Desde que el vídeo empezó a hacerse viral hace un par de días, el caso de la kiss-cam en un concierto de Coldplay que ha destapado la infidelidad de un CEO y su directora de RRHH se ha transformado en escándalo. A las pocas horas ya se sabía quiénes eran, dónde trabajaban y hasta cómo la mujer del primero ha borrado su apellido de casada de sus perfiles sociales.
Celebrando cómo se ha destapado una infidelidad y se ha hecho justicia con sus parejas, o analizando qué es lo que deberían haber hecho para evitarlo, a la gran masa se le ha olvidado cuestionar hasta qué punto es un problema que nos afecta a todos. No hablamos de la exposición de una infidelidad, que a todas luces siempre será algo deleznable, sino del juicio público y el doxing colectivo al que se han visto expuestos ambos individuos, y cómo la tecnología ha permitido que se alcance ese punto de invasión.
Herramientas gratuitas y al alcance de todos
A medio camino entre sistemas de videovigilancia distópicos y la curiosidad morbosa de la red, la posibilidad de identificar y exponer datos privados de cualquiera con una mera foto o un vídeo, sin orden judicial o contexto que lo justifique, da para asustarse un poco. Con las gafas inteligentes con cámaras integradas a la vuelta de la esquina, la aparente facilidad e impunidad con la que crecen estos casos, especialmente lejos de donde la Unión Europea impone leyes para evitarlos, es digno de estudio.
No hay freno en los buscadores de imagen especializados en datos faciales, en la vulnerabilidad de internet que permite echar un vistazo a la vida pública y privada de los afectados, y menos aún en la exposición viral que se vive en redes. Que la IA generativa pueda acelerar y facilitar aún más ese proceso sin cuestionarse los valores éticos y morales que hay detrás, demuestra que es sólo el principio.
Y es uno distópico sin lugar a dudas. No sólo por ese juicio público al que se han visto expuestos ambas personas, sino por haberlo elevado a la categoría de circo a nivel global. Ahora mismo hay casas de apuestas aceptando pujas por ver si terminan divorciados de sus parejas o si ambos acaban despedidos tras destaparse el pastel. La "broma" no acaba ahí.
Tal y como recogía 404 Media, hay productoras de cine utilizando la foto para promocionar películas, pancartas de cadenas de comida rápida afirmando que ser infiel a tu dieta también está bien, e incluso organismos públicos aprovechando la viralidad de la imagen para recordar a sus ciudadanos que tirar basura en medio de la calle está mal y siempre hay cámaras vigilando. Que cualquier escenario pueda catapultarse a esa exposición, teniendo en cuenta que las herramientas utilizadas son públicas, gratuitas y están al alcance de todos, como mínimo asusta un poco.
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