El sector tecnológico y la prisión tienen una relación tan estrecha como curiosa. En más de una ocasión, nos hemos topado con una noticia protagonizada por integrantes del sector tecnológico que acaban entre rejas, pero la historia de hoy dista un poco de lo habitual. Así, en lugar de estar protagonizada por alianzas fuera de la ley que acaban con personas en prisión, está marcada por el cambio de vida de un recluso de Maine que le ha llevado a trabajar para Turso, una startup tecnológica con sede en San Francisco (la cuna de la tecnología estadounidense).
Como señala Futurism, Preston Thorpe ha pasado sus últimos 11 años en prisión y, a pesar de ello, ha sido contratado a tiempo completo como ingeniero de software. Así, estar privado de libertad no evita que pueda trabajar a diario desde su celda, ya que forma parte de un programa experimental de empleo remoto para presos en el estado de Maine. De hecho, Glauber Costa, CEO de Turso, aseguró que le bastaron un par de conversaciones profundas con él no solo para ser consciente de su transformación personal, sino también para darle una oportunidad laboral.
Aún le restan siete años de condena
Thorpe fue encarcelado a los 20 años por tráfico de drogas compradas en la dark web, una situación que tuvo lugar en 2017. Tras los sucesos vividos durante la COVID-19 y la respectiva pandemia, decidió cambiar su vida y estudiar programación. Gracias a ello, se matriculó de forma remota en la Universidad de Maine y, de hecho, llegó a ser profesor adjunto desde prisión, un aspecto que demuestra las capacidades de Thorpe en un campo tan competitivo como el de la programación. No obstante, su condición actual le ha privado de gozar de algunos beneficios laborales.
A raíz de su estancia en prisión, el 10% de su salario va destinado al estado, un importe al que debemos sumar sus obligaciones con manutención infantil y otras restituciones. Randall Liberty, el comisionado de correcciones de Maine, ha defendido el programa del condado como una forma efectiva de rehabilitación social que, a su vez, también es una herramienta de ahorro para el estado. De hecho, Thorpe es uno de los mejores ejemplos de dicha situación, pero su análisis de sus vivencias van un paso más allá: "Mi vida actual me parece en sueño comparada con mi pasado en las calles".
Su historia, así, representa una rara combinación de reinserción social efectiva y, a su vez, éxito profesional desde la cárcel, dos aspectos que no suelen ir de la mano. Hace ocho años, Thorpe fue condenado a una pena de entre 15 y 30 años, razón por la que aún tiene por delante otros siete años más de condena salvo que obtenga la libertad anticipada por buena conducta. Además, su caso es particularmente especial, ya que refleja cómo la tecnología y la educación pueden ofrecer una segunda oportunidad incluso en contextos tan extremos como la prisión.
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