En el diciembre de 1955, el coronel Harry Shoup está sentado frente al teléfono rojo del centro de mando CONAD, la Continental Air Defense Command. Sumidos en plena Guerra Fría, los estadounidenses dependen de él para controlar lo que en cualquier momento puede convertirse en una crisis de escala mundial. Cualquier llamada que entre por ese teléfono puede ser un aviso del pentágono sobre un ataque nuclear inminente, pero cuando empieza a sonar y descuelga, lo que se encuentra es la voz de un niño.
La vocecilla le pide amablemente hablar con Santa Claus y, pensando que se trata de una broma de mal gusto, se pone hecho un basilisco. El enfado no le dura mucho, en cualquier caso, porque tras empezar a gritar se percata de que el niño ha empezado a sollozar, entendiendo con ello que es una llamada completamente real. Lejos de quitárselo de encima con alguna excusa y avisarle de que se ha equivocado de teléfono, decide seguirle el juego. Al despedirse y colgar, el teléfono vuelve a sonar.
Siguiendo a Papá Noel por radar
Conforme avanza el día, las llamadas empiezan a amontonarse y decide pedir ayuda a sus compañeros. Quienes están controlando los radares para evitar un ataque aéreo, se suman a la línea telefónica para contestar las llamadas de todos los niños que contactan con la base aérea para poder hablar con Papá Noel. Lejos de intentar suplantarlo, lo que hacen es buscar en los mapas para darle a los críos las coordenadas correctas de en qué punto está el trineo de Santa en cada momento.
No tardan en descubrir que el motivo detrás de las insistentes llamadas se esconden detrás de un inocente error. Como campaña navideña, unos grandes almacenes habían colocado en el periódico local un anuncio en el que avisan a los niños de poder establecer línea directa con Santa Claus. Para poder hablar con él sólo tienen que acudir hasta la tienda o, en su defecto, llamar por teléfono al número que aparece impreso. La mala suerte quiso que, por culpa de un error tipográfico, el número apuntase al teléfono rojo de la base CONAD en vez de a la línea de llamadas que habían creado para la ocasión.
Sin embargo, lo que empezó como un error no tardó en convertirse en una preciosa tradición. Desde aquél año, la base reúne a miles de militares y voluntarios civiles para contestar llamadas de niños en busca de Papá Noel. Su labor es explicar a los críos en qué punto se encuentra su trineo valiéndose de satélites infrarrojos para detectar la firma de calor de la nariz de Rudolph, lo que a su vez les permite desplegar varios cazas para escoltar a Santa mientras reparte sus regalos por toda Norteamérica.
Con una página web que hoy en día muestra esos mismos datos en tiempo real a los 15 millones de personas que acuden a ella para ver qué camino está trazando Santa Claus, durante el pasado 2024 la base recibió más de 130.000 llamadas en apenas 24 horas. Es el único día del año en el que la base deja a un lado el objetivo antinuclear con el que nació para abrazar otra tarea mucho más entrañable.
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