No es ningún secreto que las franquicias con las que crecimos nos siguen acompañando, incluso después de cruzar esa frontera imaginaria hacia el mundo de los adultos, con sus preocupaciones, sus prisas y sus responsabilidades. A veces, esos mitos se quedan ahí, como reliquias de una época distante. Y otras, se reinventan de manera sorprendente, conectando con ese niño interior que no ha dejado de soñar con los Transformers. A pesar de que en mi caso en ese niño interior quien lleva el control de mi vida la mayor parte del tiempo, Transformers One no era un estreno que me llamara especialmente.
Lo confieso mientras una figura de Optimus Prime me mira, poderosa, desde la estantería junto al PC donde escribo este texto. Y es que los primeros avances de la película, e incluso los primeros momentos del visionado de la misma, me tenían convencido de que se trataba de un producto meramente infantil que poco podía aportarme. Y me equivocaba, porque no solo se ha divertido mi niño interior con una magnífica película de aventuras cargada de mensaje, también el cuarentón que no deja de reconciliarse con los mitos de su infancia.
Una nueva mirada al origen de los Transformers
Transformers One, dirigida por Josh Cooley, supone un regreso a los orígenes de la franquicia, pero no desde la perspectiva de los humanos que interactúan con los robots, como lo hemos visto en las películas de Michael Bay. Esta vez, la historia nos lleva directamente a Cybertron, el planeta natal de los Autobots y Decepticons. Aquí, los fans de la saga pueden disfrutar de cómo se forja la amistad y rivalidad entre dos de los personajes más icónicos: Optimus Prime y Megatron. Pero no siempre fueron enemigos. En esta precuela, conocemos a un joven Orion Pax (antes de convertirse en Optimus Prime), y a D-16, que posteriormente se transformará en Megatron.
La trama es simple, como corresponde a una historia de origen, pero se desarrolla con un ritmo que mantiene la atención en todo momento. Nos encontramos con un joven Orion Pax, con todas las características del líder que conocemos, pero aún inexperto. Junto a él, D-16, un personaje lleno de matices, cuya caída en desgracia lo convierte en el villano que todos amamos. Esta transformación es la columna vertebral de la película, y aunque es predecible para todo aquel que tenga más de 10 años, está contada con una profundidad emocional que no esperaba encontrar en una película de Transformers.
El Camino del Héroe, con un mensaje para nuestra época
Aunque la estructura narrativa de Transformers One no sea revolucionaria, siguiendo al pie de la letra el conocido Camino del Héroe de Joseph Campbell, cuenta con algunas actualizaciones interesantes, llenando la historia de mensajes sociales muy actuales que, curiosamente, están salpicados por todas partes de simbología propia de algunas enseñanzas herméticas, del mismo modo en que lo hacía, por ejemplo, la saga The Matrix.
El alma de Transformers One reside en la química entre sus dos protagonistas, Optimus Prime (Orion Pax) y Megatron (D-16). Aunque el carismático líder de los Autobots sigue siendo un personaje noble y heroico, ha sido D-16 quien ha capturado mi atención. Y es que el desarrollo de su personaje, desde un idealista hasta convertirse en el icónico villano, es uno de los puntos más importantes de la película. ¿Cómo no simpatizar con él? De la misma manera que muchos nos sentimos atraídos por el Magneto de Marvel, con sus motivaciones complejas y su justificación moral para sus actos, ahora me encuentro simpatizando con Megatron. Ya veis, a mi edad…
La película logra que, al menos por un momento, dudes de quién tiene la razón. D-16 no es el típico villano que busca el caos por el mero hecho de sembrar el mal. Sus acciones, aunque condenables, nacen de un profundo desencanto con el sistema. Esa capacidad para humanizar (o robotizar, en este caso) a personajes que tradicionalmente han sido etiquetados como villanos es un gran logro y uno que añade una capa emocional inesperada a la trama, especialmente con un personaje tan plano en origen como Megatron, que es malo porque "le han dibujado así", que dirían en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?
Un diseño nuevo pero fiel a los orígenes
Otro aspecto a destacar es el impresionante diseño de la película. Aunque, lamentablemente, no he tenido la oportunidad de verla en su versión original con las voces de Chris Hemsworth (Optimus Prime) y Brian Tyree Henry (Megatron), la calidad de la animación ha bastado para capturar mi atención. La película logra recrear fielmente los diseños originales de los juguetes, sin caer en el error de sobrecargar a los personajes con detalles innecesarios, y a la vez darle un toque fresco. En paralelo, no faltan los homenajes a los fans de toda la vida, aquellos que crecieron con los Transformers en sus manos, y que ahora pueden disfrutar de ver a sus héroes de infancia en pantalla grande, con un tono mucho más desenfadado que en el de las películas de acción real.
De la mano al rediseño de los personajes viene un diseño de producción espectacular y colorido, lleno de buenas ideas. Los paisajes de Cybertron son impresionantes, con texturas y colores vibrantes que se combinan con unas escenas de acción, aunque a veces caóticas, resultan épicas y de un ritmo frenético, manteniendo la escala que la franquicia tanto necesita. En ese sentido, la película no solo hace justicia a la mitología clásica de los Transformers, sino que también le da un nuevo toque de personalidad muy bien traído, como ya ocurrió hace unos meses con la estupenda (y muy recomendable) Tortugas Ninja: Caos mutante.
Este espectáculo visual que no da tregua al espectador. Desde el principio hasta el final, la película mantiene un ritmo rapidísimo, con los momentos de pausa justos para respirar. Las escenas de batalla en Cybertron son tan grandiosas como cabría esperar de una película de Transformers, pero sin dejar de lado el desarrollo de los personajes. Las coreografías de combate, los diálogos entre los protagonistas y los momentos cómicos crean un equilibrio perfecto entre la acción y narrativa sin olvidar que su meta es la de entretener a un público juvenil.
Una película para niños, y no tan niños
Al terminar de ver Transformers One, no pude evitar pensar en cómo hubiera sido verla cuando tenía 9 años. Me habría subido por las paredes. Sin duda, hubiera salido del cine deseando tener todos los juguetes, queriendo recrear las escenas de batalla con Optimus Prime y Megatron. Transformers One no solo es disfrutable por cualquier chaval con ganas de vivir aventuras acompañado de carismáticos robots alienígenas, también por un espectador adulto con ganas de desconectar y pasar un buen rato. No digo nada de los fans de la franquicia y coleccionistas de juguetes, que van a gozar esta revisión de la mitología de los Transformers que bebe directamente de los años 80.
Ver 2 comentarios