Situada a unos 4,24 años luz, la estrella Alpha Centauri se ha convertido en el caramelo predilecto de la astronomía. No es que su luz sea especial o que esté más cerca de nosotros que cualquier otra estrella, lo llamativo de su sistema se encuentra cerca de ella, en el planeta Proxima b. De todos los que nos rodean, al estar en la zona habitable de la citada estrella es el que más posibilidades tiene de contar con agua líquida y, de rebote, también el que cuenta con más papeletas para albergar vida.
Sin embargo, 4,24 años luz sigue siendo un objetivo inasumible para nuestra tecnología de exploración espacial, así que recabar datos sobre él es un reto que va más allá de los avances que montan nuestros telescopios. Ahora, de la mano del programa Breakthrough Initiatives, que cuenta entre sus fundadores con nombres como Stephen Hawking o Mark Zuckerberg, estamos más cerca de cumplir ese sueño. Todo se lo debemos a una tecnología de la Edad de Piedra que puede resultarnos igual de útil que a nuestros ancestros: velas.
Velas para conocer otros planetas
De la misma forma que en los albores de la humanidad nuestros antepasados se impulsaron con velas para conocer el mundo que les rodeaba, el proyecto Breakthrough Starshot nacido en 2016 quiere seguir sus mismos pasos. En esta ocasión, en cambio, hablamos de velas bastante más avanzadas que aquellas.
La idea parte de pequeñas sondas ataviadas con una vela ultraligera que, acelerada por un rayo láser desde la Tierra, les permitiría alcanzar hasta un 20% de la velocidad de la luz. El equivalente a unos 60.000 kilómetros por segundo que dejaría a Alpha Centauri y sus 4,24 años luz en un viaje de alrededor de 21 años convencionales.
Con una inversión que ya acumula miles de millones, el proyecto pasa por enviar un enjambre de sondas impulsadas por estas singulares velas que se acerquen a Proxima b para recabar datos por el planeta y enviarlos de vuelta, un proceso que se alargaría otros 4 años hasta que recibiésemos la información en la Tierra. Detrás de la estrategia del enjambre está la necesidad de, por la complejidad que supone que esas sondas sobrevivan a la radiación y el impacto de partículas a esas velocidades, haya más posibilidades de éxito.
Tras las buenas y esperanzadoras noticias, me temo que toca detenerse en las malas. Para empezar, no sabemos cómo frenar esas sondas a esa velocidad, y además sus creadores deben alcanzar una miniaturización extrema de los componentes para que el pequeño tamaño de las sondas permita las velocidades indicadas. Con todo, es un proyecto que va para largo y que, con un lanzamiento hipotético en dentro de 40 años, y la llegada al planeta hacia el 2076, no tendríamos la ansiada información hasta el 2080.
Imagen | Gamestar
En 3DJuegos | Un ingeniero de la NASA ha probado el Autopilot de Elon Musk contra una pared pintada como las del Coyote y el Correcaminos
Ver 0 comentarios