Pinocho de Netflix VS. Pinocho de Disney, ¿cuál es mejor película?

Ojalá Walt Disney despertase por cinco o seis horas y tuviese tiempo de ver qué ha hecho su empresa con su clásico inmortal, Pinocho, y qué ha hecho Del Toro en stop-motion (y si tiene algo de tiempo, que vea lo de Lies of P, que aún no salimos de nuestro asombro general) y compartiera su opinión tras lo visto. Acabada la Pinocho del mexicano, recién estrenada en Netflix, me resultó inevitable pensar en la comparación fácil con la contraparte de Disney en 2022 de Pinocho con Robert Zemeckis al frente. De hecho, me pareció curiosa para unos y desafortunada para otros la coincidencia en el calendario: el poco tiempo entre una y otra ha subrayado la sensación de disfrutar una película hecha por artesanos y artistas y otra hecha por empresarios con maletín y corbata. ¿Tanto es así? Me gustaría analizar algunos puntos clave de ambos largometrajes, comenzando, claro, por el propio Pinocho.

Por redundante que parezca, la recreación de Pinocho es capital para el éxito de una revisión del clásico de Carlo Collodi. Disney apostó por el CGI en un movimiento evidente que intenta emular lo que vimos en el clásico de 1940 mientras que Guillermo del Toro y su stop-motion han dotado al personaje de un carácter único a todos los niveles, incluso en la propia cinta. Su primera aparición roza el terror "deltoresco", y su diseño denota el poco mimo de un Gepetto que ha creado una marioneta asimétrica que pretende parecerse a su hijo, Carlo, pero no se parece en absoluto. Es la idea: Petto está más borracho que Nacho.

El Pinocho de Disney es sobrio y aburrido. Cualquier amante del clásico de Walt Disney diría que es hasta una traición al original. El Pinocho de 2022 es un calco del original, pero su factura técnica es discutible y digna de un estreno directo a streaming. Pero sus problemas no acaban ahí: es bondadoso, comprende qué es el bien, qué es el mal y no necesita de una conciencia por lo que el rol de Pepito Grillo queda en entredicho en la producción de Zemeckis, aportando poco o nada al aprendizaje del niño de madera.

Carisma animada VS. Torpe CGI

El Pinocho de Del Toro es muy distinto: es un niño recién nacido de 8 años, caprichoso, preguntón, vago y un poco descarado, llegando a desesperar al propio Gepetto. En definitiva: un niño de su edad. Eso sí, tiene una conversación con su padre sobre una talla de madera que te hace conectar con él y entender su existencia en un mundo y tiempo que no lo entiende ni quiere hacerlo. Uno de los momentos más valiosos de todo el metraje, pero ni mucho menos el único. El tutelaje de Sebastian J. Grillo (con la voz de Ewan McGregor) es coherente para lo que se espera del personaje. Lo mismo pasa con Gepetto en ambos casos.

Gepetto es uno de los puntos más interesantes de ambas readaptaciones, pero por motivos completa mente distintos. Zemeckis apostó por un Tom Hanks más que afincado a las nóminas de Disney para hacer el que probablemente es uno de los peores papeles firmados por el actor californiano. Es un Gepetto senil, torpe, aburrido y que más allá de su caracterización, en nada se parece al padre cariñoso y tierno de la película de 1940. Su interpretación está puesta en piloto automático y es tan naíf que asusta: por donde pasa no mancha, por donde pasa no limpia. Podemos (y debemos) pedirle más a Tom Hanks.

El Gepetto de Del Toro, interpretado por David Bradley, es un personaje tridimensional, literal y figuradamente hablando. Vive en sus carnes la tragedia de un hijo perdido y los efectos del alcoholismo en una sociedad sumergida en pleno fascismo italiano y la II Guerra Mundial. Gepetto ha caído en la desgracia, es antibelicista y temeroso. ¿Te has planteado alguna vez qué sintió el carpintero al ver una creación suya de madera viva de un día para otro? Yo no, pero Guillermo del Toro, muy inteligentemente, sí. El Gepetto de mentira y en stop-motion es más humano y realista que Tom Hanks.

Los acompañantes del artesano en la cinta de Disney son los inmortales Figaro y Cleo, un gato y un pez a los que el hiperrealismo les ha robado todo el encanto que heredaron de Walt. El mono Spazzatura (con la sorprendente voz de Cate Blanchett) es el único animal de Guillermo del Toro en todo el metraje, convirtiéndose en un importante personaje y portador de una de las más valiosas lecciones en el desenlace de la obra apadrinada por Netflix. Mientras el mono es uno de los tapados de la historia por su interacción con Pinocho, las marionetas y el Conde Volpe, Figaro y Cleo en 2022 son mera comparsa.

Riesgos, canciones y decisiones erróneas

Me pasó una cosa curiosa ayer: con la resaca de Pinocho me puse una de mis películas de animación favoritas de todos los tiempos, Fantastic Mr. Fox de Wes Anderson. Siendo también stop-motion, me percaté y valoré aún más el logro técnico del equipo de Del Toro en las cámaras, fotografía y puesta en escena de sus protagonistas; mientras los planos del de Houston son estáticos (fruto también de la simetría marca de la casa del cineasta de Houston incluso en producciones con actores de carne y hueso), los planos del mexicano son del todo inverosímiles para el stop-motion, fruto de un trabajo incansable y económicamente calamitoso durante años y años.

La nueva Pinocho de Disney, desgraciadamente, nunca podrá decir que ha llegado a aportar nada en absoluto al medio. El CGI utilizado en los personajes fantasiosos es de lo más pobre que se ha visto a la firma en los últimos tiempos, presentando personajes que no parecen existir en escena y adaptando de forma antropomórfica al Honrado Juan, Gedeón y Pepito Grillo con dudoso resultado. El culmen del fracaso llega con la conversión de Polilla a asno: lo oscuro, terrorífico e inquietante de la original queda en una mala broma en la versión moderna. Una ridiculez insultante para cualquier amante del clásico. Una completa decepción.

Sí se atreve la de Disney a añadir nuevos números musicales, una subtrama marionetil completamente ineficaz y un Monstruo que parece una ballena mutante que no da ningún miedo; Guillermo del Toro apuesta por su estilo único para Monstruo, la presencia de un cómico Benito Mussolini, los dejes fascistas de muchos de sus personajes y añadir un campo de entrenamiento militar juvenil en plena II Guerra Mundial en lugar de la Isla de los Juegos, otorgando una identidad única a la película y valiosa para toda la familia. Es indiscutible que la producción de Zemeckis es una de las producciones live-action de la factoría del ratón más ancladas a la obra original, lo que le impide despegarse, artística o narrativamente del relato adaptado por Walt Disney. ¿El resultado? Vas a querer disfrutar la de 1940 en cuanto la termines.