Taiwán se ha convertido, gracias a la relevancia de TSMC y su impacto en el sector de los semiconductores, en uno de los agentes más determinantes del panorama tecnológico. Así, la producción de chips local del país asiático le lleva a codearse tanto con las compañías más importantes de la industria como con los países más relevantes del mundo.
Por ello, no solo no tiene reparos a la hora de fortalecer alianzas, sino que también ha empezado a seguir estrategias que presionan a aquellos que no siguen sus normas. A través del comercio de chips, Taiwán está buscando reforzar sus estrategias tecnológicas para convertirse en un actor determinante. Un ejemplo de ello es la presencia de los taiwaneses en India, pero también podríamos señalar otro ejemplo al hacer hincapié en las prácticas de Taiwán en Sudáfrica.
En esencia, tanto un escenario como otro tienen el mismo objetivo: utilizar sus ventajas tecnológicas con fines estratégicos. Para sorpresa de nadie, China aparece como un factor constante, ya que aprovecha su posición sobre Taiwán tanto para presionar como para condicionar las relaciones de este con terceros países. Sin embargo, la política comercial de Taiwán deja patente cuál es su interés: mientras se conecta con países de cualquier punto del mundo, busca reforzar la relación que mantiene con Estados Unidos.
El papel de Taiwán como actor diferencial
La región asiática está buscando consolidar su poder blando a través de la tecnología. Como consecuencia directa de ello, mientras impulsa un aumento de sus operaciones en India a través de, por ejemplo, inversiones en chips y otros campos electrónicos, también utiliza las restricciones comerciales para presionar a países como Sudáfrica, un aspecto que le lleva a debilitar sus lazos diplomáticos.
De esta forma, la relación que Taiwán mantiene con India demuestra el lado constructivo de esta estrategia. Las empresas taiwanesas, según los datos oficiales compartidos por las mismas, han invertido casi 5.000 millones de euros en proyectos ambiciosos a nivel tecnológico. De hecho, la apuesta de Taiwán por India va más allá, dado que su intención de construir una planta de semiconductores junto a Tata Electronics forma parte de un programa de incentivos del gobierno indio valorado en 9.670 millones de euros.
Con Sudáfrica, por su parte, el enfoque que ha adoptado Taiwán es mucho más estricto: si no se sientan a negociar las nuevas bases de su acuerdo en los próximos 60 días, se enfrentarán a restricciones en importaciones de semiconductores, una situación que podría llegar a suponer un golpe tremendo para sectores como la telecomunicación. Sin duda, Taiwán ha aprendido a coger la sartén por el mango, ya que está tomando nota de las presiones que ejerce Estados Unidos sobre otros territorios.
En relación con estos últimos, la presencia de los norteamericanos parece clave en los conflictos que vive Taiwán: por un lado, el aumento de la demanda del iPhone ha disparado las exportaciones indias y, por consiguiente, han beneficiado de forma directa Taiwán; por otro, los estadounidenses están invitando a los taiwaneses a endurecer sus controles de exportación, razón por la que han comenzado a ejercer presión sobre Sudáfrica.
¿Cuál es la posición de China?
Por desgracia para China, el trasfondo de estas acciones esconde la presión que Estados Unidos ejerce sobre el país asiático. En India, las compañías chinas se ven desplazadas por el traslado de la producción hacia nuevos horizontes, mientras que en Sudáfrica la postura es diferente: China ha optado por presionar con aspectos como la reubicación de su embajada u ofertas centradas en chips que garanticen la competencia.
Los números, de momento, favorecen los movimientos de Taiwán: en apenas cinco años, han pasado de ganar 3.880 millones con las exportaciones a India a obtener 9.680 millones en 2024 gracias a la popularidad de los chips y la maquinaria. Mientras tanto, la incertidumbre de Sudáfrica está dando lugar a una oportunidad inigualable para China: según datos oficiales, sus exportaciones de chips al país triplicaron las de Taiwán en 2024.
La narrativa, por tanto, refleja un cambio: Taiwán ya no es un proveedor tecnológico, sino que ha empezado a adoptar un papel como actor político que le lleva a condicionar sus relaciones según la actitud de sus socios. En conjunto, ambos escenarios reflejan cómo Taiwán es capaz de integrar economía y diplomacia en un mismo tablero global: por un lado, refuerza alianzas estratégicas con grandes mercados emergentes; por otro, protege su soberanía frente a la presión con los semiconductores, el arma más poderosa que tiene.
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