegos, por cierto) como elemento alternativo principal. Las comunidades se agrupan ahora en torno a Discord y orbitan en relación a diferentes creadores de contenido que mueven mucha masa social. Se promueve el componente multijugador, la competición y el estar al día de todo lo que llega, y todo se retroalimenta constantemente, con el foco situado ahora más en comentar las partidas de otros que en compartir tu propia experiencia, algo que cualquiera puede hacer por otros medios alejados de lo escrito. Y sí, se sigue comentando y opinar absolutamente de todo está a la orden del día, pero ahora proliferan más los reproches y las malas maneras al no contar con aquella barrera autoimpuesta por el cariño que le tenías a un perfil propio construido a base de años, o a una comunidad forera ya conocida.
El auge de lo digital y la pérdida del pequeño comercio hacen los lanzamientos un poco menos especiales
Asimismo, el auge de la compra digital y el hecho de que cada vez sobrevivan menos pequeños comercios también son causas de esta pérdida de ceremonia que ejemplificaba con las fotos de tickets de compra previas a un gran lanzamiento. Hoy en día, más de la mitad del mercado de la mayoría de compañías de videojuegos está en las transacciones digitales, y es tan fácil como pagar apretando un botón, predescargar el juego y esperar a que lleguen las doce de la noche del esperado día para jugar a lo que quieres (y no te quiero ni contar en el mundo del PC). También resulta imposible encontrar en las grandes tiendas esa camaradería entre el jugador y el vendedor que sí se mantiene en el mundo del cómic, por poner un ejemplo. El dependiente del GAME de turno quiere que reserves un juego del que ni se ha enseñado gameplay y que pagues un seguro absurdo por el mando que te llevas porque está presionado por sus superiores para conseguir números y más números; ¿cómo va a darte un juego antes de tiempo o recomendarte algo de manera sincera? Afortunados aquellos que sí mantengan una relación así.
Dentro de unos pocos meses se cumplirán diez años desde el lanzamiento original de Grand Theft Auto V, antes de que volviese a estrenarse una y otra vez en las diferentes plataformas y generaciones que han ido llegando. Y guardo un recuerdo muy especial de aquella semana, sin despegar la vista del hilo correspondiente en los foros, uno que recibía, sin exagerar, unos 100 mensajes por hora. Allí estaba yo, con mi reserva de MediaMarkt, esperando que algún privilegiado compartiera una foto de un ticket de compra y el juego precintado. También tenía mucho más tiempo para ello, no hay que olvidarlo.
Cada vez hay menos factores que me recuerdan por qué amo esto de los videojuegos. Me temo que la pérdida de estas pequeñas cosas tiene algo que ver. También los modelos de negocio criticables y dañinos, los juegos que salen rotos al mercado, la falta de ideas en las IPs… ¡hasta el E3 nos han quitado! Siendo justos, el desarrollo independiente es una balsa de aceite cada año, y tampoco falta nunca esa obra que te sigue tocándote la fibra como antes, pero supongo que me estaré haciendo viejo. Aun sí, todavía quedan muchas cosas ilusionantes en torno a esto de los jueguicos, y el lanzamiento de The Legend of Zelda: Tears of the Kingdom no solo me recuerda lo que echamos en falta. Cuando el viernes vaya a la tienda y vea a alguien con el juego bajo el brazo, seguiré echándole una mirada y una media sonrisa y solo esa persona y yo entenderemos que hemos venido a lo mismo. Cruzo los dedos para no perder eso.
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