Prometía ser el mejor año de la historia y al final se ha retrasado casi todo ¿Y ahora qué?

Prometía ser el mejor año de la historia y al final se ha retrasado casi todo ¿Y ahora qué?
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2022 se ha desinflado. Es una realidad. Son cada vez más los juegos que se pasan al año que viene y rezamos por los que aún permanecen. Pero, ¿es esto algo malo o podemos aprovecharnos de la situación?

La secuela de Zelda Breath of the Wild. Starfield. Red Fall. STALKER 2. Test Drive Unlimited: Solar Crown. The Day Before. Suicide Squad; Kill the Justice League. Replaced. Advance Wars 1 + 2: Re-Boot Camp. Son muchos los juegos que se han retrasado y otros, como God of War Ragnarok o Hogwarts Legacy, que temblamos para que no lo hagan.

Y es una lástima, sí, porque se suponía que este iba a ser EL año. El equivalente a 2015 que nos regaló juegos tan grandes como The Witcher III, Bloodborne o Batman Arkham Knight. No solo eso, sino que supuso el verdadero pistoletazo de salida a la actual generación, donde por fin se iban a ver juegos que abandonan la etapa intergeneracional para mostrar experiencias completamente next-gen. Pero todo esto, lamentablemente, se ha diluido por los retrasos que han terminado por conformar un febrero-marzo apoteósico y unos agujeros en el calendario mayúsculos. Como comunicador, no recordaba algo así en mucho tiempo. Sí, siempre hay épocas más o menos flojas, pero, en líneas generales, salían un buen puñado de títulos que, mes tras mes, lograban insuflar algo de vida a los doce meses del año. Este fenómeno no solo se ha producido por los retrasos, sino por el apelotonamiento de una cantidad insana de juegos en febrero y marzo, como Horizon: Forbidden West, Dying Light 2, Elden Ring, Sifu, Gran Turismo 7, Tunic o Ghostwire Tokyo.

Podemos lamernos las heridas y creo que es lícito abrir una línea de reflexión hacia por qué tantos juegos se retrasan, sobre todo secuelas que tienen la oportunidad de trabajar sobre el material existente y, aun así, se toman sus cuatro o cinco años como la entrega original. Pero mientras debatimos de todo esto, creo que 2022 se puede convertir también en una oportunidad.

Una oportunidad para recuperar ese catálogo de juegos que van arrastrando los años pasados y con los que siempre decimos que nos vamos a poner y nunca hacemos. Lo sé, el FOMO (Fear of Missing Out), la sensación de que hay que estar al cien por cien con la actualidad o te estás perdiendo algo, es algo muy fuerte, pero lo bueno es que con tantos retrasos se abren huecos grandes que podemos suplir con títulos ya comprados y eternamente demorados u ofertas suculentas.

Con tantos retrasos se abren huecos para otros títulos ya comprados o eternamente demorados

En mi caso, 2022 me está sirviendo para ello. He revisado mis bibliotecas y refrescado mi lista de deseos de juegos ya publicados para adquirir obras interesantes que siempre había tenido en la recámara, pero que nunca encontraba el momento. Lo he focalizado en juegos que posean sistemas originales o incluso que huyan de las mecánicas tradicionales de acción y estoy descubriendo (tarde) algunas verdaderas joyas que me están dando momentos únicos. También para rejugar clásicos que tenía ganas, pero con los que siempre encontraba algo más prioritario. Gajes del oficio.

Así que para mí 2022 está siendo una oportunidad. De salir de la zona de confort y de los grandes nombres y reencontrarme con una industria que, aunque no todo lo que me gustaría, es más variada de lo que parece. Hace poco creo que Kotaku perdió la perspectiva con un titular en el que decía que el Xbox Game Pass se había desinflado, identificando el servicio con grandes juegos triple A de lanzamiento el día 1, y se quejaba de que no había suficientes. La verdad es que se lo dejaron en bandeja al CM de Xbox para contestarle que la industria es algo más que Triples A. Y es cierto. Incluso en el catálogo de Game Pass puedes encontrar juegos no solo de la talla de Tunic o Trek To Yomi, sino algo menos conocidos, pero muy relevantes como Norco, Citizen Sleeper o ese fenómeno que ha sido Vampire Survivors. Incluso hace poco añadieron joyas que merece la pena reivindicar como Her Story, la saga Danganronpa o This War of Mine.

No va a terminar siendo esa gran añada del videojuego

Podemos ver a 2022 como una tragedia. Definitivamente, no va a terminar siendo esa gran añada del videojuego que se recuerde en futuras décadas como lo podría haber sido si hubieran salido juegos como Starfield o la secuela de Breath of the Wild. Pero eso no significa que tengamos que sentarnos a esperar; todo lo contrario: no hay mejor momento para salir de tu zona de confort, hacer los deberes y reencontrarte la pluralidad de una industria que es mucho más que triples A o los juegos más nombrados.

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