Si eres fan de los cómics, las películas y los juguetes de los años 80, seguro que viviste en el cine las aventuras de dos personajes que marcaron una época: He-Man y Superman. El primero era el héroe de Eternia y protagonista de la Saga Masters del Universo, un mundo de fantasía donde luchaba contra el malvado Skeletor con su espada mágica. El segundo era el hombre de acero, el último superviviente de Krypton, que defendía la Tierra de todo tipo de amenazas con sus superpoderes en nombre de todo lo que es bueno con su roja capa ondeando al viento.
Ambos tenían series de dibujos animados, cómics y figuras de acción que hacían las delicias de los niños (y no tan niños) de la época. Y las dos sufrieron un sonado batacazo cinematográfico que acabó con una de las productoras más importantes de aquel momento Estos dos iconos de la cultura pop tuvieron una conexión muy curiosa y desafortunada en el cine. Y todo por culpa de una compañía llamada Cannon Films, que se hizo famosa (o infame) por producir películas de bajo presupuesto y calidad cuestionable.
Cannon Films, la fábrica de cine basura
Cannon Films fue una empresa fundada en 1967 por Dennis Friedland y Chris Dewey, que se dedicaba a distribuir películas extranjeras y de serie B en Estados Unidos. En 1979, fue comprada por dos primos israelíes, Menahem Golan y Yoram Globus, que tenían una visión muy particular del negocio cinematográfico. Su estrategia era simple: producir muchas películas de bajo presupuesto, esperando que el éxito de unas pocas compensara las pérdidas de las demás. Así, se lanzaron a hacer películas de acción, terror, comedia, ciencia ficción y cualquier género que pudiera atraer al público.
Al principio, la cosa les funcionó bastante bien, especialmente con películas de acción protagonizadas por actores como Chuck Norris, Charles Bronson o Jean-Claude Van Damme. Películas como El guerrero americano, El justiciero de la ciudad o Contacto sangriento se convirtieron en modestos éxitos de taquilla pero grandes éxitos de videoclub, que se tradujeron en fama y dinero. Pero Golan y Globus no se conformaban con eso. Querían hacer películas más ambiciosas, más prestigiosas, más caras. Querían competir con los grandes estudios de Hollywood. Y ahí empezaron sus problemas.
Superman IV, el sueño imposible
En 1986, Golan y Globus consiguieron hacerse con los derechos de una de las franquicias más populares del momento: Superman. Los productores originales de las películas del hombre de acero, Alexander e Ilya Salkind, habían perdido el interés en el personaje tras el fracaso de Superman III y Supergirl, y decidieron vender la producción de Superman IV a Cannon Films. El acuerdo incluía un pago de 5 millones de dólares y dejaba todo el trabajo en manos de Golan y Globus, que prometieron hacer una gran película con un presupuesto de 36 millones de dólares.
Para ello, contaron con la colaboración de Christopher Reeve, el actor que había dado vida a Superman en las tres películas anteriores. Reeve aceptó volver a ponerse el traje azul y rojo a cambio de tener más control creativo sobre el guion y la dirección. Reeve era muy consciente e la influencia que Superman tenía entre los espectadores más jóvenes y quería usar al personaje para transmitirles valores sólidos y una película con un profundo mensaje antibelicista en un momento de importante tensiones sociales y políticas Así, se le ocurrió la idea de que Superman se enfrentara al problema de las armas nucleares, que era un tema muy candente en plena Guerra Fría. Reeve pensó que sería una buena forma de darle un mensaje positivo y pacifista a la película, y convenció a Golan y Globus de que era una buena idea.
Pero lo que parecía un sueño pronto se convirtió en una pesadilla. Cannon Films comenzaba a sufrir serias dificultades financieras debido a que había invertido mucho dinero en proyectos que no habían dado los resultados esperados. Para cubrir los agujeros, Golan y Globus recurrieron a vender los derechos de futuras películas, incluyendo Superman IV, a otros distribuidores, que les exigieron recortes en el presupuesto.
He-Man se come a Superman
Pero Superman IV no fue el único proyecto que sufrió las consecuencias de la mala gestión de Cannon Films. Otro de los grandes proyectos que tenían entre manos era Masters del Universo, una adaptación al cine de la exitosa serie de animación y juguetes de He-Man creada por Mattel. Golan y Globus habían firmado un acuerdo con la juguetera para hacer una película que aprovechara el tirón comercial de He-Man. Hay que señalar que la línea de juguetes había sido la más exitosa de la industria desde el lanzamiento de las figuras originales de Star Wars, y supuso un vuelco económico no solo para Mattel, si no que fue un revulsivo multimillonario para el mundo del juguete. Sin embargo, los productores no entendían muy bien el concepto de la serie, y decidieron hacer una película que se alejara bastante de la fuente original, apostando por un acercamiento a las aventuras de tintes de ciencia ficción más convencionales que triunfaban en aquel momento.
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Así, en lugar de ambientar la película en el mundo de fantasía épica de Eternia, donde He-Man luchaba contra Skeletor y sus secuaces, la trasladaron a la Tierra, donde He-Man y sus aliados correteaban por las calles de un pueblo convencional del medio-oeste norteamericano acompañado de unos adolescentes que les ayudaban a recuperar un artefacto mágico llamado La Llave Cósmica. La razón de este cambio era, por supuesto, ahorrar dinero en los decorados y los efectos especiales, que eran muy caros para el presupuesto de Cannon Films. Además, los productores contrataron a Dolph Lundgren, un actor sueco que había interpretado a Ivan Drago en Rocky IV, para hacer el papel de He-Man, sin importarles que no hablara bien inglés y que tuviera que doblar sus propios diálogos es postproduccion.
Para completar Masters del Universo, Golan y Globus tuvieron que recurrir a otra de sus malas prácticas: reducir el presupuesto de otras películas para financiar la suya. Y una de las películas que sufrió este recorte fue, precisamente, Superman IV. Así, el presupuesto inicial de 36 millones de dólares se quedó en 17 millones, lo que afectó gravemente a la calidad de la película. Los efectos especiales, el vestuario, el maquillaje, la música, el montaje… Todo se vio perjudicado por la falta de dinero y de tiempo. Christopher Reeve, que había puesto mucha ilusión en el proyecto, se sintió traicionado y decepcionado por los productores, y lamentó la situación hasta el momento de su fallecimiento.
Frank Langella como Skeletor en Masters el Universo
El final de una era
Superman IV se estrenó en julio de 1987, y aunque fue rentable, no alcanzó las expectativas que se habían creado. La crítica la destrozó, y el público la rechazó. Fue considerada una de las peores películas de la historia del cine, y supuso el final de la saga de Superman protagonizada por Christopher Reeve. Masters del Universo se estrenó en agosto de 1987, y tampoco le fue mucho mejor. La crítica la calificó de aburrida y ridícula, y el público la ignoró.
Cannon Films, al borde de la quiebra, intentó salvarse haciendo secuelas de sus películas más exitosas, como El guerrero americano, y una película de Spider-Man de la que habían comprado los derechos sin saber muy bien qué hacer con ellos. Pero nada de eso funcionó, y la empresa se declaró en quiebra en 1994, tras una larga serie de malas decisiones.
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