Una horda de muertos vivientes ha invadido el distrito de Kamurocho convirtiendo sus exuberantes calles en un infierno solo apto para los más fuertes. Pero nadie es más poderoso que un equipo de la Yakuza armado hasta los dientes. Algo que hemos comprobado en este divertido juego de acción que aun manteniendo algunas de las señas de identidad de la serie, se ha quedado algo lejos de lo que esperábamos.
Gracias a su estilo jugable y artístico tan característico, la serie Yakuza se ha convertido en una de las más queridas por los aficionados japoneses a PlayStation 3, que edición tras edición han apoyado a esta obra de Sega. Sin embargo, esta ha sido una saga con muchos altibajos, y definitivamente Yakuza: Dead Souls supone uno de los tropiezos más destacados de la franquicia.
Un fracaso que nace a raíz de un pobre sistema de juego que entremezcla divertidos tiroteos contra decenas de zombis, con momentos tremendamente frustrantes y repetitivos en los que sentiremos que nuestro papel no pasa de pulsar el botón de disparo sin mayores complicaciones.
Zombis a la japonesa
Caos, violencia, terror… como en las mejores películas de zombis, la historia de Dead Souls da inicio con la propagación de una peligrosa enfermedad en el distrito Kamurocho (particular versión del popular barrio de Shinjuku en Tokio), que ha convertido a sus habitantes en locas máquinas de matar. Las autoridades, ante el temor de que la epidemia se propague, deciden cercar toda la zona con un gran muro; pero cuatro de los personajes más populares de la serie, Kazuma Kiryu, Shun Akiyama, Ryuji Goda y Goro Majima, no están dispuestos a perder sus calles y lo demostrarán como mejor saben: peleando.
Con este planteamiento tan peliculero, el estilo aventurero de Yakuza da paso a un sistema de juego mucho más centrado en la acción con armas de fuego, eliminando gran parte de esa libertad de movimientos con la que siempre ha contado la serie. Por el camino, también ha perdido importancia la lucha con artes marciales, que ha quedado relegada a un muy segundo plano con el uso de diversos objetos del escenario como bicis, mesas, bates y demás, que únicamente nos permitirán salir de situaciones peligrosas pero no luchar como antaño.
Una decisión que los desarrolladores justifican de forma espectacular durante el juego, al mostrarnos a los Yakuza rendidos ante la evidencia de que solo los disparos en la cabeza pueden poner fin a esta amenaza. Dicho y hecho. Gracias a un variado arsenal de armas de fuego desde el primer minuto de juego hasta las más de 20 horas que puede llevarnos completar la aventura, nos veremos masacrando sin compasión a una enorme cantidad de zombis.
Algo que nos encanta, pero que por desgracia no llega a colmar las expectativas debido a un deficiente sistema de combate que peca de ser extremadamente simple, -especialmente por su auto-apuntado-, y algo frustrante cuando la cámara empieza a hacer de las suyas y nos deja vendidos en las peores situaciones posibles. Tampoco ayuda mucho la escasa variedad de situaciones que viviremos, con un sinfín de misiones clónicas en las que no existe emoción alguna por continuar hacia delante; ni los constantes cortes en el ritmo de la acción motivados por unas espectaculares cinemáticas propias de la serie Yakuza, a las que, lamentablemente, siguen unos tiempos de carga eternos.
Los combates contra enemigos especiales y algunos de los jefazos tampoco ayuda mucho a mejorar el resultado, ya que en la mayoría de estas situaciones sufriremos más de la cuenta debido a un sistema de combate en el que se prima más la suerte que la habilidad del jugador, muy relegada a un segundo plano.
En Sega, por supuesto, no se han olvidado de algunas de las señas de identidad de la serie, y eso es algo que se nota en el sencillo sistema de progresión de habilidades que nos permitirá mejorar nuestra eficacia en combate, o la posibilidad de salir de la zona de cuarentena para disfrutar de los clásicos minijuegos (bolos, karaoke, pachinko, etc.) en los diversos locales de entretenimiento de Tokio. Una opción que va perdiendo protagonismo conforme avanza la trama, pero que siempre está ahí para que los jugadores que lo deseen puedan desconectar de tanta acción.
Tampoco falta el humor surrealista y el genial estilo peliculero de la serie. Lo que pasa es que la invasión zombi ha traído consigo una menor vistosidad a las calles de Kamurocho, que muestran ahora un acabado mucho más apagado y carente de la alegría que destilaba tiempo atrás (algo lógico, por otro lado). El modelado de los personajes se mantiene en la línea, con especial mención para las ya citadas secuencias cinemáticas; pero el resto de elementos están bastante lejos de otros referentes del género. Y lo mismo se puede decir del apartado sonoro, que ha perdido muchísimo encanto. Además, como viene siendo habitual, el juego no cuenta con los textos traducidos al castellano, lo que es una lástima dada la importancia que suele tener la historia en las aventuras de Yakuza.
Un pobre sistema de combate y una excesiva repetición de patrones jugables han condenado a este interesante spin-off de la serie Yakuza, que se ha quedado muy lejos de las expectativas depositadas sobre él. Su intensa acción lo convierten en un juego divertido y entretenido en pequeñas dosis, que mejora además gracias a sus siempre divertidos minijuegos; pero está claro que podría haber dado mucho más de sí.
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