Carta a un ludópata

Carta a un ludópata

Es probable que durante los próximos días leáis mucho sobre Slots & Daggers, pero esta carta de amor no va dirigida sólo a la última joya oculta de Steam

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Slotsdaggers
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Rubén Márquez

Editor - Trivia
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Rubén Márquez

Editor - Trivia

Hola, Carlos. Sé que hace más de 20 años que no te veo y puede que el tiempo desde la última vez que hablamos sea aún más, pero durante las últimas horas no he podido sacarme tu imagen de la cabeza. Este debía ser otro texto más sobre otro de esos muchos descubrimientos de Steam de los que escribo a veces. Un juego llamado Slots & Daggers. Pero a diferencia de todos los anteriores, con este me resulta tremendamente incómodo hablar de lo bien que me lo he pasado con él.

Lo que por aquella época sólo eran partidas al Pro o al último GTA ha cambiado muchísimo. La variedad del mundo del videojuego y la intención por destacar hace que ahora los desarrolladores le tiren a todo, incluso a gamificar ideas que hace unos años nos habrían resultado perversas y ahora nos parecen lo más normal del mundo. Las cajas de loot normalizaron las apuestas, hay carreras de caballos disfrazadas de monas chinas, y los pachinkos japoneses están a la orden del día. Este juego, en concreto, es de una tragaperras. Imagínate. Sé que no estás al tanto de todas estas idas y venidas de lo que ya era nuestro hobby favorito porque, después de todo, ni siquiera estás. 

La verdad es que queda lejos de ser aquellas máquinas en las que, incluso tiempo después de romper el contacto por tus problemas, te veía jugando día tras día cuando pasaba por delante del bar. Esto quiere ser otra cosa, claro, otro disfraz. Aquí no hay viejos alrededor, ni ese olor a rancio que rodeaba a la máquina en la que te perdíamos cada vez que quedábamos allí.

Verás, te cuento porque la historia tiene su miga. Poco después de lo tuyo se hizo famoso un juego llamado Puzzle Quest. Su idea era la de retorcer los puzle tipo match-3, que empezaban a hacerse famosos por aquella época, para adaptarlos a la idea un juego de rol. Uniendo piezas atacabas, uniendo otras te defendías, y haciendo lo propio con el resto también podías hacer magias que te curasen o acabasen con un enemigo. 

Slots & Daggers

Desde entonces, la idea no ha dejado de crecer, empujando los límites para adaptar la fórmula a casi cualquier concepto que te pueda venir a la cabeza. La moda de lo roguelike y los juegos incrementales agarrándose a elementos comunes o reconocibles de nuestra vida diaria ha terminado dándonos timbas de póker como la de Dungeons & Degenerate Gamblers, apuestas de dados como la de Die In The Dungeon, pachinkos como el de Ballionaire, y hasta hay en marcha un empujador de monedas llamado Raccoin. Reconozco con más vergüenza que orgullo que con ninguno de ellos he vuelto a acordarme de ti, pero aunque Slots & Daggers no es el primero en acercarse a esa idea, su transformación de las tragaperras en un videojuego ha hecho clic en ese recuerdo. 

La fórmula es exactamente la misma. Esto va de atacar enemigos a base de espadas y magias mientras te proteges con un escudo y aprovechas los beneficios de cada victoria para mejorar más tu daño, conseguir objetos que te echen un cable en la siguiente pelea, e ir incrementando tus posibilidades para que, cuando mueras y vuelvas a empezar, lo hagas con más poder y posibilidades de llegar más lejos en la próxima run. 

La gran diferencia aquí es que, en esta ocasión, lo que marca esos ataques, defensas y magias son los rodillos girando de una tragaperras. Te lo digo sinceramente, es un muy buen videojuego, pero no puedo evitar sentirme mal al decirlo mientras esa imagen a través de los cristales de la puerta del bar vuelve a mi cabeza. 

Slots & Daggers

Nunca he tenido problemas para separar la realidad de la ficción. Me sigo riendo del absurdo de todas esas estadísticas inventadas que atan los videojuegos a la violencia, y hasta me sentí insultado al ver que Balatro, un juego con una idea similar a esta pero con el póker como base, terminó censurado en varias tiendas de móviles por ser considerado una línea roja entre el videojuego clásico y las apuestas con dinero. Me pareció absurdo entonces y muy probablemente me parecería absurdo ahora de no ser por haber vivido lo tuyo tan de cerca. Va a ser cierto aquello de que cada uno ve el mundo a su manera, y que lo que te marca en algún punto lo arrastras toda la vida. 

Pese a ser un gran roguelike y estar increíblemente bien parido, reconozco que Slots & Daggers juega al límite ya desde su demo de Steam. Junto a la ruleta que cambia las piezas de frutas por arcos y dagas hay una servilleta de bar, de esas que parecen más plástico que papel; lo que a todas luces parece un whiskazo con una rodaja de naranja y un hielo, y un cenicero con un cigarro encendido al que sólo le falta tener aquellas forma de metal, donde se consumían los tuyos hasta el filtro, para acabar de cerrar el círculo. 

Los giros de los rodillos, los ruiditos al hacerlo que se suman a los de la propia máquina, o ese característico caer de las monedas que era como música para tus oídos, también están aquí. La gran diferencia es que esto es indudablemente otra cosa, que aquí el dinero es de mentira y que, una vez pagada la copia, está lejos de querer arruinar la vida de nadie. Pero pese a ello, pese a no querer juntar peras con manzanas, lo que en cualquier otro juego de este estilo no me costaría lo más mínimo, decir que es divertidamente adictivo, en este me toca una fibra. 

Slots & Daggers

Es lo que es. Lo aparentemente simple de sus imágenes no tarda en empezar a dar giros de un diseño magistral, abriendo rodillos, invitándote a descubrir combos, sumando puntos de ataque para descubrir cuánto necesitas para salvarte, o incluso convirtiendo esos mismos ataques en una suerte de minijuego en la que pulsar en el momento correcto hace más daño y te deja un crítico con el que volver a tirar. Es buenísimo.

Soy plenamente consciente de que nadie que lo termine disfrutando como lo he hecho yo tendrá la mínima posibilidad de acabar como acabaste tú. Que aunque suene, gire y se sienta igual, esto es otra cosa. Sin embargo, aunque podría haber ignorado esas imágenes que me venían a la cabeza conforme iba jugando y me emocionaba más de la cuenta al sacar tres símbolos seguidos, el cuerpo me pedía escribirte a ti. 

Yo también veo la ironía de no poder hacerlo y que encima sea para hablarte de algo así, pero me alegra haber dado el paso. Ha sido una experiencia curiosa porque, conforme escribía, he ido cambiando esos recuerdos tóxicos que me han ido asaltando durante la partida por otros muy distintos. Otros que creía olvidados, de los que vale la pena aupar. Ojalá, estés donde estés, no esté ese olor a viejo, a aceite quemado y a humo estancado. Ojalá no haya máquinas infernales capaces de consumirte una vez más, pero sí buenos videojuegos capaces de darle la vuelta y satirizar hasta los momentos más crudos de nuestras vidas. Ojalá volver a entonces para esforzarme más. Carlos, un abrazo enorme. 

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