Con Dragon Age: Dreadwolf en el horizonte, BioWare pretende recuperar aquella imagen de gran estudio de videojuegos que destaca por sus historias y propuestas RPG profundas, pero son muchos los que, desde hace unos años, vienen dudando de ellos. Son varios los críticos que han señalado los diferentes problemas que tienen los títulos más recientes de la compañía, y un exmiembro de la misma ha hablado abiertamente de uno de ellos.
David Gaider, quien fuera exdirector narrativo de la saga Dragon Age, piensa que BioWare se ha olvidado del factor principal que les hizo grandes: la escritura. En un reciente hilo de mensajes publicado en su cuenta personal de Twitter, Gaider ha hablado de cómo el trabajo de los guionistas está constantemente infravalorado en el sector:
"Escribir es una de esas disciplinas que está constantemente infravalorada. Es algo que todo el mundo se cree capaz de hacer ('¡Sé escribir una frase! ¡Sé lo que es una historia!') y, francamente, la diferencia entre escribir bien y mal se le escapa a muchos. Así que, ¿por qué pagar mucho por ello?
En los videojuegos, incluso se ve esta actitud entre los que quieren entrar en este sector. 'No tengo ninguna habilidad real... No sé crear arte, no sé programar, así que supongo que me haré guionista... Es mejor que el control de calidad'. Como si la escritura de juegos no necesitara de ninguna habilidad real para el desarrollo".
BioWare dejó de valorar a sus guionistas
Pero, si hablamos concretamente de BioWare, es porque el propio Gaider ha decidido elegir a la compañía en la que trabajó durante un tiempo como el mejor ejemplo de esta problemática de la que habla. El antiguo líder narrativo de Dragon Age está respaldando la huelga de guionistas actual, y apunta directamente a BioWare como una empresa que les hacía provocaba estar "resentidos en silencio":
"Incluso BioWare, que basó su éxito en la reputación de sus buenas historias y personajes, pasó poco a poco de ser una empresa que valoraba mucho a sus guionistas a una en la que... estábamos resentidos en silencio, y en la que la dependencia de una narrativa cara se consideraba el 'albatros' que frenaba a la empresa.
Quizá suene como una acusación fuerte, pero es lo que sentí claramente hasta que me fui en 2016. De repente, lo único que se preguntaban los responsables era '¿cómo podemos escribir menos?'. Una buena historia simplemente sucedería, gracias a una varita mágica, en lugar de ser algo que necesitaba apoyo y prioridad".
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