Adaptar Dune al cine es una tarea titánica. La obra de Frank Herbert no es simplemente una novela de ciencia ficción, sino un tapiz densamente tejido de política, religión, ecología, filosofía y ciencia. Que directores como David Lynch en los 80, y más recientemente Denis Villeneuve, hayan conseguido llevar esta mitología a la gran pantalla con cierta coherencia y una tremenda belleza visual es algo que merece nuestro reconocimiento. Pero incluso con todos sus aciertos, las películas de Dune apenas han arañado la superficie de este universo. Muchos de sus elementos más fascinantes, y también más complicados, se han quedado fuera de la gran. Uno de los mejores ejemplos es el Gremio de Navegantes, una poderosa facción dentro del equilibrio de poder del universo que todavía no ha sido representada con la importancia que merecen. De ahí que resulta complicado que algunos otros personajes, también claves para esta mitología de ciencia ficción, tengan muchas posibilidades de ser ignorados. Es el caso de Norma Cenva, la Oráculo del Infinito.
Los lectores más dedicados de Dune reconocerán su nombre como uno de los pilares sobre los que se levanta todo el universo de la saga. Sin ella, literalmente, no existiría el viaje espacial tal como se plantea en los libros. Pero como tantas figuras legendarias de la ciencia ficción literaria, Norma Cenva sigue siendo invisible para el gran público, relegada a los márgenes de un lore que Hollywood aún no se atreve a explorar del todo.
La mujer que hizo posible el universo de Dune
Norma Cenva, nacida con deformidades físicas en el planeta Rossak, fue despreciada por su madre, la poderosa hechicera Zufa Cenva, pero halló apoyo en su padre adoptivo y futuro esposo, Aurelius Venport. A pesar del rechazo de su maestro Tio Holtzman, Norma demostró un genio científico sin precedentes, perfeccionando el motor Holtzman, lo que hizo posible plegar el espacio para realizar viajes interestelares instantáneos. También diseñó Junction, el núcleo de tránsito espacial que daría origen a la Cofradía Espacial.
Tras sobrevivir a la tortura del titán mecánico Xerxes, Norma se despertó en ella una nueva conciencia presciente, que potenció mediante el consumo masivo de especia melange, adelantando lo que muchos años más tarde ocurriría con el clan Atreides. Al hacerlo, sacrificó su cuerpo físico y se convirtió en la primera Navegante, capaz de guiar naves a través del espacio plegado con una precisión imposible para humanos o máquinas, pero a costa de perder su humanidad. Esta hazaña la posicionó como la fundadora de la navegación estelar segura y del dominio intergaláctico de la Cofradía. Con el paso del tiempo, Norma trascendió su existencia física y se convirtió el Oráculo del Tiempo. Desde ese estado, protegió a la humanidad contra amenazas como las Máquinas Pensantes y guió eventos decisivos durante la guerra de Kralizec.

¿Por qué nunca veremos a Norma Cenva en el cine?
La respuesta, como casi todo en Hollywood, está en un complicado equilibrio entre la complejidad narrativa, una producción atractiva por ael público y el presupuesto. Norma no es un personaje sencillo: su historia abarca varias décadas, involucra desarrollos científicos que rozan la abstracción, y está ligada a una cronología que apenas ha sido explorada en las películas. Meter su arco completo en una narrativa cinematográfica centrada en Paul Atreides y la Casa Harkonnen tal vez podría aprovecharse de la puerta narrativa abierta por la serie Dune: La Profecía a la hora de explorar diferentes momento de la historia de esta mitología.
Además, Dune en el cine ha optado por una narrativa más directa, más enfocada en personajes con conflictos humanos comprensibles y situaciones políticas que, aunque densas, pueden traducirse a una trama de acción, traición y profecía. Norma representa una ciencia elevada a misticismo, una mezcla de tecnología, espiritualidad y evolución transhumana que no se adapta fácilmente al lenguaje del blockbuster. Si hasta el momento está habiendo ciertos problemas a la hora de presentar al gran público a personajes como Paul Atreides y Alia Atreides, tal vez reducir la historia resulte demasiado complicado.

Lo que pierde Dune sin la Oráculo del Infinito
La ausencia de Norma Cenva en el cine deja un vacío importante. Sin ella, los Navegantes del Gremio parecen surgir de la nada, como una rareza estética más que como el producto de una evolución humana provocada por la necesidad de control sobre el viaje espacial. Y eso solo en la película de Lynch o las series de SyFy, que es donde llegamos a ver a estos personajes. Con ella también se pierde parte de la historia más antigua de la humanidad en el universo de Herbert, que conecta con un concepto tan importante como la rebelión contra las máquinas pensantes, la Yihad Butleriana, con el nacimiento de una civilización que basa su poder en la adaptación biológica y el control de la especia.
Norma Cenva es una figura fascinante. Representa la ciencia llevada al límite, la resiliencia de una humanidad llamada a explorar el cosmos, la visión de futuro y el poder transformador del conocimiento. En un universo como el de Dune, donde la historia y la mitología se entrelazan, su figura tiene el peso de una divinidad científica, una creadora de caminos donde antes solo había vacío. Puede que nunca la veamos en el cine. Pero eso no quiere decir que no merezca un lugar en nuestra imaginación. Quizá algún día una serie o superproducción cinematográfica se adentre en en este periodo de la historia de la humanidad de la saga. Hasta entonces, Norma Cenva seguirá siendo una de las grandes ideas de Dune reservada para los lectores más comprometidos con la saga.
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