Marcos Yasif
Editor - Cine y TVPeriodista y apasionado de la industria del entretenimiento. He crecido con la ilusión de poder viajar por las estrellas como en Star Trek y salvar el mundo como Goku y Superman, dos pasiones que me han llevado a especializarme en cine y series de acción, ciencia ficción y superhéroes. Desde 2022 cuento en 3DJuegos todas las novedades de la pequeña y gran pantalla, con la intención de mantenerte al día con las historias que nos hacen soñar y escapar de la realidad, pero mi historia en la revista comenzó mucho años antes: en 2008.
La película Civil War (2024), dirigida por Alex Garland y producida por A24, nos dejó el pasado año una historia que invitaba a reflexionar sobre la polarización política y la deshumanización en el contexto de un conflicto bélico en Estados Unidos. Meses antes de su estreno, en Netflix también tuvimos un par de películas muy acordes con temas actuales, como el miedo a un ataque desconocido (Dejar el mundo atrás) o el desprecio a los avisos de los científicos (No mires arriba). Ahora, la plataforma nos invita a temer un holocausto nuclear en Una casa llena de dinamita.
No es un asunto trivial. En los últimos años, algunos conflictos mundiales, así como la amenaza de que surgieran otros nuevos, unidos a los planes de proliferación nuclear de ciertos países, han llevado a muchos a recordar el concepto del reloj del juicio final, que nos advertía sobre el peligro inminente de una catástrofe nuclear y la fragilidad de la paz global. La creciente tensión internacional y la falta de acuerdos efectivos sobre desarme hacen que esta amenaza vuelva a ser un tema urgente de reflexión y acción, y aquí es donde entra Una casa llena de dinamita, dirigida por Kathryn Bigelow, con estrellas como Idris Elba y Rebecca Ferguson en su reparto.
A decir verdad, Una casa llena de dinamita, más que un thriller bélico, pretende ser un documental capaz de transmitir la tensión y el caos de una situación de alerta nuclear, desde las medidas de defensa estadounidenses hasta la toma de decisiones de posibles represalias por parte del comandante en jefe del país americano. La película arranca con la detección de un misil balístico intercontinental. Al principio no le dan mucha importancia: otra prueba más de los norcoreanos que caerá en algún lugar del Mar de Japón. Pero, conforme pasan los minutos, vemos cómo a nuestros protagonistas se les va cambiando el semblante. La intención de los responsables de este filme es clara: el mundo puede acabarse en un solo instante.
Una historia contada desde tres puntos de vista
De hecho, toda la acción de Una casa llena de dinamita transcurre durante media hora aproximadamente. Claro que esos 30 minutos los vemos desde diferentes ángulos. Es decir, Bigelow apuesta por ofrecer un relato fragmentado en tres perspectivas protagonizadas por distintos personajes, lo que nos permite ver y entender lo que está pasando desde distintos puntos de vista, un poco al estilo Trilogy of Error de Los Simpson (12x18), para que todos me entendáis. Le sienta bastante bien al largometraje y ayuda a mantener durante casi dos horas el ritmo sin que apenas decaiga. Es decir, siempre estamos en una situación de última hora, viendo a los personajes correr, empezar a preocuparse, y sumidos en confusión y caos, sobre todo mucho de estas dos cosas, y debatiendo sobre qué es lo que debe hacerse a continuación.
Al igual que en la antes mencionada Dejar el mundo atrás, aquí no sabemos quién está atacando Estados Unidos. Por motivos de guion, no lograron localizar el punto de lanzamiento exacto del misil, y esto condiciona buena parte de la trama del largometraje. ¿Contra quién tomamos represalias? ¿Es parte de un plan mayor? ¿Algún loco con un mal día se le ha escapado un misil? Aquí no tenemos un villano malísimo al que odiar, sino todo lo contrario: la nada absoluta. Todo esto conduce a un final que te deja rascándote la cabeza y en el que, muy a mi pesar y por vuestro bien, no puedo profundizar sin estropearos la historia. Pero creo que todo este misterio ayuda a que Una casa llena de dinamita no sea otra historia patriótica más, sino la historia de una decisión que Idris Elba, como presidente, ha de tomar a ciegas.
Evidentemente, la apuesta por una narrativa fragmentada que empieza y acaba siempre en el mismo momento le resta valor de sorpresa a lo que pasa, y de hecho se ha convertido en una de las principales críticas de otros espectadores que he podido leer esta mañana. Pero, al fin y al cabo, insisto, Una casa llena de dinamita nos quiere recordar cómo el mundo puede irse al carajo mañana mismo, sin que nada hiciera parecer que estuviéramos cerca del apocalipsis apenas unos minutos antes, con los trabajadores de inteligencia bromeando y el comandante en jefe de EE. UU. tratando de encestar a canasta en un abarrotado pabellón de baloncesto.
Han habido muchas películas que nos han tratado de advertir sobre un posible holocausto nuclear, y esta posiblemente no sea de la que nos acordemos dentro de unos meses. Claramente, no creo que genere el mismo impacto que, por ejemplo, The Day After (El día después), que logró un éxito masivo de audiencia en Estados Unidos (y la Unión Soviética), provocando un cambio en la opinión pública sobre la carrera nuclear entre ambas potencias en la década de 1980. Pero nunca está de más ver historias como estas, que nos lleven a reflexionar y no solo a entretenernos durante dos horas. Un gran acierto de Netflix que ya acumula más de 22 millones de reproducciones en su primer fin de semana.
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