La multinacional Embracer Group, una compañía que se ha hecho un importante nombre en el mercado reciente al adquirir decenas de licencias como Tomb Raider, El Señor de los Anillos o Tripwire Interactive, perdió un acuerdo por valor de 2.000 millones de dólares en mayo pasado. Hoy sabemos que este acuerdo era con Savvy Games Group, propiedad de Mohammed bin Salman.
Antes de continuar, recordemos que ese cheque con nada menos que nueve ceros escritos en él propició la compra de las últimas compañías y licencias del holding sueco. Lars Wingefors, CEO de Embracer Group, adelantó que hasta ese fatídico mes de mayo "tuvimos un flujo de efectivo increíble" con una empresa de la cual no daba el nombre. Un acuerdo que significaba un "compromiso realmente sólido" y semejante cantidad de dinero "establecería un nuevo punto de referencia para la industria del juego" en su favor.
Sin embargo, tras meses de negociaciones y con todo a su favor, el acuerdo se truncó en apenas unas horas. Según recoge Axios y el periodista Stephen Totilo, la compañía al otro lado de la mesa no era otra que Savvy Games Group, un holding empresarial respaldado por el controvertido Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita (PIF), y dirigido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman.
La presencia del PIF en el mundo de los videojuegos no nos pilla de nuevas. En septiembre pasado, Savvy Group anunció su interés por invertir nada menos que 37.800 millones de dólares en la industria, de los cuales 13.000 millones estaban destinados a la compra de una gran compañía. Además, el gobierno saudí ya adquirió una importante participación del 8,1% de Embracer Group en junio de 2022 en una operación que le reportó 1.000 millones de dólares a los europeos.
Este movimiento de compras y capital también tiene a Electronic Arts o Nintendo en el punto de mira. Tanto estadounidenses como japoneses firmaron inversiones mil millonarias con el Fondo de Inversión Pública de Arabia Saudita, algo que les hizo granjear ciertas quejas debido a la procedencia de este dinero y las preocupaciones éticas que el gobierno de Oriente Medio suscita.