El primer beso, la primera vez la primera vez que viste tu película favorita, o incluso el día que descubriste ese juego que tantos años después te sigue fascinando. La colección de recuerdos que mantenemos grabados a fuego en nuestra cabeza es sencillamente apabullante, pero hay algunos que, incluso años después, podemos recordar vívidamente como si por arte de magia volviésemos a estar ahí. La memoria fotográfica funciona de una forma muy especial.
Lo hacemos junto a detalles como la música que estaba sonando, la ropa que llevábamos puesta, o las sensaciones que teníamos en ese preciso instante, y aunque lo fácil sería decir que la razón por la que recordamos esos momentos se reduce a que la mente es maravillosa, en realidad, detrás de ello, hay toda una colección de procesos especialmente interesantes a los que merece la pena dar el crédito que se merecen.
Por qué recordamos nuestro primer beso
El papel que juega la memoria en la necesidad de recordar ciertos momentos clave se remonta a la época en la que, al acudir a por agua a un río, podíamos vernos atacados por una de las bestias que normalmente rondaban por allí. El cerebro necesitaba una forma de conseguir que nunca volviésemos a cometer el mismo error, así que la memoria se convirtió en un aspecto clave de nuestra supervivencia. Si algo nos exaltaba o sorprendía, automáticamente pasaba a formar parte de ese catálogo de cosas que merecía la pena no olvidar.
Especialmente útil frente a emociones intensas y sorpresas a las que nos enfrentamos por primera vez, esa capacidad se mantuvo en nuestra cabeza cuando dejó de hacer falta estar alerta cada vez que íbamos a por agua. Ahora, cada vez que nos enfrentamos a un momento clave en nuestras vidas que despierta sensaciones similares en intensidad, pero que no necesariamente entrañan un peligro, esa memoria casi fotográfica vuelve a nuestras vidas.
Si la amígdala dispara una emoción frente a una situación especial, el hipocampo codifica esos detalles y los relaciona con la información ofrecida por el córtex visual. Atadas para siempre en un fascinante espectáculo de conexiones neuronales, cuando alguna de ellas vuelva a reactivarse por vivir algo similar, tanto a nivel visual como de sensaciones, esa conexión volverá a hacer acto de presencia en nuestra mente devolviéndonos el recuerdo.
Si la idea ya de por sí resulta fascinante, a esa situación habría que sumar además otro componente clave. El hecho de que, por lo especial que fueron todos esos momentos relatados, los hemos seguido recordándolos con frecuencia pese al pase de los años, lo que sin duda ha ayudado a afianzarlos aún más en nuestra memoria.
Esa es la razón por la que los recordamos de una forma tan vívida, ya sean buenos recuerdos o, lamentablemente en ese momento antes de dormirte en el que el cerebro empieza a reorganizar su almacén, también los malos. Seguro que tú también has perdido la cuenta de las veces que habrías ganado aquella discusión en tu cabeza al irte a dormir. En cierto punto de nuestra historia fue una cuestión de pura supervivencia.
Imagen | Umuthur en Midjourney
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