Me pregunto qué haré con los tres tomos de Kaiju No. 8 que descansan en mi estantería. Había comprado un pack, de esos que vienen con una caja de cartón para guardarlos, con la intención de hacerme la serie. Ahora no sé si lo haré. El anuncio de que la obra de Naoya Matsumoto y Kizuku Watanabe llega a su final de forma abrupta ha sido como un jarro de agua fría, pero vamos, que ya debería estar acostumbrada. No es la primera vez que decido empezar una obra en emisión por las buenas críticas que tiene durante sus primeros capítulos para después encontrarme una sorpresa. Creo que la industria del manga nos está diciendo a gritos lo cansada que está y, por supuesto, lo vamos a pagar los lectores.
Una colección interminable de mangas
Recuerdo cuando conseguí mi primer manga. Me lo regaló mi abuela cuando tenía 10 años. Lo elegí yo. La arrastré hasta una tienda local de cómics que había visto por Internet para conseguir el tercer tomo de Detective Conan. Ya en ese momento sabía que completar toda la colección iba a ser muy difícil y tan solo me compraba los tomos de los casos que más me gustaban. Poco después le siguieron otras obras como Death Note, Naruto o Bleach.
Por supuesto, estas series sí requerían un esfuerzo de coleccionismo. No eran episodios sueltos así que, poco a poco, comencé a hacerlas. He perdido la cuenta de cuántos mangas tengo a día de hoy, pero sé que se cuentan por centenares. Aunque me avergüenza admitirlo, pasé por una época donde me compraba muchísimas obras nuevas sin haber terminado las que tenía. Mi paga semanal se iba exclusivamente en un café de Starbuck y un cómic, porque sí, antes con 10 euros te llegaba para las dos cosas.
Kaiju No. 8 llegará a su final de forma abrupta para la decepción de los fans
Pero, llegada a la treintena (hace poco) decidí que iba a terminar todas las que pudiera antes de empezar nuevas, con excepción de Gachiakuta que es de nueva adquisición o los integrales de Naruto o Ataque a los Titanes. Pues bien, esta no es una tarea fácil. Desde hace un tiempo, obras como Noragami fueron un dolor de cabeza por sus parones interminables, Nana sigue sin un último tomo y otros como High School of the Dead directamente nunca tendrán final.
Y, después de todo esto, viene otra cuestión importante: muchas obras empiezan bien y se malogran conforme avanzan. No me refiero a una cuestión subjetiva sobre si me gusta o no cómo se desarrolla, me refiero a que comienzan a acuciar los síntomas decadentes de la industria del entretenimiento japonesa.
Con el auge del manga y el anime, cada vez encontramos más opciones e incluso países como Corea han cogido carrerilla en el asunto. La oferta cada vez es más grande y el reparto de la tarta más pequeño. Antes esto ocurría en el anime con más frecuencia. Obras impresionantes como Elfen Lied tuvieron un final distinto al manga por falta de presupuesto. La propia Evangelion vivió algo similar. Zatch Bell nunca tuvo final animado...Hay muchos ejemplos. Pero ahora, esta problemática se ha trasladado también a los cómics y la pérdida económica que puede suponer para el lector no es tan pequeña como una suscripción a Crunchyroll. Recuerdo regalar todos mis tomos de Kings Game, porque me sentía engañada.
Por otra parte, no todos los mangakas pueden ser Eiichiro Oda y poner toda su vida a disposición de una sola obra que, en la mayoría de casos, no sabes si va a triunfar. Muchos autores y dibujantes enfrentan problemas de salud a causa del ritmo vertiginoso de producción, porque otra cosa no, pero vivimos en una época donde ya no sabemos esperar ni la paciencia existe a la hora de consumir cualquier tipo de producto. Queremos más y más rápido y eso se nota.
Por todo ello, al final he llegado a la conclusión de que empezar una obra en emisión es un deporte de riesgo. Nunca sabes lo que puede pasar y no me extraña que la gente acuda cada vez más a las reediciones 3 en 1 de obras que ya están terminadas y que saben que merece la pena invertir el dinero.
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