En los coloridos y luminosos mundos de Nintendo, donde la música parece sonar siempre alegre y los héroes siempre tienen la sonrisa preparada, hay figuras que, contra todo pronóstico, se han ganado un lugar tan especial en nuestros corazones como los mismísimos protagonistas: los villanos.
No me refiero para nada a monstruos anónimos o secuaces totalmente prescindibles, sino a villanos con nombre, carácter y una presencia tan importante que a veces parecen robarle el protagonismo a nuestros héroes. Entre todos ellos, dos destacan por encima del resto: Bowser, el Rey de los Koopas, y Ganondorf, el Señor del Mal. Distintos en personalidad, estilo y ambiciones, ambos llevan décadas en nuestras pantallas y, pese a ser los eternos rivales de Mario y Link, hay algo en ellos que despierta simpatía, respeto… e incluso cariño, no nos vamos a engañar.
El monstruo más adorable del Reino Champiñón
Bowser debutó en 1985 en Super Mario Bros. como una gigantesca tortuga dragón cuya misión era secuestrar a la Princesa Peach una y otra vez. Con su piel escamosa, su caparazón lleno de pinchos y su inconfundible mueca de enfado, estaba pensado simplemente para ser como la gran amenaza final. Pero, con el tiempo, pasó algo curioso: Bowser dejó de ser simplemente "el malo" y empezó a tener carisma y a brillar por sí mismo.
Parte de la culpa la tienen las animaciones y guiones que Nintendo ha ido puliendo con los años. En juegos como Paper Mario o Mario & Luigi: Superstar Saga, Bowser se presenta como alguien torpe, orgulloso y con un humor involuntario que lo hace un poquito más humano y cercano a nosotros. Sí, quiere conquistar el Reino Champiñón, pero lo hace de una manera que me parece casi entrañable, como un vecino gruñón que insiste en jugar a ser el dictador de la comunidad.
Además, Bowser es uno de los pocos villanos de los videojuegos que no parecen odiar realmente a su enemigo. En múltiples juegos, le vemos formando alianzas temporales con Mario cuando la situación lo exige, como en Super Mario RPG o Super Paper Mario. Esa dualidad –ser capaz de ser enemigo y aliado según convenga– ha hecho que los jugadores lo perciban como un viejo conocido más que como una amenaza real.
El rey de Gerudo y la elegancia del mal
Si Bowser es el villano que te imaginas tomando café contigo para planear su próximo secuestro —que, por supuesto, será fallido—, Ganondorf es todo lo contrario: un antagonista majestuoso, calculador y que de verdad nos transmite peligro real. Desde su primera aparición como el humano tras la bestia Ganon en The Legend of Zelda: Ocarina of Time (1998), se consolidó como uno de los enemigos más memorables de Nintendo, y lo sigue siendo hoy en día, desde luego.
Ganondorf no secuestra princesas por capricho sino que su motivación suele estar ligada al poder absoluto, al control de la Trifuerza y a una visión casi política del dominio —nada que ver con el pobre Bowser, vamos—. A diferencia de Bowser, su presencia impone respeto; vamos, que nos da un poco de cague: habla poco, se mueve con calma y siempre parece un paso por delante de Link.
Su diseño también contribuye a su magnetismo, claro. Vestido con esas armaduras, capa y joyas, Ganondorf transmite la imagen de un auténtico guerrero. Su herencia como líder de la tribu Gerudo le da un trasfondo que lo aleja del cliché de villano vacío, ya que es el único hombre en una sociedad de mujeres, un elegido por la profecía y, a ojos de su pueblo, un gobernante totalmente legítimo.
En The Wind Waker (2002), Nintendo le dio incluso matices un poco trágicos, revelando que su deseo de conquistar Hyrule estaba ligado a la envidia que tenía de sus tierras, mucho más fértiles que las del desierto inhóspito de Gerudo. Esa capa de humanidad hizo que muchos jugadores, por primera vez, sintieran cierta empatía hacia él. Y los que no lo siguieron viendo como el malo al que todos quieren derrotar, añadiendo esa capa de "pique" que nos hace cogerle caiño.
El encanto del antagonista "recurrente"
Tanto Bowser como Ganondorf comparten un elemento fundamental: la recurrencia, o sea, que aparecen una y otra vez en las distintas entregas. En la narrativa de los videojuegos, un villano que aparece una sola vez puede ser impactante, pero uno que vuelve, va evolucionando y se reinventa se convierte en parte de la identidad de la saga.
Cada nueva entrega nos ofrece la oportunidad de redescubrirlos. Bowser puede pasar de ser un gigante que ruge sin parar en Super Mario Galaxy a participante en una carrera de karts, mientras Ganondorf puede reaparecer como hechicero, espadachín o bestia demoníaca. Esa flexibilidad mantiene su frescura sin romper la familiaridad que sentimos hacia ellos.
Es un fenómeno similar al de los grandes villanos de cómic. El público sabe que Batman y el Joker volverán a enfrentarse, o que Sherlock Holmes siempre tendrá un Moriarty. En Nintendo, esa expectativa funciona como un ritual ya que nuestro héroe no estaría completo sin su némesis.
Humor, teatralidad y un toque de humanidad
Nintendo tiene una habilidad única pararle a da sus villanos matices que evitan que sean odiosos. Bowser, con su torpeza y sus planes absurdos, nos genera tantas carcajadas como tensión. Ganondorf, con su solemnidad y discurso, parece disfrutar de su papel casi como si fuera actor de teatro clásico, súper serio y comprometido con su causa.
Esa teatralidad conecta con algo muy humano, y es que siempre nos atraen los personajes que, aun siendo antagonistas, muestran emociones reconocibles. Bowser se frustra, se enfada y celebra sus victorias. Ganondorf siente orgullo, desprecio y, en algunas (pocas) ocasiones, tristeza.
En la narrativa, normalmente los grandes antagonistas suelen funcionar como un reflejo distorsionado del protagonista. Bowser, por ejemplo, representa una versión exagerada del instinto de conquista que Mario nunca llega a tener; t Ganondorf es lo que Link podría ser si buscara poder en lugar de equilibrio.
Este contraste sirve de potenciador a ambos lados. No vamos a negar que Mario parece más heroico cuando se enfrenta al imponente Bowser y que Link brilla más cuando se mide con la astucia y la fuerza de Ganondorf. Simple y llanamente; sin sus villanos, los héroes perderían gran parte de su razón de ser.
De enemigos a iconos culturales
El tiempo ha transformado a Bowser y Ganondorf en algo más que personajes de videojuego: podríamos decir que ya son auténticos iconos culturales. Bowser protagoniza memes, canciones y fanarts que lo muestran en facetas tan distintas como padre cariñoso o jefe sobrecargado de trabajo. Ganondorf, por su parte, es carne de fanfiction, reinterpretaciones artísticas y debates sobre su papel en la historia de Hyrule.
Incluso Nintendo ha jugado con esa popularidad. En Super Smash Bros., ambos se presentan no como simples "jefes finales", sino como luchadores seleccionables, permitiendo que los jugadores experimenten la sensación de "ser el malo" sin dejar de estar dentro del universo oficial.
Quizá la clave del cariño que despiertan Bowser y Ganondorf esté en que, aunque sus acciones sean un poquito —o bastante— reprobables, nunca traspasan la línea hacia un mal realista o realmente desagradable. Sus maldades son teatrales y su regreso asegurado.
Nintendo ha sabido crear villanos que no buscamos destruir para siempre, sino con los que queremos reencontrarnos en la próxima aventura. Son piezas esenciales de un ciclo narrativo que, generación tras generación, sigue funcionando: héroe, villano, enfrentamiento… y una sonrisa final cuando escuchamos la música de victoria y ya estamos pensando en la próxima revancha. Porque en el fondo, lo sabemos: el Reino Champiñón sin Bowser y Hyrule sin Ganondorf serían lugares más seguros, sí… pero también mucho más aburridos.
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