Es fácil caer en la idea de que si no estamos ya en el futuro que siempre habíamos soñado es en gran parte por culpa de la burocracia. Especialmente en Europa, donde la Unión Europea mira mucho más con lupa cada posible avance que se avecina, se hace cada vez más patente que, bajo el importante enfoque de apostar primero por la seguridad, a menudo se nos escapan trenes que en EEUU y China ya están funcionando a pleno rendimiento. El del coche eléctrico es un buen ejemplo, y el de los vehículos autónomos es la prueba que viene a confirmar esa misma regla.
Grandes ciudades de Norteamérica ya cuentan con opciones de robotaxis y vehículos autónomos circulando por sus calles, y en China no sólo se han conseguido hacer un hueco en sus urbes, sino que su eficacia probada allí les está sirviendo para empezar a desplegar soluciones similares en un Viejo Continente en el que empresas como Baidu o QCraft no encuentran competencia.
Europa está en el retrovisor del vehículo autónomo
Mientras la brecha entre esas dos potencias y Europa se ensancha, Ursula von der Leyen advertía recientemente de hasta qué punto vamos por detrás: "los coches autónomos ya son una realidad en Estados Unidos y China; lo mismo debería ser cierto en Europa", pero aunque su discurso viene acompañado de pasitos en la buena dirección, es evidente que van a mirarnos por el retrovisor.
Todos los debates relativos a la privacidad y los datos de esos vehículos, aunque lógicos y necesarios, encarecen y ralentizan aquellas propuestas que quieren sumarse al cambio. No es un problema de ganas, sino de enfoque y de burocracia. El caso del vehículo eléctrico, apoyado en la electrificación de nuestras ciudades en vez de luchar por ganarles la partida en lo que a autonomía se refiere, es otro buen ejemplo.
Pese a que Alemania y Reino Unido ya cuentan con pruebas pilotos programadas, pensar en 2026 como objetivo es a todas luces imposible de manejar. Como mucho, para un despliegue masivo cabría esperar hasta dentro de cinco o quince años, lo que nos deja en una posición muy frágil frente al empuje de EEUU y China con sus respectivas soluciones.
Allí, sistemas como el ADAS L2+, un sistema avanzado de asistencia a la conducción que suma mejoras como el cambio de carril automático, ya están completamente normalizados y se instalan en coches convencionales facilitando la entrada y confianza de estas soluciones, mientras que aquí sólo podemos soñar con algo así y, para cuando lleguen, el abismo de precio de esa competencia será difícil de asumir.
Imagen | Baidu
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