¿Eres fan de Indiana Jones y Star Wars? ¿Conoces todos sus videojuegos? Apuesto a que muchos de vosotros no habéis oído hablar de Desktop Adventures, dos aventuras gráficas que, pese a ser revolucionarias por derecho propio, fueron vilipendiadas en su momento por crítica y público.
La industria del videojuego ha pasado por numerosos cambios generacionales a lo largo de su casi medio siglo de existencia. Ninguno, sin embargo, al nivel de trascendencia de lo que se vivió a mediados de los noventa. Y es que las normas más elementales del desarrollo de videojuegos fueron totalmente reescritas, de forma que solo aquellos que supieron adaptarse pudieron continuar trabajando en un mercado cada vez más competitivo. Me refiero, naturalmente, al salto a las tres dimensiones y a los gráficos poligonales, que tan bien simbolizaron consolas como PlayStation o títulos como Virtua Fighter y Wolfenstein 3D. Aquel cambio fue algo mucho más profundo que añadir una dimensión más: no solo permutó la importancia que el público daba a los gráficos, cada vez más importantes, sino que se empezó a exigir, más que nunca, la inmersión y realismo en los videojuegos.
Es la época de técnicas gráficas de nombres impronunciables, de un mercado atestado de tarjetas aceleradoras cada vez más potentes y de experiencias que prometían un realismo nunca antes conseguido en un videojuego. Estudios como id Software, con sus sagas Doom y Quake, estaban explotando al máximo las características técnicas del ordenador, mientras que SEGA, Sony y Nintendo competían fieramente en una competición por conseguir el entorno poligonal más cuidado. La prensa, el público y cualquiera que conociera un mínimo la industria estaban de acuerdo: los gráficos eran, sino lo más importante, uno de las facetas más significativas en el éxito de un videojuego.
A primera vista se hace difícil comprender el estrafalario experimento que llevó a cabo LucasArts
O quizás no todo el mundo. A primera vista se hace difícil comprender, en semejante contexto, el estrafalario experimento que llevó a cabo LucasArts a mediados de 1996. En un momento en que sus desarrolladores estaban experimentando con increíbles motores gráficos, como demuestran títulos como Star Wars: Dark Forces o Indiana Jones and the Infernal Machine, el mismo estudio decidió emplear sus franquicias más populares en una nueva serie llamada Desktop Adventures, la cual parecía contradecir todas aquellas normas tan evidentes. Desktop Adventures se estrenó con Indiana Jones and His Desktop Adventures, y continuó un año exacto más tarde con un Star Wars: Yoda Stories del que os hablamos hace poco, ambos para ordenadores Windows.
Ambos títulos brillaban por su sencillez. Hasta el punto que ni siquiera se ejecutaban en pantalla completa, sino en una pequeña ventana más de Windows con un simpatiquísimo atajo de teclado para facilitar ocultarlo sin perder progresos si estabas en el trabajo y se acercaba tu jefe, como si del Solitario o el Buscaminas se tratase. Dos ejemplos, por cierto, imitados deliberadamente. Como su propio nombre indica, uno estaba protagonizado por Indiana Jones, mientras que el otro por Yoda, los cuales no eran más que sencillas aventuras gráficas, muy sobrias en cuanto a gráficos, ideadas para no durar más de una hora. De hecho, la idea era poder dejarlos de fondo, para poder ir jugando entre tarea y tarea, incluso en la oficina si lo deseaba el jugador. En LucasArts, como podéis imaginar, intentaban llegar con estos productos a un nuevo público; uno más casual, pese a que esta denominación ni siquiera existía entonces. Pero como no podía ser de otro modo, como en cualquier juego del estudio de George Lucas, éste escondía sorpresas en su interior. Cada vez que arrancaba cualquiera de estos dos títulos, se generaba un nuevo escenario completamente aleatorio, con objetivos y misiones diferentes en cada ocasión.
Detrás de Desktop Adventures se escondía la mente preclara de Hal Barwood, uno de los grandes nombres de LucasArts, quien se había hecho mundialmente famoso gracias a capitanear Indiana Jones and the Fate of Atlantis. Hay quien podría cuestionar este cambio radical en su carrera, pero Barwood pretendía hacer historia con una nueva idea revolucionaria: “Se me ocurrió que podría dividir la historia y los elementos de juego en pequeños fragmentos y encontrar formas de ensamblarlos algorítmicamente en aventuras de acción rejugables”. Su idea original era emplear aquel motor en una nueva historia de tintes futuristas post apocalípticos, pero LucasArts había cambiado mucho en aquellos años y ya no apostaba como antaño por nuevas franquicias, por lo que le convencieron de adaptar la idea al universo del Dr. Jones. Fue, según se mire, un error: “El juego generó críticas negativas, de personas que esperaban gráficos y sonido de última generación de Lucas, no juguetes de escritorio, y apenas se vendió”.
La crítica, efectivamente, se cebó con el título. Comprensible, me temo. En 1996 lo que el mercado ansiaba era una gran aventura tridimensional protagonizada por Indiana Jones, como la que el propio Barwood dirigiría un par de años más tarde. Pero es que aquel juego, nunca, en ningún momento, estuvo dirigido a ese mercado: “Me encanta contar historias y quería crear juegos con mayor atractivo. Pensé que la clave era minimizar el compromiso de tiempo de los jugadores y proporcionar un valor duradero gracias a la rejugabilidad. Sin embargo, convencer a los ejecutivos fue un proceso agonizante, porque nadie había preparado el camino. El negocio de los juegos casual, ahora prominente, era territorio aún por descubrir”.
Con todo, la idea de Barwood tenía sentido. Hay quien podría decir incluso que estaba avanzada a su tiempo. Pero por una razón u otra, sea por forzar la inclusión de Indiana Jones, o por el poco bombo y platillo que le dio el estudio, la idea cayó en saco roto, pese a la posterior secuela protagonizada por Yoda que también vio la luz en Game Boy Color. Ninguno de los dos juegos fue un éxito de ventas pese a su reducido precio. Y aún así, Barwood ha reconocido en algunas entrevistas que son, de toda su espectacular carrera, sus proyectos más satisfactorios. Es más, una breve búsqueda por Internet sirve para encontrar no pocos testimonios de jugadores que reconocen haber disfrutado mucho de ambos títulos en su momento. Incluso comunidades que reconocen hoy, treinta años más tarde, el valor de ambas experiencias.
Ambos Desktop Adventures fueron juzgados por una crítica y un público que no eran los suyos
Ambos Desktop Adventures fueron juzgados por una crítica y un público que no eran los suyos. Ahora lo vemos muy claro, pero entonces, en un contexto en que lo único que importaban eran los gráficos, y en la que parecía no haber cabida para otra idea que no fuera el hardcore gaming, ambos títulos fueron vilipendiados. En retrospectiva, es sorprendente que Barwood visualizase entonces un mercado para un público más diverso, mucho antes de que Nintendo hiciera lo propio, lo que demuestra el genio de este desarrollador que ya abandonó la industria hace mucho. Y es que creo que, de alguna manera, en los noventa nos dejamos cegar por aquella revolución gráfica, permitiendo que proyectos tan rompedores como estos jamás tuvieran la más mínima oportunidad. Como suele decirse, el tiempo lo pone todo en su sitio.
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