Nuestra labor en el museo de Sócrates va más allá de ir completando esqueletos de dinosaurios, y tiene mucho que ver con lo que hacemos en la vida real

Nuestra labor en el museo de Sócrates va más allá de ir completando esqueletos de dinosaurios, y tiene mucho que ver con lo que hacemos en la vida real

Realmente, lo que aparentemente es simple coleccionismo va mucho más allá: documentamos el mundo para nunca olvidarnos de cómo era 

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Museo Animal Crossing
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Bárbara Gimeno

Colaboradora
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Bárbara Gimeno

Colaboradora

Cuando entras por primera vez al museo de Animal Crossing, la sensación no es muy distinta a la de visitar un centro cultural de este tipo en la vida real. Es un espacio silencioso, de arquitectura bastante solemne, donde cada sala nos invita a detenernos y a contemplar. El búho Sócrates, con su voz pausada y sus inteligentes comentarios, es nuestro guía en una misión que va mucho más allá de completar una colección. Lo que parece, en principio, una mecánica de coleccionismo más se convierte en un acto simbólico: el de preservar la memoria del mundo a través de peces, fósiles, insectos y obras de arte.

Animal Crossing nos da una isla para habitar, decorar y llenar de vida, y el museo funciona como su corazón cultural. Allí se reúne todo lo que hemos encontrado, lo que hemos ido catalogando y lo que, de alguna forma, quedará como nuestro legado. Jugar se convierte, entonces, en ir construyendo un archivo ecológico y cultural que habla tanto de nuestra curiosidad como de nuestra responsabilidad con el entorno.

El coleccionismo como memoria viva

A primera vista, donarle peces, fósiles o insectos a Sócrates puede parecer una tarea repetitiva e incluso un poco aburrida. Sin embargo, detrás de cada cosa que le damos hay una idea poderosa: estamos registrando la diversidad del mundo, aunque sea de un mundo digital. Cada especie que capturamos y donamos deja de ser un objeto efímero y pasa a formar parte de una memoria colectiva que se queda expuesta en vitrinas y acuarios.

Lo fascinante es cómo esta dinámica refleja las prácticas reales de la historia natural. Los museos del siglo XIX, especialmente los de Europa, se construyeron gracias a expediciones científicas que se dedicaban a recolectar especies para estudiarlas y clasificarlas. En Animal Crossing, esa labor se simplifica y se vuelve accesible, pero mantiene ese espíritu de ir reuniendo fragmentos del mundo para comprenderlo y apreciarlo.

Animal crossing

Hay que decir que al recorrer las salas que ya hemos ido completando, con esqueletos de dinosaurios reconstruidos y acuarios llenos de peces brillantes, sentimos algo parecido a lo que uno experimenta en el Museo de Historia Natural de cualquier gran ciudad —si vais a Londres, no os lo perdáis—. El juego nos recuerda que cada ser, por pequeño que sea, tiene un lugar especial en la memoria del planeta.

Fósiles y bichos: historia natural en miniatura

Dos de las secciones más icónicas del museo —la de los fósiles y la de los insectos— son buenos ejemplos de la ambición de Animal Crossing como proyecto cultural.

Los fósiles, con sus piezas dispersas que debemos ir encontrando conforme excavamos y que terminan por encajar, nos hacen sentir un poquito paleontólogos. Cada hueso hallado es parte de un rompecabezas más grande: el esqueleto de un dinosaurio que, cuando está completo, se exhibe con toda su majestuosidad. Esta mecánica no solo tiene que ver con esa curiosidad infantil por los dinosaurios, sino que también plantea una lección sutil sobre el tiempo y la fragilidad de las especies.

Los insectos, por otro lado, son la prueba de la diversidad viva del presente. Desde mariposas hasta escarabajos, cada ejemplar se presenta con un nivel de detalle increíble, acompañado de entradas enciclopédicas que mezclan humor y ciencia. Lo que en otros juegos sería un simple trofeo, en Animal Crossing se convierte en una pieza de conocimiento, un recordatorio de la riqueza natural que nos rodea.

Tanto los fósiles como los insectos colocan al jugador en una doble perspectiva, la de mirar hacia atrás, hacia la historia perdida de la Tierra, y hacia adelante, hacia la preservación de lo que aún tenemos.

El personaje de Sócrates en sí mismo representa de alguna manera el espíritu de la conservación. Con sus comentarios, a menudo resabidos (aunque con razón) y algo excéntricos, nos recuerda que cada donación importa y que detrás de cada pez o fósil hay una historia que merece ser contada.

Animal crossing

A nivel cultural, el acto de catalogar especies en Animal Crossing tiene también mucho que ver con una tradición humana milenaria: la de ordenar el mundo para entenderlo. Desde los gabinetes de curiosidades del Renacimiento hasta las bases de datos modernas, los humanos siempre hemos buscado recopilar, clasificar y preservar aquello que nos rodea. Este juego convierte esa práctica en algo cotidiano pero cargado de sentido.

Además, la figura de Sócrates le da un matiz emocional, ya que sin nuestras donaciones, el museo estaría vacío, incompleto. Somos los protagonistas en la construcción de un archivo común. Esa responsabilidad, que se nos presenta dentro de un tono amable y relajante, refuerza la idea de que cuidar y preservar puede ser también un punto más del juego.

Un archivo ecológico en tiempos de crisis

Resulta especialmente relevante pensar en el museo de Animal Crossing dentro del contexto actual, marcado por el cambio climático y la pérdida cada vez más acelerada de biodiversidad. Lo que hacemos dentro de nuestra isla digital —preservar especies, reconstruir fósiles y coleccionar arte— tiene un peso simbólico que va más allá del juego.

En un mundo donde muchas especies están en peligro, ver cómo nuestras capturas encuentran un lugar seguro en las vitrinas virtuales puede hacernos reflexionar sobre la fragilidad de la naturaleza. El museo no solo celebra la diversidad sino que también nos hace pensar en que lo que hoy conocemos podría desaparecer en cualquier momento.

De algún modo, completar la colección en Animal Crossing se convierte en un acto de resistencia cultural donde guardamos la memoria de lo que existe, incluso si es en una forma digital. El juego, y aunque este no sea su objetivo principal, nos recuerda la importancia de cuidar y documentar nuestro entorno antes de que sea demasiado tarde.

Así, lo que comienza como una tarea secundaria en el ciclo de Animal Crossing termina convirtiéndose en el núcleo simbólico de la experiencia. El museo se convierte en el archivo vivo de nuestra isla, en el reflejo de nuestra curiosidad y de nuestro esfuerzo.

En cada fósil que vamos encajando, en cada mariposa que donamos y en cada pez que nada en los acuarios, late la misma idea central: la de que los videojuegos también pueden ser espacios de memoria cultural y ecológica. Lo que preservamos en el museo virtual no es tan distinto a lo que intentamos preservar en el mundo real, o sea,  la historia de la Tierra, su diversidad y su belleza.

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