Todos hemos esperado meses o incluso años por el próximo juego de nuestro estudio favorito. Queremos que el tiempo pase lo más rápido posible y, cuando por fin llega ese día soñado, con solo presionar un botón de descarga lo tenemos. Los juegos digitales son tan populares hoy en día que es imposible no conocer a alguien que no haya entrado en la Playstation Store o la E-shop.
Según el informe de Games Industry del año pasado, más del 95% de los títulos vendidos a nivel mundial fueron digitales, con tan solo un 4,6% en físico (cifra muy similar a la del 2023). Hace unos días, Ryan Cohen, CEO de Gamestop, admitió que el futuro de la tienda estadounidense ya no se centrará en las ventas físicas. Y es que hasta Nintendo se está alejando cada vez más de este formato tradicional, con las cajas de títulos de terceros solo ofreciendo códigos de descarga dentro.
No voy a negar que esta forma de comprar es práctica, pues gracias a ella he obtenido muchos títulos. Sin embargo, al ver todas estas noticias, no pude evitar recordar momentos que viví en Japón donde redescubrí la magia que los juegos digitales están dejando atrás.
Raíces de la industria
El país del sol naciente es el origen de algunas de las compañías más importantes de la industria, como Nintendo y Sony, así como de sus autores más brillantes. Si no hubiese sido por Shigeru Miyamoto, nunca hubiéramos crecido jugando como Mario o Link. El género del terror psicológico no sería igual sin el cinéfilo Keiichiro Toyama y su saga Silent Hill, que hizo que muchos consideraran a los videojuegos como el octavo arte. Tampoco conoceríamos la sensación de ser derrotados infinitas veces por un jefe en la franquicia Dark Souls si no fuese por su director, Hidetaka Miyazaki.
Un Geek en Japón (Edición De bolsillo) (LIBROS TECNICOS)
Japón ha aportado muchísimo al mundo de los videojuegos, y es posiblemente el lugar donde estos son más visibles. Como explica Héctor García en su libro "Un geek en Japón", este medio es un elemento clave de la cultura japonesa, cuya mentalidad está muy alineada con su proceso creativo. Buscan perfeccionar su trabajo constantemente, algo que conlleva años, y esta es la misma filosofía que siguen los buenos desarrolladores.
Foto: Adam Valstar, vía Unsplash
Una magia intacta al otro lado del mundo
Esta conexión no solo se da a nivel interno, sino que también se refleja en su vida cotidiana. Cada rincón de Shibuya grita cultura popular, con anuncios de los últimos estrenos donde sea que mires, y aquí se encuentra un paraíso para cualquier amante de los videojuegos.
Cada rincón de Shibuya grita cultura popular, con anuncios de los últimos estrenos donde sea que mires, y aquí se encuentra un paraíso para cualquier amante de los videojuegos
Os hablo de la sexta planta de Shibuya Parco, un enorme centro comercial que tuve la gran oportunidad de visitar el año pasado. La entrada del Pokémon Center atraía a muchos visitantes con su magnífica estatua de Mewtwo, perfecta para hacerse una foto. Algo similar ocurría en la tienda de Capcom, donde los aficionados de Monster Hunter posaban con una espada que parecía sacada directamente de la franquicia. La cantidad de merchandising que tenían ambas era alucinante: pegatinas, ropa, peluches, vinilos, pósteres y todo lo que os podáis imaginar de estas marcas. Pero esto no fue lo que más me sorprendió. En realidad, fueron las colas larguísimas que se hicieron en cada una de ellas, no solo para comprar productos oficiales exclusivos del país, sino también juegos físicos.
Foto: Erry Lee, vía Unsplash
Cuando lo vi, me pregunté por qué había empezado a comprar videojuegos hacía tanto tiempo. En gran parte, es porque me han regalado experiencias inolvidables, aunque esta no es la única razón. Con el paso de los años había olvidado algo más: el sentido de comunidad que nos ofrecen. ¿No es maravilloso visitar una tienda, ver a otras personas emocionadas por un nuevo lanzamiento y hablar con ellas (o con los dependientes) sobre nuestros juegos favoritos? La belleza de compartir con otros es algo que se está perdiendo entre los clics de descarga en nuestro mundo digitalizado, pero que aún perdura en Japón.
Me acordé de lo especial que era sostener un juego en mis propias manos, aunque no pudiera leer su descripción en japoné
Mi siguiente parada fue la tienda de Nintendo, que tenía una sección dedicada a sus sagas más populares: Mario, Zelda, Animal Crossing e incluso Splatoon. Curiosamente, el día que visité coincidía con el lanzamiento para la Switch de Paper Mario: La puerta milenaria, el remake del clásico de la Gamecube para una nueva generación de jugadores. Se notaba, porque se estaba celebrando a lo grande: había filas de decenas de cajas del juego exhibidas para el público.
Deseaba volver a esta gran historia, sin tener que usar tarjetas de memoria para salvar la partida como hacía de pequeño. Y, en ese instante, mientras cogía la caja, me acordé de lo especial que era sostener un juego en mis propias manos, aunque no pudiera leer su descripción en japonés. Una descarga nunca se compararía con abrir esa nueva caja, sabiendo que me esperaba una obra realmente cautivadora.
Foto: Nik Helloimnik
Las grandes tiendas de las que os he hablado fueron muy reveladoras, pero fue en Akihabara donde la magia olvidada de los juegos físicos brilló más que nunca. Aquí, la cultura retro sigue prácticamente intacta. Si quieres encontrar cualquier tipo de hardware, basta con entrar en cadenas como Bic Camera y Book Off.
También hay pequeños locales donde el tiempo parece haberse detenido, como en Super Potato. Con su curioso nombre, decidí entrar en el pequeño negocio. Había oído alguna que otra crítica sobre sus precios, y sí que estaban un poco elevados. A pesar de esto, apenas llegué a su primera planta, supe que no sería la última vez que iría. Una Famicom, una Nintendo 64, una GameCube, una Gameboy, una Dreamcast y una Sega Saturn (además de decenas de obras por elegir para cada consola) ya eran razones suficientes para volver.
Foto: Wesley Tingey, vía Unsplash
Una televisión de principios de los 2000 que proyectaba en bucle el menú de inicio de Mario Kart: Double Dash, me permitió apreciar aún más el formato físico. Ya os conté lo ilusionante que era abrir una caja de un nuevo juego, pero, ¿no os ha pasado algo diferente cuando encontráis una que no habéis usado en mucho tiempo? Es como si esta fuese una máquina del tiempo que os transporta al pasado, a un momento especial, a un recuerdo.
No digo que esto nunca haya ocurrido al entrar en mi catálogo digital, pero la espera para descargar nunca sería tan memorable como el día en que mi hermano trajo a casa el clásico Mario Kart de la GameCube. O cuando vi el Super Mario Galaxy 2 en el escaparate de una tienda y convencí a mi madre para que me lo comprara.
Jamás imaginé que un lugar a miles de kilómetros de distancia como Japón me devolvería a mi infancia, a mi hogar y a mi familia. Y a partir de ahora, pienso que cada vez que introduzca un disco en mi consola, este me llevará de vuelta a un lugar en el que el formato físico sigue siendo tan querido y apreciado como lo fue desde el principio, con una magia realmente incomparable a cualquier descarga.
Foto de portada: Bruno guerrero, vía Unsplash
En 3DJuegos | Un jugador cambia ocho consolas y muchos juegos por la portátil que tanto quería
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