Vivimos en la era de la inteligencia artificial. A raíz de la explosión de popularidad de ChatGPT, tanto las compañías como los usuarios insisten en que el futuro pasa por basar la productividad en la inteligencia artificial. Así, miles de millones de personas utilizan ordenadores y smartphones con acceso a estas herramientas. Sorprendentemente, esto no ha evitado que la calculadora física, especialmente las de Casio, siga siendo una herramienta idónea para trabajar o estudiar, especialmente en espacios en los que la electricidad o la conexión a internet fallan.
En el último ejercicio fiscal que terminó en marzo de 2025, Casio notificó que vendió más de 39 millones de calculadores generales y científicas. Esto, dicho con otras palabras, indica que la firma japonesa vende un promedio de más de 3 millones de calculadores al mes, viviendo así una pequeña reducción frente a los 3,75 millones de 2019 que le llevaron a vender más de 45 millones. Así, tras bajar durante la pandemia y vivir un repunte tras la misma, el negocio se ha estabilizado al mover decenas de millones de dispositivos cada año y ganar fuerza en mercados en desarrollo.
En seis décadas, Casio ha vendido alrededor de 1.800 millones de calculadoras, una cifra que demuestra su presencia casi obligatoria en colegios, institutos, universidades y oficinas de todo el mundo. La Casio Mini, lanzada en 1972, es un ejemplo perfecto de ello: al ser una de las primeras calculadoras personales asequibles, la compañía produce 100.000 unidades al mes y ha vendido más de seis millones en los últimos tres años.
Hoy, la accesibilidad de Casio permite que modelos científicos básicos como la FX-82MS se encuentren en España por precios que rondan los 10-15 euros, mientras que otras versiones más potentes como la FX-991EX "dispara" el presupuesto hasta la barrera de los 30-40 euros. Esto, dicho con otras palabras, significa que se trata de una unidad que mejora las prestaciones de un smartphone costando infinitamente menos.
El impacto de Casio en el ámbito estudiantil y laboral
Las calculadores científicas de Casio, a diferencia de lo que sucede con los smartphones o la IA, siguen siendo obligatorias o recomendadas en exámenes oficiales gracias a sus virtudes en campos como la trigonometría o la estadística. Además, al no contar con aplicaciones ni acceso a internet, reduce al máximo la posibilidad de copiar a través de estos métodos. Además, a diferencia de un chatbot de IA, una calculadora nunca alucina al aplicar reglas matemáticas exactas: siempre da la misma respuesta y no depende de servidores.
En países con mala conectividad, Casio potencia modelos robustos y baratos para comercio, educación y pequeños negocios, tres sectores potenciados por modelos alimentados a pilas o con energía solar. Así, su fiabilidad y la ausencia del smartphone como una opción viable da valor a los calculadoras (especialmente las de Casio), ya que muchos estudiantes siguen prefiriendo esta opción para concentrarse y evitar notificaciones. Al contar con teclas, respuesta inmediata y una interfaz limitada, interiorizan mejor los procedimientos matemáticos que en una app multitarea.
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