Puestos a enumerar cosas podría ser que su falta de dinero les deja menos tiempo para ocio y lo centran en el trabajo, que ser hijos de la era digital les hace más eficientes, o incluso que la IA realmente ha dado esos frutos que tanto nos venden día tras día. Pero la razón por la que la productividad de la Generación Z está creciendo a un ritmo sorprendente es otra muy distinta, es porque consumen un 20% menos de alcohol per cápita que los Millenials a su misma edad.
El fenómeno sobre los hábitos de consumo de los jóvenes Gen Z no es nuevo y, de hecho, ya ha colocado a más de una compañía de bebidas espirituosas al límite, e incluso ha despertado las alarmas de los dueños de restaurantes. Los últimos estudios realizados, sin embargo, poco o nada tiene que ver con esa perspectiva. Su enfoque está más orientado al hangxiety y sus repercusiones.
El término, una mezcla de hangover y anxiety (resaca y ansiedad), es el ejemplo perfecto de cómo la experiencia de la Generación Z con el alcohol no se parece en nada a la que arrastraban sus padres y abuelos. Lo que para aquellos apuntaba a desinhibición y desconexión de la realidad, para ellos supone un palo en las ruedas tanto a nivel real como digital.
Evitar esas copas la noche de antes hace que su salud física y mental, dos de las banderas clave de los jóvenes actuales, no se vean repercutidas en los dos días posteriores en forma de resaca o deterioro cognitivo. De la misma forma, su reputación social y en redes se mantiene intacta al no exponerse a situaciones que puedan poner su futuro en riesgo por culpa de un vídeo viral que puede echar por tierra todo el esfuerzo acumulado entre amigos o el trabajo.
Detrás de todo este discurso, que desde fuera de la Generación Z puede mirarse con una ceja levantada, lo que hay es una respuesta de la ciencia que no duda en darles la razón. Eliminar el alcohol de su ocio provoca que duerman mejor al no influir en su fase REM, que su procesamiento neuronal salte de picos y valles de motivación a una dopamina mucho más estable, que no sufran altibajos de insulina que provoquen cansancio y somnolencia y, en definitiva, que la productividad de los Gen Z termine muy por encima de la media.
Aquellos trabajadores que escapan de ese vicio cada vez más en decadencia, lo hacen conscientes de que es mejor para su salud mental y física, pero probablemente no sean conscientes de que, con ello, se están convirtiendo en empleados mucho más ágiles y creativos a la hora de realizar tareas que quienes tienen que lidiar con las secuelas que deja el alcohol en las 24 o 48 horas posteriores a la ingesta.
Imagen | U671 en Midjourney
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