Soy uno de esos lectores a los que les gusta coleccionar varias ediciones de sus obras preferidas. Me pasa con el Dune de Herbert y El Señor de los Anillos de Tolkien, con el Born Again y el Dark Knight de Miller, y con el Archaz de Moebius. No solo tengo las estanterías de mi casa combadas y le meto unos meneos a la nómina que no veas. También disfruto de pequeñas diferencias y particularidades de las distintas ediciones. Y claro, el eterno "una copia para leer, otra para guardar". En el caso de Arzach ya van una para leer y tres para guardar. La última me llegó a casa ayer mismo y es una edición conmemorativa que celebra el 50 Aniversario de la aparición de un cómic que hizo de su autor. Moebius, un genio indiscutible del noveno arte.

Perdido en Moebius
Jean Giraud, o "Moebius", como prefieras llamarle, ha sido durante décadas uno de los pilares más sólidos y revolucionarios de la historieta europea. Su capacidad para reinventarse y plasmar en viñetas mundos surrealistas, imposibles y asombrosamente detallados lo convirtieron en una leyenda. Todo lo hacía bien, daba igual que fuera un western como Blueberry que ciencia ficción como El Incal o sus locuras psicoactivas en el desierto. No en vano, muchos lo consideran "el dibujante de cómics europeo más influyente después de Hergé (el creador de Tintín)", algo que no es cualquier cosa. El estilo de Giraud era tan particular que, sin importar el género o la historia, cada una de sus páginas tiene un sello inconfundible que impacta al lector y lo invita a sumergirse en su universo.
El dibujo, detallado y enigmático, y las paletas de color tan cuidadas, logran que te sientas parte de esa travesía fantástica
En Arzach, publicado por primera vez en 1974, Moebius encontró una libertad creativa y narrativa que cambió para siempre la forma de concebir los cómics. Esta obra no era solo una historia de aventuras o ciencia ficción; era una ruptura con las convenciones establecidas. El protagonista, Arzach, es un aventurero solitario que surca los cielos montado en una especie de ave prehistórica en un mundo tan extraño como bello. En sus viñetas apenas hay diálogo, lo cual refuerza una sensación de soledad e introspección que atraviesa toda la obra. El dibujo, detallado y enigmático, y las paletas de color tan cuidadas, logran que te sientas parte de esa travesía fantástica. Moebius, consciente de la importancia de Arzach en su carrera, y tal vez un poco fascinado por su propia creación, revisitó con difrentes estilos este mundo durante más de 5 décadas en varios tipos de ilustraciones o reediciones conmemorativas.

Una influencia titánica en el cine
Arzach no solo es un cómic, es una obra de arte que dejó una huella imborrable en la cultura pop y, de paso, en la forma de hacer cómic. En una época en la que el mundo de la historieta parecía dominado casi en su totalidad por el cómic estadounidense y sus superhéroes, Moebius rompió con todos los moldes y abrió nuevas puertas. La publicación de Arzach en la revista francesa Métal Hurlant lo llevó a un nivel de visibilidad inimaginable, y pronto su estilo comenzó a ser imitado y estudiado por otros artistas. Su salto a Estados Unidos de la mano de la edición norteamericana de Métal Hurlant, Heavy Metal, le valió a Moebius el reconocimiento de profesionales del Hollywood como George Lucas, Steven Spielberg, James Cameron o Ridley Scott, con quien trabajaría en proyectos como Alien.
Fellini llegó a comparar a Moebius con maestros como Picasso y Matisse
Uno de los casos más conocidos de esta influencia es Hayao Miyazaki, el aclamado director de cine de animación japonés. Miyazaki siempre ha sido un admirador del trabajo de Moebius y, de hecho, ambos se conocieron y entablaron una amistad que duró toda la vida. La fascinación del cineasta japonés por Arzach fue tan profunda que, según confesó en una entrevista, le inspiró para dirigir Nausicaä del Valle del Viento. Aún hoy, cuando vemos el trabajo de Miyazaki, es posible encontrar esa influencia de Moebius en los vastos paisajes y en la atmósfera mística y onírica de sus historias.

Los mundos de Moebius y los videojuegos
La influencia de Arzach no se limita al cine y la animación; su impacto ha llegado incluso al mundo de los videojuegos. Muchos desarrolladores han mencionado la obra de Moebius como una referencia clave en el diseño de sus mundos. La sensación de vastedad y exploración, esa narrativa visual sin palabras que se basa en el poder de la imagen y en la intuición del jugador, recuerda mucho a la experiencia de leer Arzach. Juegos como Panzer Dragon o Sable muestran una conexión evidente, pero otros títulos como Journey o Shadow of the Colossus, con su enfoque en la exploración y en un mundo aparentemente desolado pero lleno de significado, deben parte de su estética y atmósfera a lo que Moebius hizo en sus páginas hace ya cinco décadas.
Arzach: Edition 50 ans
No es casualidad que, tras su muerte, Moebius haya sido objeto de tantos homenajes. Artistas de todo el mundo se reunieron para rendirle tributo en ediciones especiales, para el mercado Francés, donde el cómic forma parte de su identidad cultural, de revistas como Casemate y dBD hasta Tonnerre De Bulles!. Figuras del cómic y el arte en general, como Neil Gaiman, Mike Mignola o incluso Federico Fellini, han reconocido la influencia de Moebius en sus propias obras. Fellini, incluso, llegó a comparar a Moebius con maestros como Picasso y Matisse, en un merecido homenaje donde destacaba su capacidad para transportarnos a mundos desconocidos y llenos de personajes enigmáticos.

Y es que Moebius logró algo que pocos artistas consiguen: trascender su tiempo y su medio. Arzach abrió una puerta hacia una nueva dimensión de la narrativa gráfica, y al hacerlo inspiró a generaciones enteras de creadores. Para mí, cada vez que releo Arzach, descubro un nuevo matiz, un detalle que había pasado por alto, una pincelada que cobra sentido y que me vuelve a asombrar. Ahora, termino de escribir este artículo y me vuelvo a mi lectura, a perderme en una doble página de Moebius en Arzach en la que este genial artista compone una panorámica con una perspectiva triple de una batalla que es digna de estudiarse en las academias de arte.
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