El otro día andaba yo mirando figuritas y demás piezas de coleccionista con más de cinco puntos de articulación, porque bien sabe la Fuerza que si algo necesitan mis estanterías es más plásticos y cosas bonitas, y me quedé deslumbrado con la nueva figura de Hot Toys dedicada a Supaidaman, la versión nipona de acción real de Spider-Man en los años 70, con artes marciales y robots gigantes. Lo creas o no, no es una de esas locas copias orientales de productos occidentales, es un Spider-Man oficial de Marvel, y eso marca la diferencia. Lo fascinante de este personaje no es solo que lance telarañas y un traje rojo y azul: es que el héroe que vemos en la pantalla japonesa es un completo remix cultural, un puente entre la tradición tokusatsu japonesa y el mito estadounidense del trepamuros.
El Spider-Man que cambió la narración de superhéroes
Supaidaman no es simplemente Peter Parker con otro traje. Toei reinventó un icono occidental a través del lente tokusatsu del Japón de finales del periodo Shōwa: kaijus, los superhéroes enmascarados, mechas, acrobacias, melodrama intenso y un sentido del espectáculo que, de algún modo, funciona. La serie se emitió en Tokyo Channel 12 desde el 17 de mayo de 1978 hasta el 14 de marzo de 1979, contando con 41 episodios y una película teatral. Shinji Tōdō interpretaba a Takuya Yamashiro, un piloto de motos que recibe poderes arácnidos de un alienígena llamado Garia, superviviente del Planeta Spider, y debe enfrentarse al Ejército de la Cruz de Hierro. La serie adoptó el uniforme y los poderes de Spider-Man, y los insertó en una trama de ciencia ficción con robots gigantes y villanos exagerados, muy japonesa en su concepción. Entre la inventiva nipona y el trauma arrastrado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, debería sorprendernos que esto saliera adelante con la bendición de Marvel.
Shinji Tōdō interpretaba a Takuya Yamashiro, un piloto de motos que recibe poderes arácnidos de un alienígena llamado Garia
La producción contó con un equipo creativo que combinaba talento local y una comprensión intuitiva del personaje occidental: los guionistas Shōzō Uehara y Susumu Takaku y el director Kōichi Takemoto dieron forma a un Spider-Man que podía ser a la vez familiar y radicalmente distinto. Marvel reconoció la importancia de la serie en 2018, celebrando oficialmente su 40.º aniversario y subrayando la huella cultural que dejó en Japón y en la concepción global de su héroe arácnido, integrándolo en su Spider-verso.
La colaboración entre Marvel y Toei
A finales de los años setenta, Marvel y Toei firmaron un acuerdo plurianual que permitió a cada compañía usar propiedades de la otra libremente. Este pacto priorizó la adaptación cultural por encima de la fidelidad estricta, abriendo la puerta a que Toei creara un Spider-Man japonés con identidad propia. Toei apostó por los tropos del tokusatsu: organizaciones secretas, monstruos de la semana, combates acrobáticos y dramón televisivo, en lugar de trasladar literalmente la vida de Peter Parker.
La razón detrás de esta decisión era doble. Por un lado, Marvel buscaba expandir la popularidad de sus personajes, especialmente en Asia, su presencia televisiva y llegar a nuevas audiencias mediante proyectos de imagen real y animación. Por otro, la popularidad del tokusatsu en Japón, con títulos como Kamen Rider o Super Sentai, exigía un héroe que pudiera enfrentarse a ejércitos sombríos, pilotar robots gigantes y vivir en un melodrama intenso. El resultado fue un Spider-Man que respetaba el icono visual y los poderes básicos, pero que se inventaba el resto de su parafernalia superheroica en un marco narrativo japonés, con todo lo que eso implicaba.
La serie no deja de ser unos los casos más llamativo de una presencia cultural estadounidense en Japón tras 1945. De la mano de la ocupación norteamericana del territorio nipón se impulsó la circulación de iconografía y narrativas de cómic, pero su adopción fue selectiva. Personajes y códigos visuales se filtraron a través de la industria editorial japonesa, que priorizó ritmos y sensibilidades locales. La popularidad de los superhéroes coexistió con un impulso nacional por crear equivalentes propios, que dialogaran con el imaginario estadounidense sin copiarlo literal ni industrialmente.
Leopardon en toda su gloria juguetera
El maestro Osamu Tezuka desempeñó un papel crucial en esta "traducción" cultural. Fascinado por los cómics y la animación estadounidenses, incorporó su dinamismo y montaje a un lenguaje narrativo propio: lenguaje cinematográficas, ojos grandes y expresivos, serialización de las historias. Esta reinvención permitió que arquetipos heroicos norteamericanos prosperaran en Japón con el paso de los años sin perder identidad local, cimentando la industria del manga y preparando el terreno para la adaptación de Spider-Man.
Marvel buscaba expandir la popularidad de sus personajes, especialmente en Asia
Durante la Guerra Fría, los cómics estadounidenses llevaron mensajes sobre el "American Way of Life" y la función del héroe como guardián del orden liberal. es lo que tiene apostar por el bando perdedor: la colonización no solo se imponía por medio de las bases militares, a cuyos militares se les animaba a la lectura de los cómics norteamericanos como ejercicio de propaganda, también se dibujaba la cultura del ocupador como algo atractivo que los ocupados deberían aspirar a abrazar. salió regulinchi: fieles a su filosofía, los japoneses supieron desmontar los códigos occidentales y tomando los elementos que más les interesaban, integrarlos en su propia cultura, ajustándolos allí donde era necesario para su explotación en masa. Así, esas narrativas no se adoptaron como propaganda, pero sí aportaron motivos de conflicto (amenazas globales, conspiraciones, tecnociencia) que se integraron en el cine, la televisión y el manga, resignificados por sensibilidades locales que privilegiaban entretenimiento y melodrama sobre catequesis política.
Traducción cultural de los arquetipos
Los personajes norteamericanos encontraron en Japón un canal privilegiado a través de adaptaciones y licencias que privilegiaban la función del héroe sobre su biografía. Poderes, iconografía y moral se reubicaron en estructuras japonesas de la series del monstruo-semanal. Este trasvase consolidó a los héroes como figuras reconocibles y comerciables, pero transformadas por el lenguaje del tokusatsu. Supaidaman es el ejemplo perfecto: conserva el símbolo y los poderes de Spider-Man, pero cambia el marco, el tono y los rituales narrativos.
Entre los 60 y los 80, el diálogo entre cómic estadounidense y manga/tokusatsu se volvió más denso. El impulso industrial que dio lugar al auge televisivo en los hogares japoneses, la venta de licencias y la segmentación por públicos facilitaron que arquetipos norteamericanos se integraran en un ecosistema cultural autóctono ya maduro. La industria absorbía técnicas y motivos, superhéroes y ciencia ficción principalmente,y los reimaginaba como productos locales de alto impacto social, especialmente entre los consumidores más jóvenes, creando una cultura de franquicia que luego influiría en el mercado global y que en su momento ayudó a resucitar la tocada economía e industria japonesa.
Los símbolos y poderes de los héroes estadounidenses ofrecieron atajos visuales eficaces para un público masivo, acelerando la identificación y el merchandising. Al pasar por el "filtro Tezuka" y el tokusatsu, se convirtieron en catalizadores de innovación doméstica, más que en simples importaciones, preparando el terreno para adaptaciones que hoy son patrimonio cultural, como el Spider-Man de Toei, y el resto de grandes iconos de la cultura pop posteriores como Godzilla o el género Super Sentai.
Supaidaman es diferente: tokusatsu, Leopardon y patadas aéreas
La serie abrazó por completo la estética y el pulso del tokusatsu. Los actores enfundados en licra de colores corrían por azoteas, daban brincos increíbles ayudados por cables, y los combates cuerpo a cuerpo recordaban a la escuela Showa, con golpes claros y coreografías exageradas. La Pulsera Arácnida de Takuya disparaba fluido de telaraña y le permitía invocar a la nave Marveller, que se transformaba en Leopardon, un robot gigante que resolvía la mayoría de los episodios con enfrentamientos mecha. La serie combinaba villanos esperpénticos con arcos más prolongados, conspiraciones de alto voltaje y momentos de pura adrenalina que hoy siguen encantando a los fans. alguna que otra carcajada también te sacan, para qué engañarse
Takuya Yamashiro no es Peter Parker; es un héroe con identidad propia que se mueve en un marco narrativo propio
El motor narrativo estaba construido sobre elementos clásicos del tokusatsu reconvertidos con un motivo arácnido: un mentor alienígena (Garia), motivos de venganza por la muerte del padre de Takuya y organizaciones secretas, todo envuelto en un tratamiento visual y físico muy directo. Leopardon, con su espada y su fuerza descomunal, se convirtió en la carta de identidad de la serie en Japón, y su combinación con la nave Marveller ofrecía un espectáculo que pocas producciones contemporáneas podían igualar. si bien en occidente la serie pasó desapercibida durante décadas, conocida sólo por los marvelitas más consagrados al personajes, con el tiempo se ha convertido en meme. ¿Spider-Man con una metralleta? Es de aquí.
Impacto cultural y legado del Hombre Araña nipón
El Spider-Man japonés consolidó la fórmula "héroe + robot gigante", que Toei luego desarrolló en otras series super sentai, moldeando la genética del tokusatsu y, décadas más tarde, dando lugar a franquicias como Power Rangers. Aunque la influencia exacta puede discutirse, historiadores del género coinciden en que la serie normalizó la integración de mechas en historias de héroes enmascarados, un recurso que se convirtió en marca de la casa de Toei.
La serie, que puedes ver gratis hoy en día, también dejó su huella en la cultura pop mediante coberturas de aniversario, reediciones y guiños en pelis y cómics actuales de Marvel. La serie conserva su popularidad por la sinceridad con la que aborda el melodrama típicamente japonés y ese toque retro que ya tiene la serie. Los votos de venganza, las guaridas secretas y los ajustes de cuentas le quedan bien a esta versión rara de Spider-Man, que es no simplemente camp o irónica. Takuya Yamashiro no es Peter Parker; es un héroe con identidad propia que se mueve en un marco narrativo Showa, con un motivo arácnido y un remate mecha que le da personalidad.
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