Si viviésemos en la Edad Media se nos llevaría un mal catarro o moriríamos sin honor en la guerra más absurda de la historia. Es lo que nos han enseñado todas las series de ficción ambientadas en la época cuando miramos más allá de sus protagonistas, aunque sobre todo es lo que aprendimos gracias a juegos como Chivalry. En tus mejores momentos puedes ser la reencarnación del mismísimo Eddard Stark, pero llegará quien te quite de un espadazo la preocupación por el invierno que se acerca. El campo de batalla es un caos con momentos de brillantez estratégica y ataques por la espalda. Una realidad ya explorada en los videojuegos que ahora tiene otra aproximación gracias a Warlander.
Una aproximación diferente a las batallas medievales
Inspirándose tanto en los juegos tradicionales de acción medieval como en los MOBA, Warlander es una propuesta de esas que cae en gracia desde el primer minuto. Un planteamiento tan simple que te hace sentirte estúpido por no haber pensado en qué pasaría si League of Legends se hubiera enamorado del mencionado Chivalry. El resultado es una propuesta simple y directa capaz de transmitir igual de bien que los mejores la locura de un campo de batalla medieval, pero añadiendo a la ecuación un componente estratégico muy por encima de la media. Una locura 'free to play' que llega ya mismo a PC (24 de enero) y pronto aterrizará también en Xbox y PS4 (abril). Por supuesto, también es compatible con consolas de nueva generación.
Cuando todo funciona como debe, la sensación es maravillosa
En una zona de combate con varios carriles, el objetivo en las partidas de Warlander es derribar el núcleo rival. Una estructura defendida por diferentes fortificaciones que debemos destruir de forma progresiva si es que queremos tener una opción de siquiera acercarnos a él. Toca avanzar en pequeños pasos mientras hacemos uso de una de las tres categorías de personajes. Tenemos un guerrero que ataca a melé, un mago que golpea a distancia y un clérigo que cura y reparte con su martillo. A cualquiera de ellos le podemos equipar diferentes habilidades u objetos seleccionándolos antes de la partida. Agarrar a nuestros enemigos para tirarlos al suelo o llevar a cabo un ataque en carrera son solo algunas de las opciones.
El juego nos invita a experimentar. Solo hay los tres tipos de personajes mencionados y no existe ninguna subclase. Es nuestro trabajo, equipando armas o habilidades el que nos especializará. Si jugamos con el guerrero, una habilidad de agarre puede sernos muy útil cuando nos toque enfrentarnos a otros personajes de esta categoría, pero no nos ayudará en nada a lidiar con los magos. Está ese juego dentro de un juego que consiste en tomar decisiones sobre qué queremos sacrificar o cuál es la mejor forma de optimizar nuestro estilo. Un sistema complejo que da lugar a una jugabilidad sorprendentemente simple, sumamente directa e inesperadamente satisfactoria que engancha desde el momento en el que somos capaces de conectar tres golpes de espada seguidos.
Debemos crear nuestro conjunto de personajes y elegir sabiamente qué nos llevamos a las partidas
La única norma inquebrantable es que no podremos jugar toda la partida con nuestro personaje más poderoso. Cada habilidad o arma consume cierta cantidad de puntos de poder y al comienzo de cada enfrentamiento el máximo es muy limitado. Habremos de llevar a cabo ciertas acciones en partida para ascender. En total podemos preparar un conjunto de hasta cinco guerreros, magos o clérigos a combinar como consideremos oportuno. De nuevo, tomar decisiones es importante. Especializarnos nos permite tener un escalado más constante en la partida, pero nos deja expuestos si nuestro equipo requiere un mago y no podemos seleccionarlos. Apostar por variedad, en cambio, puede hacer que nuestro poder máximo sea inferior y que en ciertos momentos nos quedemos por detrás.
Warlander apuesta por la estrategia
El objetivo es que le des vueltas a cómo debe jugarse tu personaje, pero que a la hora de la verdad no te robe toda la atención. La gran diferencia de Warlander con Chivalry y Mordhau es que la estrategia tiene un peso mucho mayor. Coordinarnos con nuestro equipo para ganar la pelea por una catapulta y luego avanzar con el resto de la infantería mientras un compañero hace volar piedras llameantes sobre nuestras cabezas es ese momento mágico que le pedimos a cualquier multijugador. El todo no es más que la suma de muchas de estas pequeñas batallas. Además de catapultas hay robots, herramientas de asedio y muchos más objetivos por los que pelear.
Cuando todo funciona como debe, la sensación es maravillosa. El problema es que Warlander no es un juego pequeño. Si en League of Legends cuesta hacer que cuatro compañeros vengan a pelear un objetivo cuando toca, os podéis imaginar el caos que supone si el equipo lo forman 20 personas (límite en la beta) o las 50 que se plantea el juego final. Ni siquiera la división en escuadrones o la asignación de tareas simples para cada uno de ellos –defensa, ataque o apoyo– es suficiente como para que la experiencia sea siempre la mejor. Es fácil no darse cuenta de esto cuando apenas estamos comenzando, pero la misma idea genial que diferencia al juego y le da valor puede ser fuente de frustración en el futuro.
Conquistar objetivos neutrales en Warlander es sumamente satisfactorio
A esto aún hay que sumarle la utilización de unos sistemas un tanto confusos y falta de claridad a la hora de transmitir las reglas del juego que pueden echarnos para atrás. El funcionamiento de la creación de personajes se antoja un poco lioso y el no entender el mapa va a ser un mal muy habitual en los primeros enfrentamientos. Sin embargo, esos son los pocos aspectos negativos que hemos podido encontrar en una beta que nos ha dejado con ganas de que llegue el lanzamiento. Hace tiempo que ser gratis no significa automáticamente ser recomendable, pero Warlander se merece, como poco, que saques tus propias conclusiones.
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