China se encuentra inmersa en plena guerra tecnológica con Estados Unidos, ya que ambos países buscan lograr la ansiada independencia que, por desgracia para ambos, parece cada vez más lejana. Como consecuencia directa de ello, la mayor parte de las noticias internacionales protagonizadas por el país asiático se centran en su lucha estratégica contra los norteamericanos, pero ha surgido una condición que lo ha cambiado todo: India y Malasia se han convertido en dos actores diferenciales que pueden cambiar el futuro de China.
Como señala Reuters, la posición de India es la menos compleja, ya que el país asiático ha analizado el regreso de los empleados chinos a sus país. Foxconn, el gigante tecnológico detrás de la producción de los iPhone y otros productos de Apple, lleva 5 años operando cerca de Chennai. De hecho, ahora está construyendo una nueva planta en Bengaluru, razón por la que S. Krishnan (secretario del Ministerio de Electrónica y TI de India) ha querido analizar el impacto del regreso de los empleados chinos. Según su análisis, estos no provocarán problemas, ya que la producción se mantiene estable.
La relación entre India y China
La compañía, según revela la publicación original, sustituyó a una parte del personal chino con trabajadores de India, Taiwán y Estados Unidos. Esta situación se vivió en el mes de julio, momento en el que Foxconn solicitó a cientos de ingenieros y técnicos chinos que regresaran a casa, ya que no tenían intención de contar con ellos en su operativa diaria. Según indica la publicación original, esto estaría relacionado con la intención tanto de Foxconn como de Apple de aumentar la producción de los modelos de iPhone en India, motivo por el que buscaron reducir todos los posibles riesgos ligados a China.
Con esta estrategia, también consiguieron responder a las tarifas arancelarias de Estados Unidos contra productos chinos, una condición que aún están estudiando a raíz de una nueva prórroga firmada por los norteamericanos. De momento, a pesar del interés de los norteamericanos, la mayoría de los iPhone se siguen fabricando en China, motivo por el que es probable que Foxconn haya optado por invitar a sus empleados a regresar a sus puestos de trabajo. A pesar del interés público en torno a esta posibilidad, no existen declaraciones oficiales de ninguno de los involucrados.
Como era de esperar, tanto Apple como la propia Foxconn fueron interrogados para averiguar cuál era la verdad detrás del caso. De momento, ninguna de las compañías ha respondido a la solicitud de Reuters, pero existe una condición que revela por qué la tensión entre India y China es cada vez mayor: el choque militar que vivieron en la frontera del Himalaya en 2020. Pese a ello, tanto Narendra Modi (primer ministro de India) como Xi Jinping (presidente de la República Popular China) decidieron retomar el diálogo y, como consecuencia directa de ello, Foxconn mantiene un fuerte compromiso de inversión en India.
Malasia complica aún más la situación
En otra publicación, Reuters señala que Malasia, uno de los países con más presencia de centros de datos en Asia, se encuentra frenando su expansión. Por desgracia para China, esto podría dificultar su acceso a chips de IA de Estados Unidos, ya que estos están sometidos a controles de exportaciones cada vez más complejos. En un principio, el país consiguió atraer inversiones de gigantes como Microsoft, Amazon, Google, Tencent, Huawei o Alibaba gracias a los bajos costes y la demanda local, pero la situación ha dado un giro de 180º en los últimos meses.
Como indica la publicación original, más de dos tercios de la capacidad de centros de datos en construcción en el Sudeste Asiático se encuentra en Malasia. El auge, así, no solo se debió a los motivos mencionados en el párrafo anterior, sino también al desbordamiento de proyectos desde Singapur, región en la que los costes son más altos. Malasia, por tanto, se ha visto entre la espada y la pared, ya que el aumento de su popularidad ha ido ligada a limitaciones de energía y agua. Además, también se ha enfrentado a la presión de Estados Unidos al querer controlar a las empresas chinas.
En julio, justo cuando Foxconn emitió su medida contra los empleados chinos, Malasia exigió permisos para exportar, transitar o reexportar chips de alto rendimiento de Estados Unidos. En estos momentos, los chips chinos no alcanzan los estándares de calidad mínimos para modelos avanzados de IA, pero hay un problema: Estados Unidos no quiere que China acceda a sus dispositivos y tecnología para entrenar a sus modelos de inteligencia artificial. De hecho, han compartido en varias ocasiones que confían en que China no acceda a su tecnología para utilizarla con fines militares.
Así, el gobierno local de Malasia está aplicando criterios relacionados con la sostenibilidad energética e hídrica, razón por la que rechazaron el 30% de los proyectos de 2024. China por su parte, está impulsando su "AI Belt and Road", un proyecto que le llevará a expandir centros de datos en países firmantes de la iniciativa. Malasia, en estos momentos, concentra 42 proyectos valorados en 36.000 millones de euros, una situación que supone casi el 79% de la capacidad energética nacional. Por ello, a pesar del interés de China, Malasia está frenando su expansión al ver cómo su supervivencia empieza a estar en riesgo.
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