Se ha convertido en tradición. Llega el día de lanzamiento de un nuevo Call of Duty y me quedo desde la medianoche que abren los servidores hasta que salga el sol jugando su campaña. Ya habrá tiempo para seguir enganchado a su multijugador tras lo vivido en la beta porque, pese a sumar ahí las ganas que tengo de volver a los zombis clásicos, las tradiciones no se rompen. Salvo Call of Duty Black Ops 6, que la ha roto por completo.
Prometía ser una noche especial. Una que llevo esperando desde que la campaña de Call of Duty Modern Warfare III me dejase con un sabor de boca con mucho agrio y poco dulce. El ansiado retorno a los orígenes, al espíritu de aquél Black Ops 2 que me robó ingentes horas de sueño, ha sido durante meses mi momento más esperado del año. Puede que el multijugador de Call of Duty Black Ops 6 ya haya mostrado mimbres de ese chute de nostalgia, y aún tengo la esperanza de que los zombis también hagan lo propio, pero la campaña… La campaña está lejísimos de ser lo que esperaba.
La nueva forma de entender Call of Duty
No tengo ninguna intención de entrar en spoilers o arruinarle a nadie sus muchas sorpresas. Ya habrá tiempo de extenderme más sobre ello cuando llegue la hora de hacer su análisis. Pero sí quería aprovechar esta noche en vela para que, quienes lleguen a él con la idea que llevaba yo, y salgan de él con unas sensaciones similares a las mías, sepan que no están solos.
Tal y como ocurría en casi todas las anteriores, salvo pequeñas excepciones que se aventuraban a experimentar lo justo como en Cold War, la campaña de Call of Duty demuestra haber perdido toda su personalidad. Haberla abandonado, en realidad, porque aunque aquí son evidentes las intenciones a la hora de perseguir ese desafío de meter variedad a paladas, al menos se ven y se palpan ideas. No las que uno esperaba de la acción frenética y palomitera de tiros y explosiones que colocaron a esta saga en el pedestal en el que estaba, desde luego, pero ideas al fin y al cabo.
¿Cómo explicar esas ideas sin chafarle a nadie la sorpresa, pero justificando el no haber entendido lo más mínimo a qué viene este batiburrillo? Bueno, no es especialmente complicado. Puedo decirte que en sus 7 horas de campaña hay dos o tres momentazos de los clásicos, esta vez especialmente breves y con un sentido del ritmo que deja bastante que desear al hilar un momento con otro. Y también que un par de niveles consiguen mantener esa esencia de lo que eran los Call of Duty de hace más de una década.
¿El resto? Pues muchísimo sigilo con un diseño de niveles que no hacen lucir sus tiroteos si optas por la acción que venías buscando. Muchísimo paseo de aquí para allá con un reciclaje de escenarios cerrados que se agarra a las convenciones más casposas del diseño de videojuegos (buscar tarjetas llave, tarjetas llave de colores). Y una coctelera en la que les ha cabido casi de todo, aunque no necesariamente bien.
Con la variedad por bandera
Está el nivel onírico en el que saltas entre piedras y recorres estrechos laberintos de tuberías como si esto de repente fuera Only Up. Un mundo abierto con viajes rápidos en el que viajar en coche mientras limpias campamentos como si fuera un Far Cry. El de elegir frases en una conversación con un protagonista mudo, jugar a las cartas y hacer minijuegos de ganzúas como si estuvieses en Skyrim. El que utilizas un gancho para ir volando por el nivel como si fueras Spider-Man mientras te persiguen zombis y monstruos en el mayor ejercicio de relleno de minutos que ha hecho la saga hasta ahora.
Ah, y estrechamente relacionado con ese último, el que pretende ser un Bioshock sin demasiada suerte. El momento en el que terminó sacándome por completo de la experiencia a base de más paseos, jefes finales de ultratumba, y las mencionadas tarjetas de colores. Una jugada que repite muchísimo, por cierto. He perdido la cuenta de las veces que he tenido que ir en busca de tres o cuatro cosas para poder avanzar. Y por si alguien lo duda llegados a este punto, sí, seguimos hablando de Call of Duty Black Ops 6. El CoD de la variedad.
Habría sido de agradecer que, al menos, en busca de ser otra cosa que vaya más allá de la colección de tiroteos y espectáculos palomiteros que tanto parecen molestar y hay que dejar atrás (sigo sin saber a por qué), ese riesgo hubiese valido la pena a nivel narrativo. Que realmente esta historia hubiese sido capaz de dejarme sin habla con sus giros y personajes. No es el caso.
Además de dejar en el banquillo de la trama a Adler y Woods, los dos personajes más carismáticos que tiene Black Ops ahora mismo, las volteretas que propone Call of Duty Black Ops 6 a nivel de guión son, cuando consiguen brillar algo, de lo más tibias. Y cuando no llegan a alcanzar ese nivel, a rozar un absurdo y previsibilidad que no hay por dónde cogerlo.
El último tramo, especialmente, con su correspondiente búscame unas piezas para montar un puzle y mátame a unos zombis, se alarga hasta la extenuación para rizar aún más el rizo. ¿Y sabéis qué es lo peor de todo? Que la culpa es mía.
Que realmente las campañas de Call of Duty son otra cosa desde hace mucho tiempo, y que por mucho que me empeñe en querer revivir aquellas historias con saltos en el último segundo, disparos a cámara lenta y explosiones de las que te calientan la espalda porque te han pillado por los pelos, eso ya no está aquí.
Que el mercado, las nuevas generaciones, o el hecho de que hacer esto en vez de aquello sea mucho más barato, es lo que marca la tendencia. Y que yo, o tú si en cierto sentido te has sentido identificado, nos hemos quedado fuera. Como la abuela que se queja porque ahora todo es Halloween y nadie se acuerda del Día de Todos los Santos, nos hemos quedado sin tradición.
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