Menudo fin de semana. Hacía tiempo que no dedicaba tanto tiempo a leer y responder mensajes de amigos y lectores: Adultos emocionados a lomos de la nostalgia, histriónicos youtubers con motosierras, opiniones de todo pelaje y niños felices convencidos de que un hombre puede volar. Superman regresa al cine y revoluciona el mundo. Es la magia de un icono pop que, a punto de cumplir 100 años, se encuentra más politizado que nunca. Pero no porque Superman, o la nueva versión cinematográfica de James Gunn, haga nada raro o que no esté en el ADN comiquero. Sino porque el mundo está preocupantemente polarizado.
Vivimos en una época en la que cualquier expresión cultural se convierte en munición para el debate ideológico. El regreso de Superman a la gran pantalla ha reavivado un conflicto que va mucho más allá del cine de superhéroes o la calidad de la película. Y es que, aunque esta nueva interpretación del Hombre de Acero se limita a devolvernos al personaje clásico, noble y empático que todos conocemos, no han tardado en surgir voces que acusan a la película de ser una herramienta de propaganda "woke" Se trata de un discurso de cierto sector del fandom (y de la población) que opina que Superman no debe estar politizado, no debe defender siempre al más débil, apoyar a las minorías, defender a la humanidad sin ningún tipo de sesgo ideológico ni rescatar a gatos de las ramas de un árbol. Vamos, que Superman no debe ser una buena persona.
Dean Cain y el rechazo al héroe que ayuda sin preguntar
Una de las figuras que ha avivado la polémica y ha dado altavoz a estas opiniones es Dean Cain, el actor que interpretó a Clark Kent en la serie Lois & Clark de los años noventa. Cain ha sido muy crítico con la nueva película de Gunn, asegurando que representa una deriva ideológica en el personaje. Según sus propias palabras, Superman ha dejado de defender "la verdad, la justicia y el modo americano" para convertirse en un símbolo de lo que él califica como "ideología woke". Con ello se refiere, aparentemente, a que ahora el personaje defiende a minorías, habla de justicia social y empatiza con causas globales.
Dean Cain como Superman
Estas declaraciones han tenido eco inmediato entre ciertos sectores del fandom y del discurso conservador en Estados Unidos, llevando el debate más allá de las redes sociales de los fans hasta situarlo como tema en publicaciones como The Washington Post. No es la primera vez que Hollywood es acusado de tener una agenda política, pero resulta especialmente llamativo que esta crítica se lance contra Superman, un personaje que desde su creación por Jerry Siegel y Joe Shuster en 1938 ha representado justamente eso: la defensa de los oprimidos, la lucha contra la injusticia y la esperanza para todos.
De "woke" a buena persona: desmontando etiquetas
Para entender el conflicto, conviene aclarar qué significa realmente ser "woke". La BBC, en un extenso reportaje, explica que el término surgió en la comunidad afroamericana como una manera de expresar conciencia ante la injusticia racial. Con el tiempo, la palabra fue adoptando otros significados, y actualmente se utiliza tanto para describir el compromiso con causas sociales, como para descalificar actitudes progresistas que algunos consideran extremas o impostadas.
Es importante no confundir el concepto "woke" con el simple acto de ser buena persona
Sin embargo, es importante no confundir ese concepto con el simple acto de ser buena persona. Hay una diferencia esencial entre adoptar posturas políticas para agradar a un público determinado y actuar desde una brújula moral firme, que no responde a modas ni contextos. Superman encarna esta segunda opción. Siempre lo ha hecho. No actúa para agradar a una audiencia concreta ni para alinearse con una corriente ideológica del momento. Actúa porque es lo correcto, y no son pocas las filosofías y credos religiosos que en su núcleo tienen ese mismo concepto, ¿verdad? Si queremos sobrevivir como especie tenemos que encontrar una manera de convivir.
El legado de un héroe que siempre ha defendido a todos
Superman es un personaje que ha encarnado, generación tras generación, el ideal de la bondad universal. Su símbolo no es una letra, es una promesa. Desde sus orígenes en las páginas de Action Comics, ha sido un defensor incansable del débil, del marginado, del que no tiene voz. Su compasión no distingue entre razas, nacionalidades o credos. Su justicia no es la de la venganza, sino la de la equidad.
En la nueva cinta de James Gunn, estos valores siguen intactos. Superman actúa con humanidad, se responsabiliza de sus errores, se sacrifica por los demás y lo hace todo desde una humildad ejemplar. Salva a quienes están en peligro sin importar si son ciudadanos estadounidenses o refugiados. O ardillas. Interviene en conflictos armados donde no toma partido por un país u otro, sino por las vidas en riesgo. Su mensaje está dirigido a jóvenes de todo tipo y les transmite un mensaje universal: ser honesto, valiente y compasivo es siempre la mejor opción. Todo esto no es "woke". Es Superman. ¿Es moralista y paternalista? Es posible, pero como lo puede ser, por ejemplo, el Sermón de la Montaña una vez que se distancia de su contexto religioso y se abraza como código moral.
Como producto de la cultura pop y propiedad intelectual moldeada por casi un siglo de historia editorial, Superman ha atravesado infinidad de etapas, adaptándose, a veces con acierto, otras no tanto, a los tiempos que corrían. En los años 50, por ejemplo, se consolidó una versión ingenua, casi caricaturesca del personaje: un Superman paternalista, moralizante, diseñado para inculcar buenos valores a la infancia estadounidense en plena posguerra, con lecciones directas sobre higiene, civismo o respeto a la autoridad. Si lo piensas, en el cole a los chavales les enseña eso, un mero entrenamiento para la vida adulta, las responsabilidades, los horarios y la necesidad de vivir en sociedad.
El núcleo que define a Superman ha permanecido sorprendentemente inalterado durante casi 100 años
Décadas más tarde, autores como Alan Moore y Frank Miller rompieron radicalmente con esa inocencia, mostrando versiones mucho más oscuras y críticas del personaje, y alertando, en plena era Reagan, de los peligros de convertir a Superman en un brazo propagandístico del poder, o en un símbolo de obediencia ciega al sistema. Y, sin embargo, a través de todas estas reinterpretaciones, adaptaciones, reboots y universos paralelos, el núcleo que define a Superman ha permanecido sorprendentemente inalterado durante casi 100 años. Lo que lo distingue del resto de superhéroes no son sus poderes ni su procedencia alienígena, sino su generosidad sin fisuras, su empatía ilimitada y su voluntad incorruptible de hacer el bien. No porque le obligue una ley, una venganza o un trauma, sino porque puede hacerlo. Y eso lo convierte no solo en un superhombre, no por sus superhabilidades, si no en el sentido de que es el superhumano, el más humano de de los humanos, no en el sentido biológico, obvio, si no en el de la sino en un ideal profundamente humanitario.
Superman no es policía. Es bombero.
No es una idea mía, es algo que lleva años dando vueltas en la conciencia colectiva y que, posiblemente tenga su origen en los cómics de Superman escritos por Mak Waid. En esta comparación radica, quizá, una de las claves más interesantes del debate. Superman no es un agente de la ley. No patrulla calles ni busca castigar a los malhechores por el simple hecho de infringir normas. Superman es, ante todo, un rescatador. Es como un bombero. Llega cuando hay peligro, cuando alguien necesita ayuda, cuando la esperanza se tambalea. Su misión no es juzgar ni castigar, es salvar.
Esta idea lo aleja de la figura del justiciero implacable y lo acerca al modelo del protector desinteresado. No le importa si quien necesita auxilio ha cruzado una frontera ilegal o si ha tomado malas decisiones en su vida. Lo ayuda igual. Porque entiende que su poder no está al servicio de una ley, sino al servicio de la vida. En ese sentido, es el reflejo más puro de lo que muchos desearíamos ver en nuestros líderes: alguien que actúa guiado por el deber moral, no por el interés o la ideología. Superman ayuda primero, pregunta después.
El meme de la Casa Blanca: la ironía llevada al límite
En medio de este debate, la Casa Blanca, bajo la actual administración de Donald Trump, publicó un meme con motivo de la fiesta nacional estadounidense en el que el presidente aparece en un póster falso de la película de Superman, con el lema "Verdad. Justicia. El modo americano". La imagen, claramente inspirada en la campaña promocional del filme de Gunn, buscaba apropiarse simbólicamente del mensaje del personaje.
El gesto fue recibido con incredulidad y burlas por parte de muchos usuarios de redes sociales y medios de comunicación como TIME, que señalaron la ironía de que una administración que ha impulsado políticas claramente antiinmigración, que sustenta las redadas del ICE y que se opone a gran parte de lo que representa el discurso de equidad y justicia social, quiera identificarse con Superman. Porque no lo olvidemos: Superman es, literalmente, un inmigrante ilegal. No solo en Estados Unidos. En el planeta Tierra.
Superman ayuda primero, pregunta después
Nadie le pidió papeles cuando cayó en Kansas. Nadie lo deportó a Krypton. Le abrieron los brazos, lo acogieron y él decidió dedicar su vida a proteger esa tierra que lo adoptó. Bueno, todos, menos Lex Luthor, ese psicótico magnate obsesionado por el complejo de inferioridad que le genera la mera existencia de Superman y lo que representa: ese mensaje, profundamente inclusivo y universal que es incompatible con políticas que criminalizan la a los ciudadanos o que discrimina a quien es diferente. Resulta irónico, ¿verdad? Alguien no ha leído los suficientes tebeos de Superman.
En paralelo, no puedo evitar detenerme en otra reflexión que surge a raíz de uno de los muchos detalles que lanza la nueva película de Superman. Si lo pensamos fríamente, en un modelo social, económico y político que privilegia a las élites, que premia la ambición individual por encima del bien común, como ocurre con el capitalismo en su forma más cruda, tan arraigado en la cultura norteamericana, lo más lógico sería que Superman no dedicara su vida a ser un tipo tan majo. Lo coherente con esa lógica neoliberalista sería que, con su poder absoluto, se erigiera en amo y señor del planeta, que dominara a la humanidad como a un rebaño, que se rodeara de todos los lujos y excesos y tuviera una harem de mujeres sometidas contra su voluntad en una isla tipo Little St. James. Pero justo por eso Superman es tan fascinante: porque podría hacerlo… y no lo hace. Porque decide ser generoso, compasivo, humilde. Porque Ma y Pa Kent hicieron los deberes. Porque, en vez de imponer su voluntad, prefiere inspirar con el ejemplo. Y eso, en un mundo dominado por discursos de egoísmo, cinismo y superioridad, resulta revolucionario.
¿Woke o humano? Momentos clave que responden solos
Si analizamos con calma las críticas que se le hacen a este buenazo de Superman, la acusación de que se ha convertido a Superman en un abanderado de "lo woke" pierde fuerza. Cuando Superman se interpone entre dos ejércitos en conflicto, lo hace para evitar muertes, no para tomar partido político. Ante piedras, palos y civiles contra misiles, tanques y soldados, Superman lo tiene claro. Cuando habla con adolescentes de distintas culturas, no da un discurso ideológico, simplemente les recuerda que todos tenemos derecho a ser como somos. Cuando se sacrifica para evitar una catástrofe medioambiental, no lo hace para cumplir una agenda política, sino porque sabe que es su responsabilidad. Solo hay una constante: hacer lo correcto, lo que está bien. Lo que es bueno. Esa bondad radical, incorruptible y contagiosa que siempre ha definido a Superman.
La bondad no pasa de moda
El verdadero conflicto aquí no es si Superman es "woke" o no. El problema es que en una sociedad tan dividida y crispada como la nuestra, incluso un gesto de compasión puede verse como una provocación. Incluso un mensaje de esperanza puede ser interpretado como una amenaza. Y eso dice más de nosotros que del personaje.
James Gunn no ha reinventado a Superman. Lo ha recordado. Nos ha devuelto a ese ideal de persona que no actúa por ideología, sino por empatía. Que no busca imponer su visión, sino proteger lo que es justo. Que no quiere ser adorado, solo útil. Alguien que solo quiere ser la mejor persona posible. ¿Hemos llegado a un punto en el que, como sociedad, estamos criticando la actitud de ser mejores? En un mundo que cada vez se siente más cínico, más ruidoso y más polarizado, Superman no es un panfleto. Es un recordatorio. De lo que podemos ser. De lo que deberíamos aspirar a ser. Así que no, Superman no es woke. Superman solo es buena persona.
Ver 27 comentarios