China ha revelado sus armas para combatir contra la polémica en torno al visado H-1B, una de las decisiones más polémicas de Donald Trump. Para ello, los asiáticos han revelado la existencia del visado K, una iniciativa que nace con la intención de captar a jóvenes graduados en el extranjero sin exigir experiencia laboral previa. Así, tiene la intención de proyectar una imagen de país abierto tanto en inversión como en talento, un aspecto que choca frontalmente con el endurecimiento de Estados Unidos.
El movimiento, por tanto, llega apenas unas semanas después de que los norteamericanos hayan elevado los costes del visado H-1B a 100.000 dólares anuales. Así, el mensaje es simbólico: mientras Estados Unidos sube sus barreras, China las baja. El K, por tanto, permite entrada, residencia y empleo sin patrocinio empresarial, tres opciones muy atractivas para perfiles que quieran flexibilidad frente a la lotería y los cupos del H-1B (85.000 plazas anuales).
China, además, acompañará el visado con medidas a favor de la inversión: apertura sectorial a capital extranjero y, por otra parte, exención de visado a la mayoría de europeos, Japón y Corea del Sur. Por tanto, la nueva narrativa oficial del país asiático es que buscan atraer visitantes, talento e inversión para amortiguar la presión de los aranceles y, al mismo tiempo, reforzarse ante las tensiones comerciales que existen con Estados Unidos. A pesar de ello, aún existen varias barreras que deben sortear.
Los problemas del visado K
Para muchos, la ausencia de criterios relacionados con edad, formación, experiencia, incentivos económicos o facilidades de empleo generan más dudas que respuestas. Salvo casos excepcionales, China casi nunca concede la ciudadanía a los extranjeros, un aspecto que limita el atractivo del visado K a largo plazo. Además, también existe la barrera del idioma, ya que muchas tecnológicas del país operan en mandarín y, por consiguiente, reducen las opciones para aquellos que no dominan la lengua.
Por norma general, la captación china prioriza el retorno de talento chino en el exterior. Así, han llegado a ofrecer ayudas a la vivienda y bonus de firma de hasta 600.000 euros, ya que su intención es contar con los mejores talentos surgidos en el país. Por ello, mientras muchos ven con cierto entusiasmo las virtudes del visado K, otros han compartido su escepticismo: Asia no depende de la inmigración masiva y, por ello, la falta de una vía clara a la residencia o ciudadanía reduce la intención de traslado a largo plazo.
En estos momentos, la asimetría entre Estados Unidos y China es notable: mientras unos cuentan con 51 millones de inmigrantes (el 15% de la población), otros apenas llegan al millón (menos de un 1%). Así, el visado K apunta a nichos altamente cualificados y, por consiguiente, no guarda tanta relación con un supuesto cambio estructural. No obstante, sí apunta a reforzar la competencia por la caza de ingenieros, ya que ofrece una alternativa pragmática al H-1B en un momento marcado por las fricciones regulatorias en territorio norteamericano.
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