La pequeña Misfortune no tiene una vida fácil. Pero las cosas definitivamente no van a cambiar a mejor. Aun así, decide jugar a un extraño juego donde el premio final es la eterna felicidad. ¿Logrará su objetivo? Lo descubrimos en el análisis de Little Misfortune.
El estudio Killmonday parece estar estableciendo un patrón con sus videojuegos. Fran Bow ya resultó ser una inquietante aventura que utilizaba los contrastes para construir su macabra historia y Little Misfortune bebe mucho del anterior trabajo del estudio para crear la suya propia. Lo cierto es que no es un estilo que se prodigue mucho por un medio como el de los videojuegos, pero contraponiendo un estilo casi de dibujo animado colorido, con tonos pastel, a un siniestro planteamiento, establece una base, cuanto menos, atractiva.
Así, la vida de Little Misfortune se compone siempre de esta colisión de sensaciones en el jugador. Por un lado ves a esta niña tan mona llamada Misfortune, “hecha toda una señorita, eso es lo que soy”, hablando directamente al jugador y relatando con toda su ingenuidad lo disfuncional que es su familia. Recuerda cómo su padre pegaba a su madre y cómo a su madre le encanta beber esos “zumitos” mientras echa purpurina a la escena como remedio para la felicidad. Todo se arregla con un poco de purpurina.
La obra de Killmonday es siempre así, lanzando mensajes directos a la pantalla y rompiendo la cuarta pared cada vez que tiene ocasión. El narrador no tardará más de dos frases en dirigirse directamente a ti como jugador. Pero sucede algo inesperado, la pequeña Misfortune es también capaz de oír esta voz, y así se forma un diálogo que acompañará al resto de la aventura. El narrador propone un pequeño juego. Guiar a Misfortune hasta un destino concreto, donde recibirá como premio la felicidad eterna. En el camino tendremos que tomar pequeñas decisiones, a veces más inconscientemente que otras, para guiar los pasos de la también ingenua niña.
Rompe la cuarta pared cada vez que tiene ocasión
Se nota que Little Misfortune está escrito a conciencia para enternecer al jugador. Los monólogos de la pequeña protagonista son poco menos que adorables y se hace un uso constante de su inocencia para llevarla ante las situaciones más extrañas e inhóspitas. Y perdonad que esté siendo algo críptico, pero el juego es tan corto (apenas os durará unas 2 o 3 horas, aunque se le puede dar otra vuelta si tienes la suficiente curiosidad) que cualquier información de más por mi parte os haría sospechar demasiado de las intenciones de la trama.
Little Misfortune, la cruda y adorable realidad
Baste decir que Little Misfortune es una aventura sencilla, quizá más incluso que Fran Bow, donde más allá de tomar pequeñas decisiones e investigar elementos del escenario para escuchar la opinión de la niña, no hay mucho más que hacer. No hay puzles ni ningún tipo de mecánica que amenice la historia, pues en Killmonday el objetivo es exclusivamente llevarte de la mano por este curioso y algo surrealista viaje. Ni siquiera creo que haya un gran elemento diferenciador en las decisiones que tomas. Sí, influye drásticamente en el final, pero el juego en ningún momento te intenta poner sobre la pista correcta, más allá de mantener una cierta coherencia entre tus pensamientos, la causa y el efecto. Hasta nos dice directamente esa máxima que hizo un poco suya propia la saga The Witcher, con su “no hay buenas ni malas decisiones, solo consecuencias”.
Pero con todo, aunque Little Misfortune me ha resultado interesante, creo que no me he visto completamente cautivado por él, más allá de alguna de sus premisas. A medida que progresamos y vamos viendo realmente cuál es el misterio que rodea toda la aventura, no vemos ningún trasfondo detrás, para todos los sugerentes temas que parece querer tratar. Veréis: durante toda la aventura que vive nuestra protagonista, de apenas ocho años de edad, ocurrirán cosas realmente chocantes. Desde contarnos la terrible relación familiar, como presenciar muertes, escenas completamente estrafalarias y mágicas o mostrar al resto de los habitantes ocultar su tristeza o su felicidad detrás de máscaras que pueden adquirir cómodamente en una tienda. Pero, pese a que explora importantes temas, nuestro camino sigue adelante, inmutable, casi como si de un safari se tratase, con poco impacto real en la pequeña Misfortune o en el propio jugador. Se siente, al fin y al cabo como una oportunidad perdida. Una especie de museo de los horrores sociales a los que Misfortune lanza purpurina con un botón y poco más.
Se nota que Little Misfortune está escrito a conciencia para enternecer al jugador
Hay algo de intencionalidad en todo esto, no lo niego. Un estilo que esconde este pequeño juego que, pese a su aparente simpleza, puede conectar con muchos jugadores. Probablemente tenga mucho que ver con la recreación y sobre todo la voz de la propia Misfrotune y también del narrador (llamado señor Voces directamente) que consiguen generar una atmósfera de cuento macabro y “cute” como pocas veces se suelen ver en la pantalla. Pero es quizá el hecho de que sea un juego tan íntimo y personal lo que no lo pone nada fácil para una crítica. Porque, ¿favorece a su historia y ambientación la casi completa ausencia de mecánicas o acaso habrían ayudado a trasladar mejor el mensaje? ¿Busca tan siquiera resolver las preguntas que plantea o solo quiere mostrar una cruda realidad ante la que la única forma de responder por parte de la infancia es intentar arreglarlo todo con besos y purpurina?
Por todo ello, no hay otra forma de hacerse una idea de lo que es Little Misfortune que jugar a Little Misfortune por uno mismo. Recorrer sus sencillos escenarios, ver el mundo a través de los ojos de esta encantadora niña mientras imita a poderosos ninjas o habla con sus juguetes, con zorros antropomórficos y con el propio narrador, y entonces decidir si hay algo más en la obra de Killmonday que la cansada población, tras sus máscaras de felicidad, es incapaz ya de comprender.
Little Misfortune nos presenta a una encantadora niña y la particular visión del mundo a través de sus ojos. Un atípico juego que huye de cualquier tipo de mecánica más allá de ir hacia adelante, observar el siniestro mundo que nos rodea y tomar pequeñas decisiones que decidirán el futuro de la aventura. Pero lo importante no es el final, sino el camino, y me temo que no hay otra forma que recorrerlo por uno mismo para hacerse una idea de cómo será la experiencia final.
- La pequeña niña Misfortune es encantadora, con una voz que le da mucha personalidad.
- El macabro contraste entre situaciones duras y crueles bajo un prisma de ingenuidad y encanto infantil.
- Por momentos, no sabes exactamente a dónde quiere apuntar el videojuego con su historia.
- Su sencillez es loable, pero a veces juega en su contra y no logra despertar el interés del jugador.
