Después de un invierno malo y una mala primavera, Xbox nos ha regalado un final de verano igual de triste. Microsoft ha llevado a cabo una nueva ronda de despidos en su vertical de 'gaming', dejando sin trabajo a 650 de sus empleados. Tercera mala noticia del año para una empresa que venía de llevar a cabo casi 2.000 despidos en enero y de cerrar algunos de sus estudios más prestigiosos en mayos. Ni siquiera hacer buenos juegos es garantía de nada y eso ha creado una gran desconfianza entre quienes han conservado su puesto.
Desconfianza y desconcierto en Microsoft
A través de un reportaje publicado en The Verge, se ha confirmado lo que hasta ahora solo podíamos intuir. Tras ver tres rondas de despidos este año, los empleados de Xbox que conservan su puesto solo están pensando en si también se salvarán de la cuarta. "Los despidos continuados han tenido un gran impacto en la moral, de acuerdo con varios trabajadores contactados. Algunos están preocupados de que más cierres de estudios en el futuro y la mayoría están confundidos con respecto a la estrategia de Microsoft en el mercado del videojuego", explicaba Tom Warren.
Phil Spencer, presidente de la vertical de gaming de Microsoft, justifica los despidos en un correo electrónico interno asegurando que la decisión se tomaba como parte de un esfuerzo para ajustar la "estructura" de equipos y personal tras la adquisición de Activision Blizzard. En este sentido, la compañía parece tener intención de maximizar la eficiencia a base de recortes de personal para intentar rentabilizar la inversión en un plazo razonable. Esta se trata de una situación que tanto analistas como antiguos empleados de Xbox habían señalado.
El interés de Microsoft por aumentar su margen de beneficios también se hace evidente cuando echamos un vistazo a Game Pass. En la misma semana en la que se han realizado estos 650 despidos, Xbox ha aplicado de forma definitiva los cambios a su servicio de suscripción. Llega así un plan Estándar que, por un precio mayor al que pagábamos hace unos meses, nos ofrece menos juegos. No solo no incluirá los estrenos ‘Día 1’ de los estudios de la marca, si no que se han eliminado de forma retroactiva los títulos que ya estaban en el servicio que se estrenaron de forma relativamente reciente (Starfield, Diablo IV o Call of Duty: Modern Warfare 3 entre otros).
De acuerdo con el citado artículo de The Verge, los empleados de Microsoft tampoco están terminando de entender cuál es la idea tras la estrategia de llevar sus exclusivos a PlayStation, llegando a citarse en el reportaje que Xbox "ha tenido problemas durante meses para explicarlo". El año que viene tanto Indiana Jones y el Gran Círculo como Doom: The Dark Ages llegarán a la consola de Sony. Está por ver qué pasará entonces con títulos como Starfield, sobre todo ahora que Bethesda ha confirmado que empleará una estrategia de apoyo a largo plazo que se beneficia de tener la mayor base de usuarios posible.
No es fácil justificar un planteamiento estratégico que hace muy real la posibilidad de que juegos de Xbox lleguen con rendimiento mejorado a PS5 Pro. En una semana en la que precisamente el anuncio de la nueva máquina de Sony estaba en el ojo del huracán, Microsoft podría haber aprovechado para anotarse un tanto y demostrarle al mundo cuál es la estrategia a largo plazo. Lo que hemos tenido, en cambio, es otro motivo para estar tristes. Si es que existe esa guerra de consolas de la que tanto se habla, lo único que está claro es que todos estamos perdiendo.
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