Hay que ser muy cutre para dejar a deber una cuenta de dos pizzas y cuatro cócteles de 44 euros, pero a estas dos turistas francesas les pareció una excelente idea tras visitar un restaurante italiano y marcharse haciendo un sinpa. Lejos de enfadarse por el dinero que dejaron de ingresar esa noche, a la dueña del restaurante lo que le molestó fue el gesto: "No se trata del dinero; no nos gusta que nos tomen el pelo... Ver a los clientes intentar escapar sin pagar su comida es una bofetada en la cara de nuestro trabajo".
Aunque lo que habría hecho cualquier hijo de vecino en la misma situación habría sido acudir a las autoridades para denunciar a las dos mujeres, Michela Malatini optó por no alertar a la policía e intentar encontrar una solución pacífica. Tal y como recogían nuestros compañeros de DAP, para ello acudió a la opción más inesperada, la justicia social a través de un mensaje en Facebook que se expandió como la espuma por toda Europa.
Justicia social a través de Facebook
Tal y como recogía en declaraciones para The Guardian, tras revisar las cámaras de seguridad de esa misma noche, pronto encontró a las culpables. Eran dos turistas francesas de unos 35 años que, lejos de pagar su cuenta en el local, simplemente se levantaron y se fueron por donde habían venido tras terminar su cena. Como las imágenes habían capturado el momento en el que salían del establecimiento, publicó la una foto en Facebook solicitando la ayuda comunitaria para identificarlas y localizar dónde se alojaban.
Lo que para muchos podría parecer un gesto inútil viendo hasta qué punto la plataforma social de Mark Zuckerberg se ha convertido en un secarral respecto a su auge inicial, despertó una oleada de mensajes de apoyo e investigación ciudadana que terminó arrojando luz sobre la localización de las dos turistas. En una sola noche, la viralidad del mensaje había resultado ser más útil que acudir a las autoridades pertinentes.
Al día siguiente Malantini acudió al lugar indicado y, tras abrirle la puerta y ver el vídeo de seguridad, las turista se limitaron a pedir disculpas y pagar la cuenta que habían dejado a deber. Lejos de buscar algún conflicto, la acción de la dueña buscó ser lo más pacífica posible por una mera cuestión de respeto: "Si la gente piensa que puede venir a comer y marcharse sin pagar, se convierte en un problema".
El caso se suma así a una de las muchas formas de justicia social que hemos visto durante los últimos meses, con casos similares en los que la colaboración ciudadana a través de redes sociales servía para destapar infidelidades o reclamar una justicia poética frente a situaciones como la vivida recientemente en un torneo de tenis en el que un CEO le quitó de las manos una gorra a un niño. Sin embargo, pese al auge de la práctica y los aplausos generados por sus resoluciones, se corre el riesgo de traspasar varias líneas rojas a nivel moral y ético.
Si bien es cierto que los usuarios de Facebook ayudaron a solucionar un problema y que todo se zanjó de la forma más pacífica posible, las imágenes de las turistas se convirtieron en una forma de escarnio público sin su consentimiento, lo que pone ciertas dudas sobre hasta qué punto la privacidad ha dejado de ser una prioridad y cómo la justicia social puede convertirse en una fuente de humillación y difamación capaz de marcar la vida de las personas por una masa amparada en el anonimato de internet.
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