El Señor de los Anillos de Peter Jackson, qué gran trilogía es. Este año se cumplen exactamente 23 años desde que el neozelandés estrenó en cines El Retorno del Rey, la película que encumbró su carrera y que, irónicamente, marcó el principio del fin de la misma, una que no sobrevivió al cambio de década. Sin embargo, y si bien es cierto que a Jackson y su equipo les debo gran parte de mi amor por la narración —a raíz de verlas, acudí a los libros— y mi devoción por la fantasía medieval, no fue el primero. Antes estuvo un estadounidense, un maestro de la animación y un adelantado a su tiempo, pero también artífice de la versión de El Señor de los Anillos más única, que no perfecta, de las que se han hecho: Ralph Bakshi.
Y es que sí, aunque el cénit de la narración tolkieniana se alcanzó entre 2001 y 2003, con un nivel al que no pudieron acceder después El Hobbit o Los Anillos de Poder, Bakshi fue el pionero en una de las producciones más tortuosas que recuerdo. Eso sí, nos deja con una anécdota curiosa al margen de la arriesgadísima animación, tanto magistral como pobre, a ratos: es la película de El Señor de los Anillos que se rodó en España.
Una producción que duró 20 años e iba a tener a Stanley Kubrick al mando
Corría 1950 y los Estados Unidos de la post-guerra estaban sedientos de historias fantásticas que nos hicieran volar más allá de los problemas terrenales y nos inspirasen con historias de unidad y de superación frente a un mal superior y arquetípico. El Rey Arturo de Disney, Jasón y los Argonautas o Hércules, todos ellos con historias épicas, de aquellas del "camino del héroe frente a la adversidad", pero faltaba una: El Señor de los Anillos. La narración de Tolkien había encandilado a medio mundo con su mundo de fantasía y el camino paralelo de héroes como Aragorn o Frodo, y Bakshi estaba entre ellos.
El estadounidense, nacido en territorio palestino, se aventuró a este mundo de fantasía tras conocer al mismísimo Tolkien en 1955, y ahí fue donde comenzó su travesía para adaptarla al cine. Por aquel entonces no era más que un animador de series infantiles, algunas que inspiraron a Tom y Jerry, pero trató de convencer a United Artist de que se podría adaptar a animación, y su insistencia caló. La compañía tardó una década en preparar todo y se animó a convencer a Stanley Kubrick en 1969, tras 2001: Una Odisea en el Espacio, para dirigirla con los Beatles como protagonistas y el estilo de animación de "Yellow Submarine", algo que consideró "infilmable".
La propuesta incluso calló en la mesa JD Salinger, autor de El Guardián Entre el Centeno y a quien contactaron para escribirla pero sin éxito. Salinger incluso culpó a las obras de Tolkien, a la marihuana y al LSD a "que la gente se volviera loca con historias irreales". Un vaivén de celebridades de mitad de siglo de una idea que acabó, al final, en manos del mismo Bakshi, quien en 1976 escribió el guion para rodarla un año más tarde y estrenarla en 24 meses. Una tarea contrarreloj donde Mick Jagger se acercó al director para interpretar a Frodo o David Carradine para dar vida a Aragorn. Ambos desechados por una simple razón: la película debía ser de animación, y para allá que fue.
Una película adelantada a su época con Tim Burton como animador
Si bien se considera la película de El Señor de los Anillos una mala adaptación, como una película que adaptó dos tercios de la historia de Tolkien y se quedó a medias pues su secuela fue cancelada, no fue ni es un proyecto exento de aplausos. El estadounidense había perpetrado una obra magna con una "técnica cinematográfica completamente nueva" para la época: la mezcla de animación y acción en tiempo real en base a la rotoscopia.
El director quería huir de la idea caricaturesca de Disney y que copaba la imaginación de muchos niños y niñas en la década de los 70. Robin Hood, Winnie the Pooh o El Libro de la Selva estaban frescos en el imaginario colectivo, pero Bakshi quiso trasladar el movimiento humano y la precisión anatómica de la acción real a la animación, todo ello mediante rotoscopia. Esta técnica, con la que Disney trabajó en Fantasía, se basa en reemplazar los fotogramas de una grabación con actores por dibujos "calcados" sobre cada fotograma. Con ello se buscó transmitir al dibujo la naturalidad y secuencialidad de movimientos, expresiones, luces, sombras y proporciones propias de la filmación original, y todo ello en una película de dos horas, un logro supino.
Jerry Beck, historiador de animación estadounidense, citó en 2005 que la idea de Bakshi era de un genio loco, pues "hasta ese momento, las películas animadas no habían representado escenas de batalla extensas con cientos de personajes", y el director mostró maestría a la hora de adaptarse a los problemas, que los hubo. Los inversores estaban recelosos ante las necesidades de filmación de la película. John Hurt. Daniels, actor de Legolas, comentó en 2021 que hubo ciertas desavenencias pues todos los actores tuvieron que dejar un espacio de dos segundos entre líneas, lo que "generó un diálogo bastante forzado y, lamentablemente, una película bastante forzada en general", citó el actor.
Aun así, consiguió sacarla adelante con un equipo joven, muchos de ellos inexpertos o novatos como Tim Burton, para la que esta fue su primera intervención en el cine hollywoodiense. Incluso consiguió acabarla en tiempo récord, no sin antes haber perdido secuencias, dejando la narración algo falta de fuerza a partir de la mitad del film. Claro está, tener cuatro semanas para editar la película antes de su estreno tiene sus complicaciones.
Cuenca se convirtió en el Abismo de Helm
Hablamos de una película con sus más y sus menos y para la que un texto detallado de la propia cinta nos llevaría un artículo independiente, pero todo confluye en, como se dice coloquialmente, "barrer para casa". Hollywood no ha sido ajeno a España y es que nuestro país proporcionaba un coste bajísimo para los equipos de rodaje, así como localizaciones sobradamente buenas. Buena cuenta de ello dan Stanley Kubrick con Espartaco o El Cid de Anthony Mann, y esta película fue la que llevó a Bakshi a posar sus ojos en nuestro país.
Castillo de Belmonte, Cuenca
No podría rodarse una cinta de Díaz de Vivar fuera de España, y parece que el director de El Señor de los Anillos dijo lo mismo con el Abismo de Helm. Si bien el director rodó escenas en California, con localizaciones en el Valle de la Muerte, Bakshi cogió el petate y a su equipo y se los llevó a una pequeña ciudad de la pradera manchega: Belmonte, Cuenca. El Castillo de Belmonte fue usado por Anthony Mann para El Cid casi dos décadas antes, y sería testigo del resurgir del principio del fin de Sauron en la Batalla del Abismo de Helm.
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Aunque la producción recorrió la meseta manchega para grabar ciertas secuencias, fue este castillo del siglo XV el que albergaría el final de su historia, el momento cumbre de su carrera. Con un "en el risco, ¡ya vienen!" comenzó una secuencia de algo más de 10 minutos sin los elfos de Lórien —invención del propio Peter Jackson para su película—, pero con decenas de actores en pantalla, extras, caballos y armas. Todo ello en un asalto al Castillo de Belmonte que acogió la defensa de Rohan frente a los uruk-hai con escenas que, siendo realistas, están brillantemente llevadas aún con los problemas y la lógica falta de recursos.
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De hecho, hay problemas obvios de continuidad como los uruk intentando demoler la muralla con un ariete de madera mientras Aragorn y Legolas los disuaden desde el lado contrario de la muralla, pero poco se puede decir negativo de una película con Gandalf correteando por una loma castellana en una escena que Bakshi dirigió desde su camioneta porque tenía miedo a los caballos. Sí, quizá no tiene el mismo impacto que la secuencia de Jackson, pero pocos países pueden decir que han acogido una épica medieval como esta.
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Incluso aún con sus fallos, no fue un descalabro económico con más de 30 millones de dólares recaudados con un presupuesto de apenas 4 millones, una millonésima parte de lo que costó la trilogía de Jackson. Una película que difícilmente creó escuela pero que quizá sin ella jamás hubiéramos tenido El Señor de los Anillos de 22 años después, porque sí, esta fue la primera interacción del director neozelandés con la obra de Tolkien. Así que, gracias, Bakshi.
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