Peleas contra tantísimos enemigos a la vez. Te enfrentas una tras otra a batallas tan salvajes y frenéticas, a temibles demonios con una fuerza devastadora, que al final acabas exhausto de toda esta carnicería. Pero bendita matanza. ¡Diablo ha vuelto! Y no te imaginas lo feliz que me hace porque esta brutal cruzada; este sanguinario descenso a los infiernos, es todo lo que podía pedir al regreso de una de las sagas de mi vida. Han sido algo más de 50 horas de masacre continuada. De luchar sin descanso contra interminables hordas de monstruos sedientos de sangre. Y aunque he acabado con miles de ellos todavía tengo ganas de más. Así de bueno es Diablo IV. Un action rpg espectacular que lleva con maestría al mundo abierto sus encarnizados combates sin perder ni una pizca de todo lo que hace grande a esta serie de Blizzard.
El resultado es un juego inmenso que no parece acabar nunca; que siempre encuentra la forma de sorprenderte con batallas aún más explosivas y que además te atrapa con una historia oscura y cruel plagada de "momentazos" capaces de poner tu corazón a mil por hora. Así que sí. Diablo ha vuelto. Y lo ha hecho por la puerta grande. Te lo cuento todo SIN SPOILERS en este análisis de Diablo 4.
El RPG de acción y fantasía que merecíamos
Desde el mítico Diablo 2, este sangriento universo de fantasía se ha convertido en mi particular santuario. Siempre vuelvo a él; siempre encuentro la excusa para retomar una vieja partida. Así que el miedo siempre ha estado ahí. ¿Y si no está a la altura? ¿Y si Blizzard ha perdido su toque? Lo bueno es que las dudas se despejan apenas libras tus primeros combates contra los demonios. Es apoteósico. Un festival de muerte y destrucción que te hace sentir indestructible, y a la vez, también tremendamente frágil pues los enemigos atacan con tal fiereza, que un descuido puede acabar en muerte atroz en apenas unos segundos.
Las hordas de demonios están medidas con una precisión milimétrica. Te obligan a correr, a esquivar y a atacar con cabeza para no morir cruelmente. Y lo mejor es que a pesar de las horas nunca pierde su capacidad de sorprender. Era algo que Torchlight 2 hacía muy bien. En mitad de un combate dificilísimo se sacaba de la manga otro jefazo que te ponía en aprietos; o que simplemente te hacía exclamar "dios bendito, no es posible". Diablo IV hace lo mismo… pero a lo bestia. Crea escenarios de combate deliciosamente caóticos en los que todo es posible. Te hace pelear rodeado de trampas mortales, sin apenas espacios seguros, contra enemigos que cargan con una furia brutal y que casi siempre están escoltados por monstruos y más monstruos. Por eso lo de esquivar, esquivar y esquivar; porque si te paras un segundo estás muerto.
Lo mejor es que a pesar de las horas nunca pierde su capacidad de sorprender
Hay tantos enemigos en pantalla que asusta, pero incluso así tienes que ser listo buscando tus objetivos. Ese chamán que no deja de resucitar monstruos, ese hechicero que da más poder a los demonios, esa inmensa mole de carne que si te golpea te tira al suelo… Diablo IV no deja de lanzarte amenazas a un ritmo vertiginoso, pero es tan divertido y emocionante hacerles frente que es fácil perder la noción del tiempo cuando juegas. Y el culmen de este aquelarre infernal son los jefes finales, que son una auténtica locura.
Blizzard ha diseñado algunos de los combates finales más salvajes y espectaculares de toda la saga. Son imprevisibles, tienen un ritmo demencial y son además desafiantes. Su puesta en escena te deja a veces sin palabras y en otras, te resultará difícil contener la emoción por los enemigos que tienes ante ti o por las condiciones en las que peleas. Aún me entran escalofríos cuando pienso en algunas de estas batallas. Y como los enemigos suben de nivel a tu ritmo siempre encuentras un desafío a la altura. Ya sabes que en la saga Diablo, cuanto más difícil mejor, porque los monstruos no solo golpean mas fuerte y resisten más daño, es que también van acompañados de nuevos efectos devastadores que cubren el escenario de rayos, explosiones y otros efectos mortalmente espectaculares.
Tus armas contra Lilith y los demonios
Si exterminar monstruos es tan satisfactorio es, en parte, por culpa de los héroes. Hay cinco opciones muy distintas entre sí con habilidades divertidísimas, de esas que no quieres dejar de usar porque además de destructivas son visualmente espectaculares. Pero lo mejor de Diablo 4 es la libertad que te da para crear al héroe que mejor encaje con tu forma de jugar.
Bárbaro, Nigromante, Pícaro, Druida y Hechicero. Cada uno de estos guerreros plantea un estilo de juego único, pero incluso dentro de una misma clase pueden existir diferencias abismales. Mi mago, por ejemplo, ha pasado de lanzar fuego indiscriminadamentep a fulminar enemigos con rayos y hielo, lo que va más allá de lo puramente estético pues esto me obligaba a encarar la lucha de formas radicalmente opuestas. Esto es posible gracias a un profundo -y sencillo- sistema de personalización de habilidades que recuerda al del memorable Diablo 2, pero mucho más flexible.
Cambiar entre unas y otras habilidades es sumamente fácil. Así que al final, hasta el simple hecho de probar y descubrir nuevas combinaciones letales es un gustazo. Pero es que además de los puntos de habilidad cada clase cuenta con un rasgo diferenciador que aporta una capa extra de personalización. Los hechiceros, por ejemplo, pueden usar encantamientos para ganar ventajas pasivas. El mío tenía un hechizo que hacía que todos los enemigos que murieran explotaran. Pero si eres un bárbaro lo tuyo son las demás, así que puedes ir con cuatro distintas y asignar habilidades concretas a cada una de ellas. En este sentido, Diablo IV también me ha convencido con la importancia que otorga al equipo de los héroes, pero prefiero que aquí hable mi compañero Mario Gómez de 3DJuegosPC, que ha jugado como druida.
Un martillo de guerra a dos manos siempre va a tener arrollamiento y más daño por segundo que una maza a una mano, pero también será más lenta; mientras que un hacha a dos manos podrá ejecutar a enemigos que no sean de élite. Las botas dan bonificaciones a velocidad, y las gemas dan resistencias elementales cuando se colocan en las armaduras. ¿Ves de lo que hablo? Para mí, Diablo IV es mucho más satisfactorio que sus predecesores porque los objetos tienen una fantasía lógica, estructurada, controlable. Es un festín de RNG, de recompensas aleatorias, como siempre; pero es uno donde tú piensas, actúas, y consigues cosas que se ven y se sienten como deberían. Tener facilidades para elegir en qué dirección exacta avanzo estética y funcionalmente es un punto de partida fantástico.
Tienes hasta el nivel 50 para sumar puntos de habilidad pero a partir de ahí, puedes seguir ajustando el poder de tu héroe con los niveles de leyenda (paragon) hasta alcanzar el nivel 100. Apenas he rascado esta parte del end game pero ciertamente es muy prometedor. Si tenías miedo de que Diablo 4 estuviera falto de contenidos o que al final no hubiera mucho que hacer, me alegra decir que acabar la historia no es más que el principio de una aventura todavía mayor. Hay nuevos objetos legendarios con rasgos únicos, tienes opción de potenciar el equipo al maximo nivel, y seguramente tengas por delante decenas de mazmorras adicionales para desbloquear los Aspectos, que son ventajas pasivas que puedes imprimir en tus armas y armaduras.
El mundo abierto de Diablo 4
Diablo 4 es puro Diablo, pero infinitamente más grande que todos sus episodios anteriores. Visto así es lógico que surjan dudas porque cuando alguien te habla de mundos abiertos, lo primero que se te viene a la cabeza son los paseos innecesarios por escenarios vacíos, ¿verdad? Tranquilo, que no es el caso. Este nuevo mundo de Santuario es inmenso, pero está plagado de misiones y lugares increíbles que da gusto explorar. Hay mazmorras y eventos aleatorios por todas partes, y vayas donde vayas siempre hay alguna misión secundaria o alguna historia truculenta que te deja con mal cuerpo.
Cada región se siente única. Hay escenarios que son simplemente alucinantes y aunque la esencia del juego siempre es matar y matar, Diablo 4 sabe cómo alterar la acción para que después de 40 horas sigas disfrutando de batallas con un sabor único. A veces nubla tu visión para que te cueste detectar a los enemigos; otras veces, simplemente te pone frente a batallas donde tienes todas las de perder. Pero lo más importante es que no hay espacios vacíos en esta nueva Santuario. Mientras sigues una misión principal es fácil desviarse del camino con una secundaria, y luego otra, y luego está ese castillo envuelto en una bruma tenebrosa, o esa iglesia invadida por demonios, o el descomunal jefe de mundo que necesita que un buen puñado de jugadores trabajen en equipo para derrotarlo. Por cierto, vaya espectáculo estas batallas.
Esta es la razón por la que las horas se pasan volando sin que te canses de la frenética acción de Diablo IV. Tienes libertad para cumplir las misiones en el orden que desees; tu marcas el ritmo de la aventura. Y lo que más aprecio: explorar siempre tiene recompensas. Si encuentras un altar de Lilith, mejoras las estadísticas de tus héroes; si es una secundaria, lo más probable es que encuentres equipo legendario, y de paso, aumentas tu renombre que también tiene premio. Sin olvidar las mazmorras, con las que obtendrás más y más ventajas pasivas para todos tus personajes. Pero incluso si no hay algo físico de por medio, las vistas, el viaje y la propia acción del juego ya suponen una gran recompensa. No todo es perfecto, claro.
Acabar la historia no es más que el principio de una aventura todavía mayor
Aunque visualmente hablando el juego es escandalosamente bueno, el diseño de las mazmorras es en general bastante simple; las hay incluso que son extremadamente lineales. El juego lo compensa con un ritmo de la acción brutal, no te da ni un segundo de respiro, pero obviamente me habría gustado encontrar algún que otro escenario más laberíntico que propusiera algún desafío diferente. Hay otros retos como la conquista de los fuertes que también se sienten algo desaprovechados. Son batallas durísimas, algunas son un auténtico espectáculo, pero no rompen con esa rutina de masacrar monstruos sin preocuparse de mucho más. Son divertidas por la intensidad de la lucha y porque, en muchos casos, están diseñadas para que pelees junto a otros jugadores; pero aún así, se echa en falta ese punto diferenciador que rompa con la monotonía.
Hablando del cooperativo, si te preocupa que tu mundo de Santuario esté repleto de jugadores yendo y viendo de un lado para otro, tranquilo, porque el juego gestiona muy bien el multijugador… dejando a un lado que no todo el mundo está contento con la idea de estar siempre conectado a Internet. Son encuentros fortuitos, de apenas unos instantes, que puedes obviar y seguir jugando en solitario. Pero también te digo que muchas veces, casi sin darte cuenta, acabarás siguiendo a otros jugadores por la simple curiosidad de ver en qué sangrientas aventuras acabáis envueltos. O si hay cerca un evento de mundo, para vivir una batalla multitudinaria irrepetible. Aún pienso en la lucha contra cientos de hombres cabra que libramos un par de bárbaros y mi hechicero, y tiemblo de emoción.
Una historia de pesadilla que deja huella
A lo largo de toda la historia del universo Diablo hemos disfrutado de grandes momentazos con las imponentes escenas de video con las que siempre sorprende Blizzard, y Diablo IV no es una excepción. Pero al margen de la increíble factura técnica de estos videos, lo fundamental es que el argumento no decepciona lo más mínimo. Es la historia más oscura y madura de toda la saga. Tiene momentos durísimos, de esos que cuesta olvidar; pero también está cargada de escenas memorables que levantarían a cualquiera de su asiento. El papel de Lilith, la gran villana de la aventura, es brutal; tiene una presencia bestial y cada vez que hace acto de presencia se te encoge el corazón. Pero no es la única que destaca en esta sangrienta lucha contra el mal.
Los personajes de Diablo IV se sienten muy humanos, imperfectos, que es una idea que el propio juego explota con maestría. Se toma su tiempo para desarrollar a todos y cada uno de los protagonistas del juego para que así, cuando llegue uno de esos momentos trascendentales, sientas todavía más las consecuencias. En este sentido, las nuevas incorporaciones como la joven Neyrelle, Donnan o Lorath, que vendría a ser nuestro nuevo Deckard Cain, son una bendición para el universo Diablo. Están escritos con un gusto exquisito y cuentan además -como todo el juego- con un fantástico doblaje al español que enaltece todavía más su papel en esta aventura.
Un sangriento descenso a los infiernos en el que cuando crees haberlo visto todo, Blizzard se supera con otra escena inolvidable. Y no me refiero solo a los vídeos cinemáticos. En mitad de una matanza indiscriminada puede ocurrir algo a tu alrededor que te deje atónito, porque el propio escenario es un narrador más en este conflicto eterno contra los Infiernos Abrasadores. No necesita palabras para meterte el miedo en el cuerpo, o dejarte claro que algo terrible acaba de ocurrir. Pero va incluso un paso más allá. Para que te hagas una idea, sin spoilers, hubo un momento en el que fijándome en el entorno me dije a mi mismo: "¿no será que…?" Y PUM, de repente, pasó lo que creía que iba a pasar, y casi me quedo afónico del subidón de adrenalina que me pegó.
Diablo IV está repleto de sorpresas y abundantes guiños a otros juegos de la saga, por lo que si eres fan, disfrutarás todavía más con las referencias. Y ojo, que hablamos de un juego bastante largo. La duración de Diablo 4 si vas directo a las misiones principales ronda las 30 horas, pero en todas y cada una de las cinco grandes regiones que conforman Santuario hay decenas de misiones secundarias que pueden aumentar la duración a las 80 o 100 horas. Eso sin mencionar el end game, que visto lo visto, tiene una pinta estupenda. Hay misiones especiales por un lado con sus propias recompensas, y también zonas del mapa que de forma aleatoria se ven sumidas en el caos, presentando desafíos extremos con sus propios recursos y premios exclusivos. Vamos, que si no son secundarias y mazmorras, serán batallas ultra difíciles, pero el juego tiene mucho que ofrecer en tu camino por alcanzar el nivel 100.
Un juego sobrecogedor y sangriento
Termino hablando de los gráficos aunque tampoco necesito extenderme demasiado porque, ya lo ves, el juego luce escandalosamente bien. El diseño de los escenarios es una gozada: son sangrientos, oscuros y muy variados entre sí, aunque lo que más me ha sorprendido es lo bien que se conectan las distintas áreas del mundo abierto, y cómo la transición entre ellas se siente lógica y natural. Hay frías estepas, cumbres nevadas, dunas de arena en el desierto, ruinas en mitad de la nada o hasta zonas pantanosas. Cuando consigues el caballo, que ya te aviso que vas a tardar unas cuantas horas, perderse por todos estos parajes es todo un gustazo. Sobre todo porque también la banda sonora está a un nivel altísimo con una gran variedad de temas que te meten de lleno en la acción de Diablo.
Es la historia más oscura y madura de toda la saga
En cuanto a la tan promocionada verticalidad del campo de batalla, esta tiene muy poco peso en la acción, pero en lo visual sí contribuye a darle magnitud y profundidad a este nuevo mundo de Santuario. Hay escenarios cuyos fondos ya anticipan que se avecina una batalla memorable, y esto es algo que me ha encantado, porque también ayuda a aumentar la tensión a medida que desciendes en las mazmorras y catacumbas. Hablando de estos escenarios, como decía, son bastante lineales pero lo compensan con una variedad y nivel de detalle enfermizo. Y luego están, claro, las hordas de monstruos. Hay montones de ellos que atacan al unísono cubriendo el campo de batalla de explosiones, rayos y otros efectos devastadores que resultan espectaculares. Todo ello, al menos en la versión de PC, sin ralentizaciones y sin apenas bugs más allá de algún pequeño error visual.
Con todas estas virtudes es difícil no estar contento con Diablo IV. Es un juego que no necesita de más de un par de horas para borrar de un plumazo cualquier duda que pudieras tener con él, y el resultado es una aventura memorable que atrapa como pocos juegos consiguen.
Exterminar demonios en Diablo 4 ha sido una experiencia increíble. Han sido 50 horas apoteósicas; un viaje inolvidable plagado de combates memorables y emocionantes sorpresas. Y a pesar de haber jugado tanto sigo con ganas de más porque da la sensación de que apenas he explorado la superficie de un juego inmenso plagado de contenidos de calidad. Blizzard ha cubierto el mundo de Santuario de un sinfín de oscuros secretos y temibles campos de batalla que no parecen tener fin. Y aún cuando acabas la historia, sigue desvelando más y más secretos; más y más desafíos extremos solo aptos para los más valientes. Este juego es el mejor regalo que podían recibir los fans de la saga Diablo. Una sangrienta fantasía que no te puedes perder.
Comprar Diablo IV- Es la historia más oscura de toda la saga, y también la más madura.
- Los combates contra jefes finales son espectaculares y desafiantes.
- Las mazmorra tienen un diseño simple, pero lo compensan con combates emocionantes.
- Gran libertad para personalizar a tu héroe. Puedes hacer que luche totalmente diferente a otro de su misma clase.
- El end game es prometedor. Hay mucho que hacer tras acabar la historia.
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