En la inmensidad colorida y caótica de League of Legends, donde los campeones vuelan, lanzan rayos y se convierten en dragones, hay una figura que no brilla ni realmente tampoco busca aplausos. Simplemente camina despacio, cargando con el peso de una pala y también con el peso de un mundo que no quiere mirarlo. Vive rodeado de tumbas y habla con voces que solo él es capaz de escuchar.
Su nombre es Yorick, y para la mayoría de los habitantes de Runaterra es poco más que una leyenda inquietante, un hombre que cava tumbas en una tierra maldita. Para él, sin embargo, su labor es sagrada: guiar las almas perdidas hacia un descanso que, quizá, nunca llegue.
Huérfano de vivos, hijo de los muertos
Yorick nació en las Islas Bendecidas mucho antes de que la tragedia las convirtiera en las Islas de la Sombra. Desde pequeño, tuvo un don –o, según se mire, una maldición–: podía oír las voces de los muertos... y estos no emitían gritos ni lamentos, sino susurros, confesiones y fragmentos de vida que se quedaban flotando entre mundos.
Esa habilidad lo condenó al aislamiento, claro. Los vivos le tenían miedo, pero los muertos lo seguían. A medida que crecía, aprendió a aceptarlo, aunque no siempre a comprenderlo. Lo que para otros era horror, para él era su única compañía.
Fue entonces cuando encontró a la orden religiosa de los monjes de las Islas Bendecidas, que custodiaban reliquias y protegían el equilibrio entre la vida y la muerte. Allí, su don se convirtió en herramienta: Yorick se convirtió en su sepulturero, cuidando cementerios y asegurando que las almas tuvieran su descanso.
La historia de Yorick cambió para siempre el día que las Islas Bendecidas fueron devoradas por la magia corrupta del Día de la Ruina. Un acto desesperado de un rey –Viego– que buscaba resucitar a su esposa trajo una ola de niebla negra que transformó todo en muerte y descomposición.
Yorick sobrevivió gracias a la reliquia que llevaba consigo: un frasco con el último vestigio de agua bendita de las islas. Esa reliquia lo protegió de la corrupción… pero también lo condenó a una soledad eterna.
Desde entonces, las Islas de la Sombra se convirtieron en un cementerio interminable. Yorick, único ser vivo real en ese lugar, camina entre fantasmas, monstruos y recuerdos que no se desvanecen jamás. Su misión se transformó completamente, ya que desde ese momento debe guiar a los muertos atrapados en la niebla hacia el descanso, un trabajo que parece imposible.
El poder de la pala y la Niebla
En la Grieta del Invocador, Yorick se presenta como un campeón de fuerza bruta y presencia constante en la línea. Pero detrás de sus mecánicas de juego hay, por supuesto, un reflejo directo de su historia:
- La Pala: su arma y su herramienta son lo mismo. Cada golpe que da es un recordatorio de su oficio como sepulturero.
- Los Caminantes de la Niebla: son pequeños espectros que se desentierran y se lanzan contra sus enemigos, representando las almas que lo siguen.
- La Dama de la Niebla: a través de su habilidad más icónica invoca a una figura espectral que lucha a su lado, casi como si fuera una manifestación de la propia voluntad de las Islas.
A nivel narrativo, estas habilidades no son simples ataques, claro, sino que son parte de la conexión constante de Yorick con el Más Allá. En cada partida, no pelea solo; lo acompaña una procesión de muertos que jamás lo abandona.
La soledad de Yorick es un tipo especial de condena. Vive sin otros humanos con los que poder hablar, pero nunca está en silencio. Las voces de los muertos llenan su día a día, algunas pidiendo ayuda, otras susurrando secretos o recordándole cosas que, seguramente, preferiría olvidar.
Este constante murmullo crea una atmósfera melancólica a su alrededor. No es un villano ni tampoco un héroe tradicional: no busca salvar el mundo, pero tampoco destruirlo. Su meta es tan humilde como imposible: liberar a los muertos que vagan sin descanso, tumba a tumba.
Y, sin embargo, bajo esa carga, Yorick no se rompe. Yorick acepta su papel como parte de un plan más grande, como si entendiera que alguien debe hacer el trabajo que nadie quiere.
El mundo que lo ignora
Fuera de las Islas de la Sombra, pocos saben que Yorick existe. Para el resto de Runaterra, las Islas son un lugar prohibido, del que solo se habla en susurros y del que ningún viajero regresa.
En el fondo, esta indiferencia no le sorprende en absoluto. La gente suele tener miedo de lo que no entiende, y la muerte es lo que menos quieren comprender. Yorick, entonces, trabaja en silencio, sin esperar reconocimiento ni ayuda.
Aunque pueda parecer un simple sepulturero maldito, Yorick es en realidad una pieza clave para el futuro de Runaterra. En la mitología de League of Legends, la Niebla Negra no se detiene, sino que se extiende, invadiendo y corrompiendo todo. Sin Yorick, las Islas de la Sombra podrían desbordarse y devorar el mundo.
Su control sobre la Niebla, su capacidad para guiar a los muertos y su resistencia a la corrupción lo convierten en el único ser capaz de mantener esa barrera. Si alguna vez dejara de hacerlo, la catástrofe sería inmediata. Es por eso por lo que su misión es sagrada: no solo entierra cuerpos, sino que entierra el avance de una amenaza que pocos comprenden y que nadie más podría detener.
Yorick en la cultura del juego
En la comunidad de League of Legends, Yorick es visto como un campeón de nicho, ya que no es tan popular como otros, pero quienes lo juegan suelen ser increíblemente fieles a él. Parte de ese apego viene de su estilo de juego único: presionar, empujar y ganar batallas a través de la persistencia, igual que su historia habla de trabajo constante y silencioso.
Yorick cava, día tras día, no por gloria sino por deber. Su mundo es gris, su camino solitario, y su misión interminable. Pero mientras exista, las Islas de la Sombra seguirán contenidas y la Niebla Negra no avanzará.
En ese silencio, entre tierra removida y ecos del más allá, Yorick demuestra que incluso el trabajo más invisible puede ser el más importante. Porque, en Runaterra, a veces el héroe que salva el mundo es el que nadie recuerda.
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